Crónicas de la ciudad
El comandante Benítez y el exorno vegetal del Parque
En el centenario de su muerte el monumento que lo recuerda en el Parque está libre ya de una palmera que lo ocultaba pero siguen sobrando algunos detalles.
El acompañamiento botánico que tenga un monumento puede realzarlo o convertirlo en un exitoso ejemplo de camuflaje, con lo que el homenajeado pasa a llevar una vida escultórica bastante discreta, ignorado por sus conciudadanos.
Un acierto fue, por ejemplo, la palmera que acompaña a la estatua sedente de Hans Christian Andersen en la Acera de la Marina. Desde el principio se pensó en que formara parte del monumento, como símbolo de esa Málaga bella, luminosa y exótica que visitó el cuentista danés.
La situación del grupo escultórico en homenaje a Félix Rodríguez de la Fuente en su anterior emplazamiento, los Jardines de Picasso, fue, por contra, un paulatino ejercicio de defensa vegetal, ante los ataques que había recibido la estatua por tarugos émulos de los talibanes, hasta el punto de que el naturalista se encontraba en sus momentos finales en un parapeto vegetal casi infranqueable. Por suerte, en su nueva ubicación, en el parque del Morlaco, está mucho más integrado y sin necesidad de ocultarse tras una línea Maginot de plantas por miedo a algunos chalados.
Al hilo de plantas y monumentos, en julio conmemoraremos el centenario del Desastre de Annual, culmen de una desastrosa carrera colonial de cuyos polvos vendría en parte el lodo de otro mes de julio, pero del 36.
El caso es que, entre los miles de fallecidos españoles en esta derrota en tierras del Rif, se encontraba el heroico comandante Julio Benítez, un malagueño de El Burgo cuya muerte a los 42 años en Igueriben le valdría su nombre al famoso Campamento que hoy aspira a parque y un impresionante monumento de Julio González Polo, inaugurado por Alfonso XIII en 1926 y en la actualidad en el Parque.
En 2018 comentamos en esta sección cómo el héroe de la posición de Igueriben salió por fin de su anonimato, después de que el Ayuntamiento enmendara un ‘exorno’ vegetal que más parecía homenajear a uno de los últimos de Filipinas, por el tupido círculo de palmeras kentias que rodeaba y ocultaba la escultura.
Ese año fue trasladada de sitio una de ellas, con lo ya se puede atisbar algo mejor, aunque ciertamente las palmeras siguen ocultándolo bastante. Como detalle curioso, no sólo las kentias tapan casi todos sus ángulos, además un enhiesto chirimbolo, seguramente relacionado con el riego automático, asoma sin complejos y parece querer tocar al soldado yacente, esculpido en la base de la obra.
En tan significativa obra artística siguen fallando detalles del acompañamiento vegetal.
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