Crónicas de Málaga

Repensar los museos, volver los ojos al patrimonio

¿Pero debe primar el afán acumulativo de salas expositivas o la calidad? Es evidente que lo segundo. ¿Y qué se vende?

Imagen de una de las muestras del Carmen Thyssen. | ÁLEX ZEA

Imagen de una de las muestras del Carmen Thyssen. | ÁLEX ZEA / José Antonio Sau

José Antonio Sau

José Antonio Sau

Málaga se vende como la ciudad de los museos. Ya lo saben. A cualquiera que haya salido de aquí, de la capital (antes de esta maldita pandemia, claro), le han preguntado, especialmente en Sevilla o Madrid, qué pasa con Málaga, qué pasa con esa efervescencia cultural, con una ciudad que estaba, al menos hasta marzo de 2020, de moda (eso dicen: a algunos vecinos, claro, no les han preguntado). Málaga tiene más de una treintena de museos. Y así se vende. ¿Pero debe primar el afán acumulativo de salas expositivas o la calidad? Es evidente que lo segundo. ¿Y qué se vende? Lo primero. Antes de nada quiero dejar claro que esta columna va a tratar de analizar un aspecto que funciona: los museos, en general, son buenos para la ciudad y tienen un impacto positivo, según los expertos consultados, en su entorno urbano inmediato y en la economía y el empleo locales. Pero ese modelo, que cuesta, dice Lorena Doña, concejala socialista especializada en el asunto, en torno a dieciséis millones de euros al año, también muestra algunos síntomas que requieren de una intervención sosegada y tranquila con el fin de volver a engrasar la máquina. Hay que recordar, claro, que la Junta gestiona el buque insignia de todos los museos, el Picasso, y otro purasangre expositivo: el Museo de Málaga, en la Aduana. Pero hay otros que han venido a la ciudad por el empuje municipal, del Carmen Thyssen al Pompidou pasando por el Museo Ruso. También se gestionan (con muchísima polémica a lo largo de los años) el Centro de Arte Contemporáneo (CAC) o la Casa Natal de Picasso. Al final, que algunas de las firmas museísticas se queden en Málaga cuesta caro. Pero, como decía el responsable de Agencia Pública Casa Natal, José María de Luna, «si vamos a tener que vivir del turismo, prefiero que sea del turismo cultural». Hay razones económicas y de calidad expositiva. Los hoteleros, claro, lo dicen abiertamente: hay que seguir con este modelo. «Indiscutiblemente, hay que mantener los museos», dijo Manuel Camacho, hasta hace pocos meses vicepresidente para Málaga de Aehcos. La cultura es transversal a muchos negocios, desestacionaliza el turismo y atrae un turista de mayor poder adquisitivo (ese mantra que se usa desde hace años por nuestros responsables sin que se sepa muy bien cómo se hace eso). Los hoteleros piden, por cierto, promocionar más y mejor las exposiciones temporales. Y Noelia Losada, responsable de Cultura, decía para ese reportaje firmado por un servidor que todo es replanteable, y más en épocas como esta, y que, estando muy consolidada la política de museos, no tenían que venir más a la ciudad. No hay necesidad de seguir sumando museos como si el orgullo del malagueño estuviera en repetir a Míster Marshall que tenemos más de treinta espacios de esa naturaleza. Ya tenemos varios muy buenos, y la idea sería mantenerlos y mejorar la calidad de sus respectivos fondos, la participación del malagueño en sus actividades (que no es poca en algunos casos). Para eso hay expertos, claro. No lo soy yo. Decía Losada que era la hora del patrimonio, de la Alcazaba y de Gibralfaro, del Cerro del Villar, del Astoria, del subsuelo del Thyssen, con una presencia apabullante de varias civilizaciones, entre otras la romana. Vale. Sí, tiene razón. Es una vía para seguir creciendo en el terreno cultural. Pero para Lorena Doña, por ejemplo, es necesario ordenar todo esto, darle una pátina de transparencia, y hacer un plan director de museos, «no se trata de cantidad, sino de calidad, que los museos dialoguen entre sí, que se desarrolle una coherencia. El importe es de 16 millones de euros al año». Doña está de acuerdo con Losada en que lo de sumar museos debe parar ya, olvidar ese afán acumulativo y transitar la senda de la calidad (me consta que en eso está la mayoría), cada uno de esos espacios la suya. Y, por otro lado, hay que centrarse también en la Alcazaba y Gibralfaro. Y pide más transparencia: de hecho, la edil socialista ha denunciado que el PSOE no forma parte del patronato del Museo Revello de Toro por expreso deseo de la familia. «No me parece muy lógico, este museo ha cumplido diez años, no es normal que la oposición, que representa a la mitad de la población, no tenga capacidad de decisión ni de votación en la gestión de un museo» que recibe 400.522,69 euros al año. A veces invitan a esta edil, pero sólo tiene voz, no voto. Como ejemplo del gran disparate de esta política pone el museo de museos que se llegó a proponer para el Astoria. «Hay que hacer un uso más racional del presupuesto. Por supuesto, no estamos en contra de que haya museos en la ciudad, el buque insignia es el Picasso, y todo lo demás puede apoyar, pero dentro de un discurso». En cuanto al patrimonio, recuerda Doña la situación que atraviesa el Cementerio Inglés, «o la cripta de los Condes de Buenavista, que casi se pierde por 60.000 euros» que podría haber puesto el Consistorio de oficio, siempre según la edil. «Hay que apostar por el patrimonio, que ahora es cero, por cierto, necesitamos un plan de publicidad, de promoción, que los visitantes tengan acceso a la información de lo que tenemos, que en las paradas de autobús el turista sepa dónde bajarse en Carretera de Cádiz para visitar el Ruso, más publicidad en redes y medios». La oposición y la edil de Cultura parecen converger en la idea de una necesaria reflexión y apuesta por el patrimonio. Luego, claro, habrá que actuar.