Como escolta de la Policía Nacional cuidó de la integridad física de personajes como Manuel Fraga, el alcalde de Rentería, Enrique Casas y durante 17 años -primero en el País Vasco y luego por toda España- de Txiki Benegas (1948-2015), quien terminó siendo uno de sus amigos más queridos.

Cuando en 2000 se reintegró a su plaza de Málaga acabó convirtiéndose en uno de los más exitosos interrogadores de la Brigada de Homicidios. Está en posesión de la más alta distinción que puede recibir un agente de la Policía Nacional y eso que él, Pepe Páez (El Puerto de Santa María, 1952), entró en el Cuerpo por casualidad, igual que por casualidad nació en la provincia de Cádiz.

«Mi padre era trabajador del corcho y le mandaron al Puerto, con mi madre embarazada, para un trabajo. Luego se volvieron a Sevilla. Vivíamos en el Cerro del Águila, una barriada muy popular. Allí éramos pobres todo el mundo. Nos comprábamos zapatos cuando ya por el agujero de la suela entraban medias rocas», cuenta con una sonrisa.

A los 13 años dejó los estudios para trabajar, primero en el corcho y a los 14, en una fábrica de cristales. «Era soplador de vidrio», explica.

Con 25 años, casado con María Luisa, su novia de toda la vida y el primero de sus dos hijos ya en el mundo, empiezan los apuros económicos, algunos meses no cobra y por un amigo decide realizar las pruebas de acceso a la Policía Nacional. Es uno de los 13 elegidos entre 500 aspirantes.

«Me lo planteo sin vocación, como una salida. En esa época había atentados terroristas y había de todo, por eso no se lo dije a nadie», explica, de ahí que cuando contó que se marchaba a formarse como policía en Badajoz, «en casa fue una tragedia», reconoce.

Corría el año 1980, al año siguiente ya estaba de prácticas en Zaragoza, donde le sorprendió el golpe de Tejero y al poco tiempo su siguiente destino fue San Sebastián. «Yo ya estaba mentalizándome, sabíamos todos los riesgos. Eso sí, íbamos sin formación antiterrorista ni del medio en el que nos moveríamos. Eso era más bien para el cuerpo superior; para la escala básica, nada de nada», explica.

Pepe confiesa que, tras haber leído ´Patria', la novela de Fernando Aramburu sobre el País Vasco en tiempos de ETA, «el libro explica y retrata perfectamente todo, especialmente la densidad del ambiente, del pueblo, la soledad de una familia a la que le habían matado a un miembro y que antes le preparaban el cuerpo con pintadas como ´fulanito chivato' o ´explotador', después le mataban y luego a los familiares le sometían a la muerte civil». «Allí conocí realmente lo que es el fascismo», recalca.

Pepe destaca que no comparte en absoluto lo que considera el «blanqueamiento actual de algo tan horroroso y obsceno como es el terrorismo».

Por cierto que el policía nacional marchó solo al País Vasco, porque en semanas alternas pasaba siete días en Málaga, donde finalmente, en la misma década de los 80, consiguió plaza.

Escoltó a políticos y empresarios y durante un mes al dirigente socialista Txiki Benegas, que hizo gestiones para que se incorporara de forma permanente a su servicio de escolta.

«Hubo una química con Txiki muy bonita, él era una persona muy accesible, muy normal y se creó una amistad muy grande», confiesa. También le amplió el horizonte de las lectura:«Yo era un buen lector pero de lecturas estaba un poco encasillado. Además, cuando el político acudía a una exposición de arte «y alguien tenía la deferencia de explicársela, me decía que me pusiera al lado para escuchar».

De su trabajo como escolta en los ´años de plomo' en Euskadi relata que, desde el primer día, «empiezas a aprender, con la tensión propia y siempre con la bala en la recámara, muy pendiente de todo». Con el tiempo, fue perdiendo esa tensión pero nunca la concentración. «La seguridad te la da el estar muy concentrado en el trabajo, saber cómo funciona un comando desde el inicio. Con esos conocimientos sabes cómo afrontarlo y contrarrestar bien. Salvo que exista un interés descomunal, a ti no te van a hacer nada porque a ellos les adiestran para que no los cojan, ya que si los cogen se puede desmantelar todo».

Cuando a finales de los 80 dejó el País Vasco, siguió siendo escolta de Txiki Benegas por toda España hasta el año 2000, cuando pide volver a su plaza en Málaga.

Su primer destino de regreso fue la Comisaría del Palo, al grupo de investigación. Allí, se ganó la confianza de los vecinos de las Cuevas por su talante educado y cercano. «La mejor forma de relacionarte en la calle es la educación y el respeto y, salvo excepciones, encontrarás enfrente a alguien amable y que te respeta», argumenta. Estando en ese destino le concedieron la Cruz de la Orden del Mérito Policial con distintivo blanco.

Tras El Palo pasó a la Comisaría del Centro, donde este policía afable y ejemplar ya se ganó fama de ser muy hábil interrogando y logrando que los detenidos confesaran. Por eso, no es de extrañar que su último destino fuera la Brigada de Homicidios de la Comisaría Provincial.

¿Cuál es el secreto para interrogar a un detenido? «Tratarlos con consideración y no faltarles nunca al respeto. Además, tú no puedes engañar, sólo hay que prometer lo que se puede cumplir», resume.

En 2015 recibió por estos servicios la Cruz de la Orden del Mérito Policial con distintivo rojo, la máxima condecoración para un agente, aunque precisa que se la debe a sus compañeros. Con motivo de su jubilación hace tres años, Pablo Benegas, el hijo de Txiki, guitarrista de ´La Oreja de Van Gogh', le envió un vídeo para su despedida.

Tiene la alegría de ver cómo sus dos hijos, Lino y Abel, son policías nacionales como él, un Cuerpo al que sigue muy ligado, pues colabora con La Biznaga Azul y el colectivo de policías jubilados. Aunque entró sin vocación, muy pronto la encontró.