Las negociaciones para la fusión de Unicaja Banco y Liberbank se han atascado en su recta final sin que pueda saberse ahora mismo si el proceso saldrá finalmente adelante. Ambas entidades han acordado ya el espinoso asunto de la ecuación de canje (el peso que cada uno tendrá en el futuro grupo) pero siguen chocando en otro aspecto clave, el de la gobernanza, mientras el tiempo se echa encima: el 31 de diciembre es la fecha límite para aprobar la fusión con los actuales balances de cuentas (pasarse obligaría a tener que hacer de nuevo los cálculos, algo que nadie desea).

En principio, estaba acordado que el actual presidente de Unicaja, Manuel Azuaga, sería el presidente ejecutivo de la fusionada, mientras que el de Liberbank, Manuel Menéndez, quedaría como consejero delegado (técnicamente el número dos). Sin embargo, las exigencias conocidas el pasado mes por parte del Banco Central Europeo (BCE), que quiere eliminar las presidencias ejecutivas, unido a la edad de Azuaga (tiene 73 años, cercano a la jubilación, y en dos años debe dejar el cargo), han provocado que una parte del consejo de administración del banco malagueño, incluido el propio presidente, abogue por negociar que el contrato de Menéndez como consejero delegado tenga también, de entrada, una duración de sólo dos años, según explicaron ayer a este periódico fuentes cercanas al proceso.

La base de esta reclamación es que la fusión es, en realidad, una operación de absorción donde la malagueña Unicaja (que en la ecuación de canje se lleva algo más de un 59%) incorporará a la asturiana Liberbank, que se queda con algo menos del 41%. Así, no se considera de recibo que en un horizonte a medio plazo, Unicaja se quede con una presidencia no ejecutiva y Liberbank, la absorbida, con un consejero delegado que, en la práctica, sería el que tendría el mayor poder real. Por eso, el deseo en el banco malagueño es tener las cosas atadas para, cuando se produzca la salida de Azuaga, poder también decidir sobre el consejero delegado.

Este planteamiento, claro está, choca con los intereses de Liberbank, que no quiere renunciar a lo que considera uno de los pilares del acuerdo negociado hasta ahora y busca que Menéndez ocupe el cargo de forma permanente. De hecho, desde el principio se asumió que Unicaja, como parte fuerte de la operación, imponía en la hipotética fusión tanto su marca comercial como la sede social (Málaga), y Liberbank se quedaba con el puesto de consejero delegado.

El asunto de la negociación se complica todavía más porque dentro del consejo de administración de Unicaja Banco hay también voces que no consideran lesivo para los intereses de Málaga el hecho de que Menéndez quedara como «hombre fuerte» de una entidad que, por marca y por sede social, estaría ya inequívocamente anclada en la provincia. En cambio, sí consideran «un error estratégico» de Unicaja el hecho de que la fusión con Liberbank pueda ponerse en riesgo a estas alturas de la negociación por esta cuestión. Las fuentes indicaron que esta posición, tal y como adelantó el pasado sábado el digital «La información», es la de los consejeros dominicales, que son lo que representan a la Fundación Unicaja, máximo accionista del banco con más del 50% del capital y dirigida por su antiguo presidente, Braulio Medel.

En este clima, el portavoz de la Junta y consejero de la Presidencia, Elías Bendodo, mostró ayer su deseo de que la fusión «llegue a buen puerto» y se mostró a favor de que la entidad malagueña mantenga su liderazgo en la misma «ahora y en el futuro». Bendodo dijo que el Gobierno andaluz apoya la fusión y apostó por que ese liderazgo ejercido por andaluces «se haga a partir de ahora también, igual que dentro de dos años». «A Unicaja le ha ido bien con dirigentes andaluces y nos gustaría que eso se siguiera produciendo en el futuro», insistió.

Por su parte, el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, se mostró «claramente a favor» de la estrategia marcada por el presidente de Unicaja Banco, Manuel Azuaga.