Crónicas de la Ciudad

Los tesoros de la huerta de un marqués malagueño

En su delicioso libro ‘La hora de comer’, Enrique Mapelli recuerda un paseo por la abandonada finca de La Concepción y el origen poco conocido del Museo Loringiano

Templete del antiguo Museo Loringiano, en La Concepción.

Templete del antiguo Museo Loringiano, en La Concepción. / ÁLEX ZEA

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El año que viene se cumplirá medio siglo de la publicación de un libro delicioso. Y no sólo merece este adjetivo porque trate de Gastronomía, sino por el aire de alegría y disfrute de la vida que destila.

Se trata de ‘La hora de comer’, publicado por Enrique Mapelli en la cuidada edición de la Librería Anticuaria El Guadalhorce, de su amigo y compañero de mesa y mantel Ángel Caffarena. El prólogo es nada menos que de Alfonso Canales, otro asiduo de la buena cocina.

El libro describe opíparas comidas por medio mundo del autor, pues no hay que olvidar que Enrique Mapelli, de quien este año se celebra el centenario de su nacimiento, fue un pionero del derecho aeronáutico y como contaba, realizó 348 vuelos entre América y España a lo largo de su vida.

Una de esas comidas, sin embargo, tuvo lugar bien cerca, en la Venta del Túnel, en la compañía de los mencionados Ángel Caffarena y Alfonso Canales. Lo llamativo viene tras ella, porque los tres amigos deciden visitar la abandonada finca de La Concepción, en la que hace lo que puede Francisco Jiménez Díaz, que es quien les acompaña en su ruta por la hacienda y que conoce los nombres en latín de todas las especies.

Los tres amigos pasan por el templete donde se encontraba el Museo Loringiano, ya vacío, aunque por los jardines siguen restos de lápidas, columnas, mosaicos y estatuas.

Enrique Mapelli aprovecha entonces para recordar algo que en el saber popular de Málaga se ha olvidado por completo, aunque está recogido por Manuel Rodríguez de Berlanga, y es que no fueron Jorge Loring y Amalia Heredia quienes iniciaron la colección arqueológica.

Quien la comenzó un siglo antes, hacia 1751 o 1752, fue el malagueño Luis José Velázquez de Angulo, II marqués de Valdeflores, además de académico de la Historia, que empezó a guardar restos arqueológicos en un cobertizo para ganado situado en una huerta en la confluencia del arroyo de los Ángeles con el Guadalmedina, es decir, muy cerca del actual Colegio del Mapa.

Al siglo siguiente, esta huerta pasó a propiedad de Martín Heredia, hermano de Manuel Agustín Heredia, quien cedió las antigüedades allí conservadas a su sobrina Amalia, y así fueron trasladadas a La Concepción. Al matrimonio Loring-Heredia debemos, eso sí, la preservación y ampliación de esta colección que hoy podemos disfrutar en gran parte en el Museo de Málaga. Los libros de Enrique Mapelli, como los de Fernando Rueda, llenos de Historia y sabor.