Malagueños en el Ártico (y III)

El Ártico se derrite

Carlos Jiménez, catedrático de Ecología de la UMA, finaliza hoy su narración del trabajo científico que realiza en el archipiélago noruego de Svalbard, con la evidencia de que en el Ártico, el lugar del planeta más afectado por el cambio climático, hay glaciares que han retrocedido entre 4 y 5 kilómetros en 20 años y los cambios también se notan en las comunidades de animales y plantas

Glaciar de montaña o valle que ‘muere’ en tierra.

Glaciar de montaña o valle que ‘muere’ en tierra. / LA OPINIÓN

Carlos Jiménez

En este último artículo sobre nuestra expedición científica a Svalbard de 2021 quiero mencionar algunos de los cambios en el medio natural que he podido comprobar a lo largo de 20 años de trabajo en el Ártico.

Estas modificaciones del medio ambiente, inducidas por el denominado ‘cambio climático’ están forzando no solo a los ecosistemas naturales, sino también al humano y al económico hacia una situación desconocida (y de futuro incierto). Como en todo, hay negacionistas del cambio climático (también los hay del Covid) y no tengo intención de discutir sobre si el ser humano es o no el responsable de los cambios acelerados en el clima (y por tanto en los sistemas naturales y humanos) que están ocurriendo.

El cambio climático es un proceso natural, que a lo largo de la historia del planeta ha llevado a épocas de temperaturas más altas alternándose con épocas más frías. Sin embargo, lo que es innegable es la velocidad a la que están ocurriendo los cambios en los últimos años. Y ahí sí que el ser humano tiene toda la responsabilidad.

El acuerdo de París adoptado en la Conferencia sobre el Clima (COP21), mantenida en dicha ciudad en 2015, contemplaba como objetivo que la temperatura media del planeta no superara los 2 grados centígrados al final de este siglo respecto a la temperatura media de la época preindustrial, y dice textualmente en su versión en castellano «tiene por objeto reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza, y para ello… mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático».

Por el momento parece evidente que dicho objetivo no se va a cumplir de seguir las cosas como hasta ahora. Como dije antes, las consecuencias son, por el momento, imprevisibles. Para Málaga ya existen mapas en los que se detallan las zonas del litoral que se verán inundadas por la subida del nivel del mar.

Pero, aún siendo esto importante, la subida del nivel del mar no es más que uno de los múltiples efectos que el aumento de la temperatura de la atmósfera tendrá en un futuro no muy lejano. La atmósfera es un sistema muy complejo, y con una gran inercia (al igual que los océanos) y, aunque dejáramos hoy mismo de emitir más CO2 del que los océanos, el sistema terrestre y las plantas son capaces de retirar, la concentración de este gas y la temperatura de la atmósfera tardarían años en volver a los valores de hace unas décadas.

Los datos científicos hay que observarlos con una perspectiva temporal amplia. Hay quien se ve tentado a decir, tras un invierno frío, que la temperatura de la atmósfera no está aumentando; igualmente tampoco se puede decir, porque un verano sea más cálido que el anterior, que la temperatura del planeta sube de forma abrumadora.

Todos los procesos naturales tienen subidas y bajadas, y hay que mirar las tendencias (como ocurre con la economía, los índices de las bolsas, los datos del paro …). Y la tendencia es clara, cada vez son más frecuentes los fenómenos atmosféricos extremos, lluvias torrenciales, récords históricos de temperaturas, etc.

En los últimos 20 años viajando al Ártico he observado el retroceso dramático de los glaciares; decir dramático no es una exageración. El principal glaciar del Kongsfjord, donde se encuentra la base científica de Ny-Ålesund, el Kongsvegen (un glaciar del tipo ‘de marea’ o ‘tidewater glacier’), ha retrocedido entre 4 y 5 km en 20 años; algunos de estos grandes glaciares ya no ‘desembocan’ en el océano, sino que ‘mueren’ en tierra, quedando al descubierto suelos y rocas que fueron cubiertas por el hielo hace miles de años. Otros glaciares más pequeños, denominados ‘de montaña’ o ‘de valle’, pierden extensión cada año, quedando ya muy lejos del mar en Svalbard.

