Solidaridad
De indigentes a voluntarios en una ONG
Miguel y Alejandro son dos de los malagueños rescatados de la calle por OSAH Málaga. Desde hace varias semanas duermen en un hostal y colaboran como voluntarios con la ONG de Carranque
Tras un año viviendo en la calle, Alejandro, malagueño de 26 años, ha cambiado el saco de dormir por una cama en un hostel de la capital.
El joven está muy atento a Miguel, un malagueño de 47 años con una discapacidad intelectual, también alojado en el hostel y al que cuida para que no le falte su medicación y vaya aseado, aparte de administrarle los cerca de 500 euros de paga mensual que recibe.
Muchas noches, además, Alejandro acompaña a un grupo de voluntarios que reparten comida y ofrecen apoyo y orientación a varios indigentes, a los que el joven conoce bien porque ha convivido con muchos de ellos.
«Al verme se ponen contentos, porque yo me llevo bien con todo el mundo y otros se quedan pensativos. Creo que debería ser algo bueno que vieran que yo he podido salir de la calle», confiesa.
Alejandro y Miguel son dos de las cerca de una decena de personas que en los últimos tiempos OSAH (Organización Social de Acción Humanitaria) Málaga ha conseguido sacar de la calle. Una parte de los fondos para este esperanzador programa proviene de una subvención de 10.000 euros de La Caixa, que se emplea, por ejemplo, para pagar desplazamientos en autobús o costear hospedajes.
Como explica Antonio Paneque, el fundador de esta ONG cuya sede principal está en Carranque, «nuestro objetivo es acercarnos a los sin techo, conocerlos, hacerles su informe social y un seguimiento y por supuesto la integración social porque hay que sacarlos de la calle. La calle no es una alternativa», subraya.
Por este motivo, Alejandro ya ha recibido un curso de carretillero, mientras que la ONG está en conversaciones con el Cottolengo para que Miguel, que también se ha convertido en voluntario de OSAH Málaga, pueda ser acogido pronto en esta institución.
Cuando La Opinión los entrevistó la semana pasada, los antiguos indigentes, con el peto de voluntarios, llenaban los carros de comida para preparar la distribución de alimentos para familias necesitadas.
«Me robaron muchas cosas»
«No quiero volver a la calle porque ahora estoy muy bien», confiesa Miguel, que explica que se ha pasado cinco años durmiendo al raso. «Dormí en la puerta del albergue con un colchón, después me fui a la estación de autobuses y como me vieron unos muchachos que están detrás del Eroski, me fui con ellos», resume.
Con cartones y con mantas cuando arreciaba el frío, estos años ha comido gracias a entidades como Corazones Malagueños, los Ángeles Malagueños de la Noche o el Comedor de Santo Domingo.
Eso sí, cuenta que en el día a día en la calle solía quedarse sin ninguna pertenencia, sólo con lo puesto: «Me robaron muchas cosas, la maleta, el bolso con las medicinas, el móvil también...».
Antonio Paneque señala que cuando Miguel llegó a OSAH llevaba varios meses sin lavarse y ahora no hay un día en que no pida la ducha. Además, recientemente ha podido visitar a su madre, después de seis meses sin verla.
El caso de Alejandro es muy distinto, pues una insólita conjunción de Hacienda y el estado de alarma le empujaron a la calle. «Me vine de trabajar unos meses en Alemania con un dinero ahorrado pero al llegar aquí Hacienda me quitó mil y pico de euros y me quedé sin dinero para pagar la habitación. De allí me fui a la Casa de la Buena Vida, donde estuve tres semanas y acabé en la calle. He estado desde marzo del año pasado hasta marzo de este», recuerda.
Alejandro, que no pudo terminar la FP por un accidente de moto y que también ha estado cuatro años trabajando en Francia, explica que se tomó su vida en la calle «de manera positiva, tratando de llevar una vida igual que si estuviese trabajando y con casa: me duchaba todo los días, me lavaba la ropa, he estado de senderismo, de voluntario en la perrera, escribía, leía y siempre tratando de estar solo», comenta, aunque subraya que se ha llevado muy bien con los otros sin techo, si bien una vez, en la misma noche, sufrió dos intentos de robo.
Con lo poco que le quedó del paro se compró un saco de dormir y una tienda de campaña e iba a comedores solidarios. Además, durante el día se apuntó a una biblioteca y pudo leer libros de zoología, también clásicos como ‘La Ilíada’ -«que no me la terminé», dice- y una vida de Sócrates de Xenofonte, y especialmente la Biblia, pues tiene una en propiedad.
Desde hace unos días ha dejado de fumar y tiene claro que le gustaría trabajar «con el torito» en algún almacén, pues ya tiene el carné, o en alguna faceta de ayuda a los demás. De momento, gracias a OSAH Málaga y al igual que Miguel, está a salvo de la calle.
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