Crónicas de la ciudad

Las palomas de Málaga ya son casi centenarias

En 1926 una donación privada al Ayuntamiento posibilitó la suelta de palomas en el Parque, para estar a juego con otras capitales y ‘europeizar’ nuestros jardines

Palomas en el techo de un columbario del Cementerio de San Miguel.

Palomas en el techo de un columbario del Cementerio de San Miguel.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Ayer, la Vocalía de Patrimonio Marítimo del Ateneo ofrecía en la web de la institución una videoconferencia sobre las gaviotas de Málaga. Un suceso que sin duda habrá ensanchado nuestros cortos horizontes del saber porque a muchos malagueños nos pasa con los pájaros igual que con los árboles: identificamos tres, a lo sumo cuatro especies, y las desconocidas las englobamos en estos grupos, sean o no pinos, palmeras, ficus, gorriones o cotorras.

Así que con las gaviotas sucede lo mismo: pese a que nuestros cielos están surcados por gaviotas de muchas clases, todas ellas quedan englobadas en la inmutable categoría de ‘Gaviota’, aunque ni siquiera dos de ellas que veamos deambulando por la playa de la Misericordia sean parientes lejanas.

Los esfuerzos de los botánicos por colocar carteles informativos que nos saquen de la duda en algunos parques y jardines de Málaga son más que meritorios, pero, ya sean árboles o pájaros, la mayoría conforman un universo ignoto para muchos malagueños.

Lo que no ofrece ninguna duda es la paloma en todas sus variedades. Curiosamente, está a punto de cumplirse un siglo desde que convivimos con ellas.

El sagaz historiador de la fotografía Javier Ramírez en su maravilloso libro ‘Málaga, una visión panorámica’, editado por Arguval, recoge una noticia de La Unión Mercantil, según la cual en el otoño de 1926 gracias a una donación privada se regalaron al Ayuntamiento un buen número de palomas, «con objeto de que, como en Sevilla, vivan en el Parque y se acostumbren a estar en los jardines y que los chicos les echen de comer».

La introducción de las palomas en Málaga, que hasta entonces solían estar en palomares al cuidado de sus dueños, siguió la moda de la plaza de San Marcos de Venecia; las Tullerías y los Jardines de Luxemburgo de la capital francesa y también del Parque de María Luisa de Sevilla. «En ninguna fotografía de los artísticos jardines sevillanos falta un grupo de gente en vagar rodeado de palomas», aseguraba La Unión Mercantil, que destacaba que la llegada de las palomas, como antes de los monos al Jardín de la Victoria, era señal de la «europeización de nuestros jardines».

Hace años que el Consistorio prohibió dar de comer a las palomas, que ya no se ven de una forma tan benévola y ‘europea’ sino como un motivo más para llevar la ropa a la tintorería.

La imagen que acompaña la crónica de hoy no es de ‘Los pájaros’ de Hitchcock sino de un columbario en el Cementerio de San Miguel.