Crisis

Solidaridad médica en tiempos de Covid

Tres facultativos del HRU de Málaga nos relatan en primera persona cómo se involucraron para hacer frente al Covid-19 en primera línea

De Izquierda a derecha, Ignacio Ruiz García, María Salas Casinello y Javier Godoy Navarrete.

De Izquierda a derecha, Ignacio Ruiz García, María Salas Casinello y Javier Godoy Navarrete.

Con el tsunami que supuso la irrupción de la pandemia del coronavirus en nuestro sistema sanitario, las y los facultativos de los centros hospitalarios malagueños se reorganizaron para ofrecer la atención más adecuada a los pacientes con Covid-19. Las medidas de adaptación a las necesidades asistenciales tuvieron como fruto la estrecha colaboración, la mayoría de veces de forma solidaria y altruista, entre facultativos de diferentes especialidades, muchas de ellas alejadas del espectro Covid, que cristalizó en la conformación de equipos multidisciplinares para atender a los pacientes hospitalizados por infección de coronavirus.

Durante la primera ola de la pandemia (marzo, abril y mayo) en el Hospital Regional Universitario de Málaga no había cardiólogos, ni traumatológos, ni alergólogos ni digestivos. No había especialidades, había médicos que luchaban contra el virus. Buena muestra de esto es Ignacio Ruiz García, un joven facultativo que está en sus primeros meses como médico adjunto del Servicio de Endocrinología del HRU. A pesar de que su especialidad no está vinculada con el virus, Ruiz García lo tuvo muy claro en cuanto vio cómo aumentaban hora a hora, minuto a minuto, los pacientes por Covid-19 en el centro: «El Hospital estaba totalmente desbordado y el personal no daba abasto con la cantidad de enfermos que llegaban, más de la mitad de los pacientes del Hospital estaban afectados por el virus -recuerda Ignacio- era evidente que hacían falta más recursos y refuerzos. Yo había hecho guardias en la especialidad de Medicina interna durante mi residencia y pensé que podía aportar ese trabajo que los especialistas demandaban. Era imprescindible que los médicos de otras especialidades tuviéramos que colaborar y así lo entendimos muchos profesionales del HRU. Era necesario».

En aquellas semanas, Ignacio se «olvidó» de la endocrinología y se volcó en las tareas anti-covid: «Veía a pacientes con coronavirus que estaban ingresados en la planta de infecciosos. Además, como todavía en marzo era residente, hacía guardias de Medicina interna en las que atendía a muchos pacientes contagiados».

«El objetivo de la medicina es ayudar a los demás, no sólo a los pacientes, también a los compañeros. En ningún momento durante la primera ola me planteé que no lo fuera a hacer», quien habla es María Salas Casinello, adscrita desde 2013 en el Servicio de Alergología del Regional de Málaga. María estuvo durante los meses de abril y mayo haciendo guardias de Medicina interna en el Hospital Civil y cuando salía de las mismas se incorporaba a su servicio. María califica de «positiva y muy enriquecedora» la experiencia a pesar de la dureza en el día a día con el Covid y destaca «la buena sintonía» con los compañeros del resto de especialidades, lo que ha servido «para estrechar lazos entre los profesionales».

María está convencida de que el trabajo durante la primera ola le ha servido para salir reforzada como profesional de la medicina. «Ahora me considero mejor médico. Tengo más seguridad y más conocimientos adquiridos», indica.

Javier Godoy Navarrete está en su último año de residencia dentro del Área de Reumatología del Regional Universitario y también forma parte de los facultativos que arrimaron el hombro cuando la pandemia hacía más estragos entre la población de Málaga: «Durante las guardias, a partir del 14 de marzo, yo veía el volumen tan grande de trabajo que había, hablé con el Jefe de Servicio de Reumatología y le comenté la posibilidad de que si se necesitaba gente en infecciosos, en la primera línea, que contaran conmigo; y así fue, cuando las plantas de hospitalización estaban atestadas de pacientes, me llamaron y ya fue cuando me fui para Carlos Haya», recuerda Javier.

Trabajar con los Epis, estar pendiente de cualquier fármaco que aliviara el virus, etc. «fue muy enriquecedor para mí», añade este reumatólogo que estuvo en primera línea hasta el mes de mayo y que recuerda con especial sentido el contacto diario con los familiares de los enfermos y la enorme responsabilidad que supuso «acompañar a algunos pacientes en sus últimos minutos de vida». A pesar del gran impacto emocional sufrido por el coronavirus, Javier califica de «increíble» la relación establecida con el resto del personal sanitario: «íbamos todos a una y a pesar del agotamiento siempre hubo muy buen ambiente con todos los compañeros».