Crónicas de la ciudad

Subir a pie al San Antón, peligroso para los peatones

Pese a las décadas transcurridas, cruzar la urbanización de Pinares de San Antón sigue siendo un riesgo físico para los peatones por la ausencia de aceras en muchos tramos

Uno de los tramos sin acera, con el canal de aguas pluviales a la derecha.

Uno de los tramos sin acera, con el canal de aguas pluviales a la derecha. / A. V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El historiador Edward Gibbon, en su famosa ‘Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano’, recuerda la vida y escasos milagros de una secta cristiana del siglo IV cuyos miembros tenían la insana costumbre de realizar el salto olímpico desde altivos acantilados del desierto, sin que abajo aguardasen las aguas turquesas de Acapulco.

Dado que la práctica siguió proliferando, la agrupación de clavadistas majarones se extinguió con rapidez, informa el preclaro historiador.

Estos sectarios, que parecen salidos de ‘La vida de Brian’, enlazan a través de los siglos con todos los insensatos -entre los que se encuentra el firmante- que tienen la osadía de subir a pie al Monte San Antón con gran riesgo para su físico, dado que ningún vehículo les traslada al pie del cerro.

Como saben, para realizar tan arriesgada ‘operación peatonal’ hay que cruzar un par de pasos de cebra de salida y entrada a la Ronda Este y, lo más arriesgado: subir a pata la urbanización de Pinares de San Antón.

Pese a que esta preciosa urbanización supera el medio siglo de vida, continúa teniendo unas aceras que muchos pueblos perdidos de la España vaciada superan en calidad.

Sobre todo porque, en todos los años que lleva la urbanización entre nosotros, ni siquiera se ha conseguido un tramo continuo de acera en su avenida principal, la de San Antón, para aportar un mínimo de seguridad a los paseantes.

Como símbolo de que tan peligroso es ser peatón en 2021 en este rincón de Málaga que miembro de la mencionada secta de los ‘clavadistas’, estos días se hacen reformas en uno de los chalés de la avenida principal, incluido el muro de la parcela. Por descontado, el muro no se mueve un milímetro y continúa escoltando una cerrada curva, sin que se evidencie un pequeño retranqueo para que pueda caber una estrecha acera.

Suponemos que así lo permitirá la normativa urbanística. El caso es que una vez más, por estas alturas al peatón, ni agua.

La solución en los numerosos tramos sin acera es estar ojo (y oreja) avizor, por si sube o baja en ese instante algún vehículo, el medio principal de transporte en este barrio de cuestas pronunciadas.

Hace 30 años la solución ‘más segura’ para los tramos sin acera era ir andando por el canal de aguas pluviales.

Tres décadas más tarde el canal sigue siendo, dentro de lo que cabe, un modesto seguro de vida. Lo dicho, en muchos pueblos de la España vaciada están mejor que nosotros.