Medio Ambiente

El amargo fin de las naranjas

Entre diciembre y enero el Ayuntamiento tiene previsto retirar casi 600.000 kilos de naranjas de los 6.876 naranjos plantados en las calles Málaga. Irán al vertedero de Los Ruices

Recogida de naranjas en la plaza de la Constitución, el mes pasado.

Recogida de naranjas en la plaza de la Constitución, el mes pasado. / A. V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En enero de 2002, La Opinión informaba en un reportaje de que, gracias a un acuerdo gratuito con el Ayuntamiento de Málaga, la empresa Tana S.A. comenzaba a descargar de naranjas amargas (sin injertar) todos los naranjos de Málaga. Era un trabajo realizado en el plazo de un mes, llevado a cabo en su mayor parte por inmigrantes.

Tras la recolecta, los miles de kilos de fruta se enviaban a Sevilla, donde se transformaban en pienso animal, se destinaban a la fabricación de perfumes o se convertían en mermelada de naranja amarga para el mercado británico y en menor medida, el francés.

Todo esto cambió hace bastantes años y en la actualidad son los trabajadores municipales quienes, entre finales de diciembre y enero, recogen las naranjas con un destino muy poco dulce: el vertedero de Los Ruices.

El amargo fin de las naranjas

El amargo fin de las naranjas

Este año, informa el director general de Medio Ambiente, Luis Medina-Montoya, se retirarán unos 580.920 kilos de naranjas de los 6.876 naranjos plantados en la ciudad de Málaga.

¿Pero por qué las naranjas amargas de Málaga han pasado de convertirse en pienso, perfume o mermelada a terminar en el vertedero?

«El principal problema que tenemos ahora mismo es doble, por un lado se constató que el que una empresa se encargara para hacer mermelada era competencia desleal, pero otro factor es la regulación sanitaria: una naranja que está creciendo en un árbol en la calle no tiene las garantías sanitarias de un árbol en una explotación agrícola, con una supervisión y unos cuidados», argumenta Luis Medina-Montoya.

Los casi 7.000 naranjos repartidos por las calles de Málaga realizan su vital función de absorber CO2, «pero si no crecen en un entorno idóneo, prefiero tomarme mermelada de naranja de frutos que han crecido en el campo», señala Luis Medina-Montoya.

El director general de Medio Ambiente detalla que, en la actualidad, con parte de los residuos orgánicos recogidos en Los Ruices se hace 'bioestabilizado', un tipo de compost que, reconoce, «no tiene mucha calidad porque lleva materiales que no son idóneos y tiene muy pocas salidas».

Por eso, este compost 'municipal' no sale del Servicio de Parques y Jardines. «Cogemos algún camión de Los Ruices y lo usamos a veces en los distritos para alguna actuación».

Quizás el panorama cambie cuando se pueda realizar la recogida separada de residuos orgánicos, como señala la normativa europea, aunque apunta que realizar un compost «es un arte», pues es necesario mantener el equilibrio entre las distintas sustancias.

Como explica, ya hay algunas experiencias parecidas en comunidades como Galicia, donde el compost se realiza por barrios, que aportan los diferentes residuos orgánicos.

Sin embargo, el responsable de Medio Ambiente apunta que una cosa es realizar estas actividades vecinales «en un entorno muy rural, con pequeñas aldeas» como es el gallego y otra, hacerlo en una gran ciudad como Málaga. «No puedes decir que se ponga una compostera en la cubierta de un edificio para hacer compost».

En todo caso, la situación sigue a la espera de ese futuro en forma de separación de residuos que podría darle una vida útil a las naranjas que, hoy por hoy, terminan en la basura.

Precisamente, en los últimos años ha habido iniciativas para 'sacarle el jugo' a las naranjas de otra forma. Así, en 2017 finalizó un experimento de 20 años realizado por la Universidad de Princeton (EEUU) en Costa Rica: dos décadas atrás depositaron en 3 hectáreas de terreno yermo de un parque nacional costarricense 12.000 toneladas de cáscaras y pulpa de naranja. Pasado todo este tiempo, los científicos constataron que el lugar se había convertido en un bosque exuberante y además con una gran densidad de viñedos. En concreto, la madera de los árboles había crecido un 176%, con la consiguiente reducción del CO2.

Unos años antes, en 2014, investigadores de la Universidad Nacional de Colombia obtuvieron carbón activado a partir de residuos cítricos que emplearon en la descontaminación de agua y ese mismo año, científicos británicos lograron transformar la piel de naranja en plástico biodegradable.

Iniciativas científicas que, de extenderse en los próximos años, evitarían un final tan amargo y poco útil para los casi 600.000 kilos de naranjas repartidas por Málaga.