El cierre de las tiendas benéficas de Cudeca durante el confinamiento ha supuesto un duro golpe para la fundación, que teme cerrar el año con grandes pérdidas que supongan una reducción de sus cuidados a los pacientes. «Las tiendas benéficas, que son nuestra principal fuente de financiación, mensualmente vendían 150.000 euros. Estuvieron cerradas tres meses, lo que significó casi 600.000 euros al mes de pérdidas.

Cuando se abrieron en junio empezaron de nuevo a recuperar rápidamente la actividad, pero, de nuevo, en septiembre con los rebrotes empezamos a perder ingresos, una situación que se complicó cuando se restringen los horarios comerciales. Los eventos benéficos están bloqueados, por lo que perdemos también 240.000 euros de ingresos. En 2020, alrededor de un millón de euros, que es un 25% de este presupuesto, se nos ha ido en estas dos áreas», se lamenta Rafael Olalla.

«Antes de la pandemia contábamos con mil voluntarios. Muchos eran mayores, por lo que cuando volvimos a abrir a finales de mayo, nos vimos en las tiendas con unos 200. Fue muy duro porque no sabíamos cómo íbamos a abrir. Hicimos un llamamiento al público y poco a poco pudimos abrir más tiendas. La gente está comprando, pero estamos notando que viene menos gente y las ventas no son para nada lo que eran el año pasado. Hay mucho trabajo y nos está costando, pero hay que ser optimistas», afirma la coordinadora de las tiendas, Katie O'Neill. En las tiendas Cudeca siguen necesitando donaciones de calidad, como muebles, ropa, accesorios o artículos de decoración para el hogar, además de voluntarios. «Siempre los necesitamos. Lo que hacen es atender a clientes, arreglar escaparates, clasificar donaciones y mantener la tienda limpia. Creo que quienes están con nosotros están cómodos por cómo está organizado todo», detalla la coordinadora.

La unidad de día ha tenido que ser cerrada por la complicación de juntar a los enfermos y la falta de voluntarios, además de la atención a los pacientes en sus hogares. «Durante el confinamiento, los familiares y pacientes no nos dejaban entrar en las casas porque estaban muy asustados, son personas vulnerables y muy enfrentados a la muerte. Esos meses nos dedicamos a la atención telefónica y aumentamos en cuatro mil las llamadas en relación al año anterior en el mismo periodo», explica Marisa Martín.