Crónicas de la ciudad

El misterio de la calle Cinco Bolas continúa

Varias son las hipótesis que se manejan sobre el curiosísimo nombre de esta calle y las cinco esferas de colores que podemos ver en ella

Las cinco bolas en la fachada de la iglesia de San Juan dan nombre a la estrecha calle que comunica calle San Juan con calle Nueva, abierta durante el siglo XIX

Las cinco bolas en la fachada de la iglesia de San Juan dan nombre a la estrecha calle que comunica calle San Juan con calle Nueva, abierta durante el siglo XIX / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Hace unos días, este periódico informaba del estupendo canal de Youtube ‘Recuerdos de Málaga’, que ha abierto el prolífico pintor, escritor y divulgador de la Historia de Málaga Diego Ceano.

En uno de los vídeos, este afable cronista nos contaba la historia que hay detrás de la calle de las Cinco Bolas, junto a la iglesia de San Juan.

Entre las muchas leyendas que explicarían el nombre de esta calle, abierta en el XIX con el nombre de Pasaje de Luciano Martínez, y que luego tomó el nombre de las famosas cinco esferas de colores, Diego Ceano se decanta por una ligada a un personaje que ha investigado a fondo, Alonso Yáñez Fajardo, quien recibió de los Reyes Católicos todos los prostíbulos de la ciudad. Su hijo y heredero de las casas de citas, Diego Fajardo, se casó con Leonor de Mendoza, una piadosa mujer que con la ayuda del obispo puso en marcha una Casa de Arrepentidas para sacar de la prostitución a las mujeres.

La casa conventual, para 13 mujeres, se levantó junto a la iglesia de San Juan (muy reformada en el XVIII) hacia 1598. Con el paso del tiempo, en Málaga corrió el falso rumor de que los nobles visitaban la casa por la noche. El hijo de Doña Leonor, Luis Fajardo, que veía que con este asunto se le iba el negocio de los prostíbulos, mandó poner cinco bolas en la pared con un letrero que decía: «Cinco bolas ha de tener el hombre que en esta casa quiera entrar».

Aparte de esta curiosísima leyenda, esta sección se hizo eco hace justo veinte años del libro de Rafael Verdier, de 1973, ‘Cinco bolas y un misterio’.

El autor ofrecía una explicación muy compleja y con ribetes teologales de las famosas esferas. Así, recordaba cómo el Cirio Pascual tiene como adorno cinco bolas pequeñas de colores distintos: el azul del cielo y la pureza; el verde de la esperanza y la vida; el rojo del fuego del amor y el sacrificio; el morado de la penitencia y en el centro, la esfera amarilla, símbolo de la luz y majestad de Cristo.

Claro que como recuerda el autor, la iglesia ha hecho suyas a lo largo de los siglos muchas fiestas y signos originalmente paganos como el árbol de Navidad, y además, las cinco bolas que simbolizan el sol de la Resurrección y la Pascua, con forma de cruz griega, tienen como ‘hermana gemela’ la cruz azteca de Quetzalcoalt, que representa el encuentro entre el cielo y la tierra.

En suma, entre las varias teorías sobre el origen del nombre hay una que parece salida de ‘La Celestina’ y otra que entronca con la Teología y el Descubrimiento de América.

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