Cada vez nieva menos y llueve más, contribuyendo la lluvia a horadar la superficie de los glaciares y acelerar el derretimiento del hielo y de la nieve. El arrastre de tierra por la lluvia enturbia las aguas reduciendo enormemente la luz del Sol que llega hasta los bosques de algas (aparte de cubrir sus láminas – talos en terminología botánica - con una capa de material sólido).

El Ártico es el lugar del planeta más afectado por el cambio climático. Se le denomina el ‘centinela del cambio climático’.

Mientras en otras partes del planeta se prevé un aumento de la temperatura durante este siglo de 2 grados, en el Ártico es de 8-10 grados, debido principalmente al calentamiento del océano, a la reducción del manto blanco que cubre la tierra y el mar y que contribuye a reflejar la luz del Sol (por tanto la tierra y el océano absorben más radiación solar y se calientan más; es como un coche oscuro y un coche claro, el oscuro se calienta más bajo el Sol que el claro). Igualmente, ha aumentado la temperatura de las corrientes marinas que bañan las costas de Svalbard y que circulan entre este archipiélago y Groenlandia.

La capa de hielo que cubre el Ártico es cada vez menos extensa. El fiordo en el que se encuentra Ny-Ålesund no se congela desde 2005. Yo he tenido la oportunidad de ver hace algunos años superficies del océano Ártico congeladas en primavera, que ya no se congelan. Ya hay compañías navieras que atraviesan este océano desde Europa a América, o desde Rusia a Alaska (por mencionar solo un par de ejemplos), porque esas rutas son muchísimo más cortas (y por tanto rentables) que las rutas tradicionales. Este tránsito de buques de gran tonelaje representa un riesgo no calculado para el ecosistema. Los vertidos de combustibles, aguas negras, o de limpieza, o los accidentes que inevitablemente ocurrirán, llevarán una contaminación hasta ahora desconocida a las proximidades del polo Norte.

Están ocurriendo cambios en las comunidades de animales y plantas, sobre todo en las marinas. Un sencillo ejemplo: si cambian las especies de algas (como está ocurriendo), que constituyen el alimento de muchísimas especies de animales, y se hacen mayoritarias otras especies que no son del gusto de esos animales, estos perderán la batalla por la supervivencia frente a otros que estuvieran en menor cantidad o frente a recién llegados de otras zonas más al sur. Así podrían modificarse las pesquerías en la región, con consecuencias económicas y sociales. También es obvio que la reducción en la cantidad de nieve caída y acumulada conlleva cambios en las posibilidades turísticas (¡imaginemos Sierra Nevada sin nieve!).

Aquí no termina nuestra expedición, ahora comienza el complejo trabajo de analizar las muestras, procesar los resultados y difundirlos al resto de la comunidad científica. Esta tarea nos llevará meses de trabajo. A finales del próximo mes de enero o principios de febrero volveremos al Ártico, por primera vez durante la denominada ‘noche polar’. periodo en el que reina permanente la oscuridad ya que el sol está siempre por debajo de la línea del horizonte (en contraposición al verano polar, en el que reina la luz solar las 24 horas del día durante 4 meses).

Con el fin de concienciar sobre el cambio climático tenemos programado, dentro del Aula de Mayores de la UMA, un curso denominado ‘El cambio climático no entiende de edad’, en el que de forma amena y dinámica abordamos este importante reto para la humanidad.

Agradezco a La Opinión esta nueva oportunidad que me brinda para difundir nuestro trabajo en el Ártico, con la doble intención de hacer amena la ciencia a los lectores y de llamar la atención sobre el cambio climático. ¡Hasta pronto!