Necrológica

Manolo Ibáñez, solo Ibáñez, un marengo bueno

Ibáñez, un hombre con tufo de otra época, falleció el día 15 de enero de este año 2021

Manolo Ibáñez.

Manolo Ibáñez. / L. O.

Patxi Fernández Ortega

Cuando todavía resonaban las campanadas de este año 2020 que se despedía con olor a tragedia para nuestra ciudad, vuelven las campanas a sonar a muerto para despedir a un hombre bueno de Málaga. Manolo Ibáñez, ‘Ibáñez’ como le conocíamos sus amigos nos dejo el día 15 de enero de este año 2021.

Ibáñez era un hombre con tufo a otra época: de formación académica básica mantuvo siempre unas formas de trato exquisitas, casi aristocráticas, con todo el mundo. De conversación fácil con quienquiera se le acercara, abría su corazón con campechanía e ingenuidad, haciéndole partícipe de sus conocimientos y experiencias con sus amigos, con su profesión y con la mar. Fue un hombre bueno: hombre de consenso que intentó poner paz en todos los conflictos que le salpicaron. Buscaba, encontraba y mostraba la parte mejor de los que le rodeaban para facilitar la cicatrización de las disputas que surgían en el ambiente difícil del rebalaje. Utilizó sus formas refinadas, su conversación animada y sus conocimientos como observador, allá donde se encontrara, para restañar heridas, limar asperezas y buscar puntos de encuentro. Fui testigo de múltiples ocasiones y me beneficié yo mismo, donde desencuentros personales o de grupos pudieron resolverse gracias a su mediación sencilla y sin algaradas.

Hombre de otra época en su atuendo y apariencia, no pasó desapercibido en los lugares por donde andaba, haciendo un servicio inconsciente para mantener unos usos e indumentaria de otra época, no lejana en el tiempo pero sí en las formas. Su barba blanca por debajo del cuello, su cabeza cubierta con una boina calada y ligeramente ladeada, camisa blanca de manga larga, chaleco ancho y pantalones oscuros, acampanados hasta por encima de los tobillos, le confirieron un aspecto inolvidable que a nadie le pasaba desapercibido y que evocaba otra época del rebalaje malagueño, unido a usos del arte de jábega. Fue amante del remo en barca de jábega, que practicó hasta poco antes de morir, en varias posiciones dentro de la barca, incluida la posición de timonel o Espailla. No faltaba a las últimas citas al amanecer que se hicieron en nuestra ciudad para echar el copo en la playa de El Palo, donde compartir su presencia, su conversación, su imagen y sus conocimientos, y finalmente el desayuno marengo que lo acompañaba fue una delicia y un recuerdo ya imborrable. Amante de las tradiciones malagueñas, se embarcó todos los años en la Araceli de El Palo, la barca que fue de su club, de Aplem (asociación de pescadores del litoral este de Málaga) su asociación, para transportar todos los 16 de julio a la Virgen del Carmen por la bahía malagueña, exponiéndola con emoción y orgullo a los miles de devotos y amantes de sus signos, que desde la playa o desde la propia bahía la acompañaban. Cuidó con cariño y finura a los niños, hijos de jabegotes y curiosos que se acercaron por la playa, amocael, como le gustaba nombrarlos, para enseñarles con paciencia y delicadeza los rudimentos del arte de jábega y los aparejos que lo acompañan.

Malagueño de pro, participó y promovió las tradiciones de esta tierra: participó de forma activa en los festivales de verdiales, en el recuerdo de personajes próximos a nuestra tierra como Fray Leopoldo de Alpandeire, cuya figura recordaba.

Hasta la profesión que desarrolló fue propia de otra época: deshollinador en una ciudad que se fue quedando sin chimeneas, era como un arcaísmo que le acompañara a su aspecto, a sus formas, a sus conocimientos, a su bondad elegante. No puedo imaginar un tipismo mejor que el suyo introduciéndose por las chimeneas y sus tiros.

Este año 2021, cuyo aroma no resulta de momento esperanzador, comienza con un hombre bueno menos: malagueño castizo, representante de otra época, una época marinera, de hombres sabios sin titulaciones, de corazón simple, abierto, empático. Un corazón grande, tan grande que no pudo resistir el implante de una válvula, tan grande que los sentimientos, abultados, se lo dilataron hasta hacer que se parara. Tus amigos te echaremos de menos. El rebalaje al que tanto quisiste, esas playas de El Palo y Pedregalejo, sus gaviotas y delfines poco más adentro, la vendaval y otros vientos, la calo, el Magón, los parales y la estropada. Todo ese mundo en el que te diluiste y diste forma auténtica con tu figura imborrable, te echaremos de menos, lloraremos tu ausencia cuando nos crucemos en altamar con la barca de tu club. El club al que perteneciste y te quiso y quisiste, La Espailla de el Palo, te recordamos con cariño, con admiración, con respeto.