Crónicas de la ciudad

De los negacionistas y el chiste del conductor kamikaze

Los políticos que aún niegan el atentado paisajístico del rascacielos portuario recuerdan al kamikaze que en la autopista cree ver a todo el mundo en dirección contraria

Vista de la Farola y el puerto desde el Hotel Málaga Palacio en 2018.

Vista de la Farola y el puerto desde el Hotel Málaga Palacio en 2018. / ARCINIEGA

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Asegura el biólogo norteamericano Ed Wilson que disfrutamos de un cerebro paleolítico, instituciones medievales y tecnologías de la era espacial.

Tan dispar conjunción quizás explique la persistencia de un grupo de políticos malaguitas que, frente a tantas evidencias empíricas, todavía defienden el rascacielos del Puerto ‘con los ojos cerrados’ (si los mantuvieran abiertos, otro gallo nos cantaría). Son los negacionistas del atentado paisajístico a los que ningún cálculo, recreación o razonamiento les hará bajar del caballo Clavileño.

Y eso que las evidencias empíricas ya son -de momento- cinco informes que desaconsejan seriamente levantar en el dique de Levante esta construcción: las alegaciones del Colegio de Arquitectos de Málaga; el informe de un equipo de expertos de la Universidad de Málaga; dos informes de ICOMOS, el organismo que asesora a la Unesco y el último, el reciente del Ministerio de Cultura. A estos cinco hay que sumar un sexto del profesor Rafael Esteve, que pone en duda la viabilidad económica del ‘edificio emblemático’.

Frente a estos dictámenes, algunos políticos han empleado la cabeza para embestir y, sin ningún desparpajo, prueba ni reparo moral, dudar de la honestidad de los autores de algún informe y hasta de las pruebas matemáticas empleadas. El cerebro paleolítico tiene estas cosas.

Eso sí, ninguna pega pusieron al informe de impacto medioambiental de la Junta de Andalucía. Ya saben que, a su pesar, se ha convertido en una notable pieza humorística del siglo XXI gracias a esta memorable frase: «Determinadas vistas -de la Bahía de Málaga- sí se verán afectadas por la existencia del hotel propuesto, pero son fácilmente modificables en función de la ubicación del observador».

Y así es, si el observador se moviera y, por ejemplo, diera la espalda al rascacielos, dejaría de verlo. ¿Dónde queda el atentado paisajístico? Hagan la prueba con el Málaga Palacio y les ocurrirá igual.

Pues bien, frente a semejante chorrada de proporciones galácticas, el casto silencio de los políticos negacionistas.

Lo cierto es que, hablando de chistes, estos cargos públicos parecen comportarse como el del despistado conductor que escucha por la radio que por su autopista marcha un conductor kamikaze y él niega la mayor y asegura que son ciento y la madre.

El día en que nuestros políticos dejen de ir en dirección contraria descubrirán que tanto informe en contra no es ningún avieso complot sino la lógica reacción ante un colosal atentado paisajístico contra Málaga.