Mirando atrás

Eduardo Claudín Pontes: La lucha por la vida de un niño del exilio

El arquitecto Eduardo Claudín (Madrid, 1930), hermano del conocido dirigente de izquierdas Fernando Claudín, pasó siendo niño por el campo de refugiados del sur de Francia tras la guerra y durante 18 años vivió en el exilio mexicano. Desde 1979 reside en Málaga

Eduardo Claudín, esta semana en el Parador de Gibralfaro.

Eduardo Claudín, esta semana en el Parador de Gibralfaro. / ÁLEX ZEA

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Tiene Eduardo Claudín Pontes un risa discreta con la que sazona el repaso a sus recuerdos. La lucha por la vida de este niño de la guerra que hoy tiene 90 años le hizo fuerte sin perder la cordialidad ni la sonrisa.

«Yo pensaba que la vida era así porque no podía pensar otra cosa», resume cuando viaja a su infancia. Madrileño de 1930, hijo de un topógrafo francés y de una manchega de Almadén, era el pequeño de nueve hermanos; el mayor de todos, Fernando Claudín, histórico dirigente del PCE y 17 años mayor que él.

De la Guerra Civil en la capital de España recuerda el reclinatorio de madera de su abuela materna, que hubo que quemar para hacer frente al frío. La contienda le impidió comenzar los estudios.

El cargo de su padre en el Instituto Geográfico y Catastral hizo que la familia Claudín acompañara al Gobierno de la República, primero a Valencia y luego a Barcelona. Y cuando se produjo la derrota, con su madre, un hermano y una hermana embarazada cruzó la frontera francesa para acabar en el famoso campo de concentración de Argelès-sur-Mer. En Francia daría a luz su hermana.

«Del campo de Argelès-sur-Mer casi podría hacer un dibujo porque era muy elemental. Eran unos barracones muy grandes subdivididos por dentro, y la zona donde estábamos nosotros tenía unos catres de madera y unas colchonetas de paja», recuerda.

Gracias a un apadrinamiento y al Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles (SERE) embarcaron en el trasatlántico francés S.S. Champlain, que les condujo a Nueva York. «Y cuando llegamos, nos metieron en un tren y no paramos hasta llegar a México», cuenta.

Como explica, en el segundo viaje del S.S. Champlain embarcó su padre, «y en el tercer viaje los alemanes hundieron el barco».

Con sólo nueve años, Eduardo y parte de su familia -porque algunos hermanos fueron hechos prisioneros por haber luchado con la República- comenzaron una nueva vida en México D.F., una ciudad por entonces de ‘sólo’ dos millones de habitantes, acogidos por el gobierno pro republicano de Lázaro Cárdenas. Allí permanecerían 18 años.

La lucha por la vidade un niño del exilio | ARCHIVO EDUARDO CLAUDÍN

El pequeño Eduardo Claudín durante el exilio en México, con sus padres y parte de sus hermanos, pues a su hermano mayor Fernando tardaría 18 años en volver a verlo / ARCHIVO EDUARDO CLAUDÍN

«Fuimos 30 ó 40.000 españoles a México. Nos trataron con mucha generosidad. Por medio del SERE se fundó un colegio español, el Luis Vives en el que los maestros eran profesores españoles exiliados», cuenta. Eduardo Claudín pudo así empezar los estudios que la guerra truncó. Luego los continuaría en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde haría Arquitectura y también en el país azteca se entregaría a una de sus pasiones: el alpinismo.

En esos años, su familia nunca pudo reunirse al completo y no pudo ver a Fernando, su hermano mayor.

Regreso a España

Por fin, en 1957, un indulto general de Franco les permitió regresar a España, aunque con duras condiciones. Así, su padre, militante de UGT, fue represaliado y no pudo ejercer su profesión ni le reconocieron los años cotizados para la jubilación.

En cuanto a Eduardo, que por entonces militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas y en el PCE, no voló directo a España, sino que aterrizó en París para volver a ver a su hermano Fernando, después de 18 años de separación. A continuación voló a Moscú para asistir a un Festival de la Juventud.

Gracias a que contaba con dos pasaportes y a su pelo rubio y porte de extranjero, explica que tras el viaje a la Rusia comunista entró en España sin problemas e incluso se libró de la preceptiva entrevista en la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol.

Tras su regreso a España, confiesa que le llamó la atención «la pobreza de la gente», incluso mayor que la pudo ver en México.

Además, pese a que dejó España siendo un niño, también sería represaliado y no le reconocieron los estudios de Arquitectura en México, el país que seguía sin reconocer la dictadura de Franco. «Así que mi hermano Luis y yo formamos una sociedad familiar y montamos un estudio de decoración en Madrid. Aquí no se decoraban los locales comerciales así que tuvimos mucho éxito», comenta.

Eso sí, los primeros clientes, los más difíciles de captar para dos exiliados recién llegados, se los proporcionó un enlace del PCE: un hermano de Luis Miguel Dominguín.

En este trabajo, a propósito, cuenta que llegaron a viajar a Cuenca en el coche oficial del Jefe Provincial del Movimiento. «Yo creo que sabía que los dos éramos rojos», ríe.

Por cierto que en un acto clandestino del partido, una visita al Cementerio Civil de Madrid para homenajear a varios fusilados por Franco, conoció a Beatriz Morales, con quien se casaría en 1962. Fueron padres de dos niños: Víctor y Eduardo.

Dos años más tarde, su hermano Fernando y Jorge Semprún son expulsados en Francia del PCE por sus tendencias liberales. «Mi hermano hizo un artículo con Semprún en el que decía que la única solución en España era pasar por una democracia parlamentaria y los echaron».

Al más puro estilo ‘retroestalinista’, toda la familia Claudín fue expulsada del PCE en represalia. «No sólo nos expulsan sino que en España éramos unos apestados. A todos los militantes les pidieron que no tuvieran contacto con nosotros», explica.

Este hecho provocó su aproximación al PSOE. Precisamente, a comienzos de los 70 el estudio de Eduardo acogió una reunión clandestina entre su hermano Fernando y Felipe González.

La lucha por la vidade un niño del exilio | ARCHIVO EDUARDO CLAUDÍN

Reencuentro con Felipe González. El líder socialista celebró un encuentro clandestino en su estudio de decoración a comienzos de los 70. / ARCHIVO EDUARDO CLAUDÍN

En 1979, poco después de la llegada de la Democracia, por un contrato laboral marchó a vivir a Málaga. «Llevo aquí 41 años, soy más malagueño que otra cosa», destaca con una sonrisa.

En nuestra ciudad pudo compaginar el diseño de proyectos con la Arquitectura en el estudio de Javier Martín Malo. En 2004 fallecía Beatríz, su mujer. Desde entonces, Eduardo Claudín vive solo pero arropado por sus hijos y sus cinco nietos. Con la entereza que le ha deparado una vida de lucha.

La lucha por la vidade un niño del exilio | ARCHIVO EDUARDO CLAUDÍN

Con sus hijos Víctor (primero) y Eduardo, esta semana. / Álex Zea