Crónicas de la ciudad

Largas calles sin aceras en Ciudad Jardín

Las calles Rafael Fernández y su continuación, Serrano Parrés, son una sucesión de bonitas casas mata con muchas plantas y ninguna acera

Pastor alemán con mascarilla en la calle Rafael Fernández de Ciudad Jardín.

Pastor alemán con mascarilla en la calle Rafael Fernández de Ciudad Jardín.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Una leyenda asegura que la persona con más rincones de Málaga a su nombre fue el conocido concejal Pepe Mena, teniente alcalde y delegado de fiestas del siglo pasado.

Según esta leyenda, sus amigos lo conocían de forma cariñosa como Pepote y Menita, y esas son las dos calles que, durante su ejercicio en el Ayuntamiento, se dedicó a sí mismo en el barrio de la playa de Pedregalejo.

Pero además, este mismo siglo el Ayuntamiento le dedicó la plaza de Pepe Mena, junto a la calle Ollerías, así que serían tres los rincones de Málaga que lo recuerdan. Se trata de una historia que el veterano locutor Domingo Mérida da por buena en su conocido callejero de Málaga.

De ser cierta, no sería la única en la que los motivos personales pesaron más que los ‘factuales’ para dedicar calles en Málaga.

Recordemos al famoso gobernador del XIX Antonio María Álvarez, que se dedicó la calle Álvarez y a su mujer, Purificación, la calle del mismo nombre, además de que también está el Pasaje de Álvarez.

En Ciudad Jardín y en la vecina barriada de Los Cipreses nos encontramos con un caso parecido. Las calles Juan Fernández y Rafael Fernández homenajean a los hijos de Rafael Fernández Gutiérrez, que construyó varias manzanas de casas en la zona.

A su vez, este constructor está inmortalizado en la calle Serrano Fernández, que une su apellido al de otro constructor, Jaime Serrano, quien en las proximidades, también le dedica una calle a su hijo, apellidado Serrano Parrés, según nos vuelve a informar Domingo Mérida en su callejero histórico.

La lástima es que la larga calle Rafael Fernández, que conecta con la calle Serrano Parrés, sea urbanísticamente un despropósito, ya que la alineación de las casas mata con sus respectivos patios no dejó espacio para las aceras. Quien suba o baje por estas calles que desembocan en la calle Emilio Thuillier, deberá aguzar el oído para detectar algún vehículo, no vayamos a tener un susto más en estos tiempos de pandemia.

Por lo demás, la falta de acera se compensa con lo bien hermosos que muchos de estos vecinos tienen sus patios llenos de plantas. Y con el dato pintoresco de que las puertas y muros de algunas de estas casas están presididas por las clásicas figuras de yeso, puestas de moda desde el año de la polka, que van desde un león hasta enanos de Blancanieves, una cabeza de Buda o un pastor alemán, con la correspondiente mascarilla.

El único recodo seguro de estas dos calles es la bonita plazuela junto al colegio Nuestra Señora de Montserrat. Afortunadamente