Crónicas de la ciudad

Los viejos de Málaga y a mucha honra

La palabra ‘viejo’, arrinconada por el absurdo reinado hispano de lo joven, recuperó toda su valía y esplendor en la última entrega de los premios 10 a diez mayores de 55

Foto de los galardonados el pasado jueves con los Premios 10 de la Federación Provincial de Mayores de Málaga.

Foto de los galardonados el pasado jueves con los Premios 10 de la Federación Provincial de Mayores de Málaga. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La moda de lo políticamente correcto ha propiciado que en España adoptemos la gazmoña palabra ‘género’, un invento de los puritanos victorianos del XIX, que tenían horror a escribir o pronunciar la palabra ‘sexo’.

Que un vocablo creado con un propósito tan retrógrado tenga tanto predicamento en España da mucho que pensar de nuestro escaso espíritu crítico cuando se trata de incorporar ‘palabros’ del mundo anglosajón.

En la sociedad de nuestros días, además de ‘sexo’, otra palabra que pierde terreno a marchas forzadas es ‘viejo’. Quizás porque los viejos de nuestra sociedad no están lo suficientemente valorados, ya se ha conseguido que ‘joven’ tenga una connotación positiva mientras que ‘viejo’, sorprendentemente la tenga peyorativa cada vez para más personas, lo que no deja de ser un simbólico triunfo del bótox frente a la arruga.

No es el caso de la Federación Provincial de Mayores de Málaga, que se llama así porque engloba a los mayores de 55 años, y por tanto incluye a malagueños maduros y viejos, a mucha honra, la mayoría de ellos cargados de experiencia y valores.

Lo pudimos comprobar el pasado miércoles durante la entrega en una atiborrada Casa de Álora Gibralfaro de los Premios 10, que cada año otorgan a diez personas ejemplares de 55 para arriba.

Algunos de ellos evidenciaron un espíritu de superación a prueba de bomba, al tratarse de personas que se abrieron camino en la vida pese a partir con la desventaja de no haber podido recibir una educación en su infancia y adolescencia y sin embargo, terminaron logrando el graduado escolar, escribiendo poesía, obras de teatro o novelas.

En otros casos, se trató de personas sencillamente ejemplares, por haber dedicado su vida a los demás y desempeñar de forma magnífica su trabajo.

Fueron el caso, por ejemplo, de Lola Navas, antigua maestra y presidenta de Unicef y desde hace más de una década, presidenta vecinal de La Malagueta, un barrio de Málaga por el que pelea a destajo en los despachos, con unas reclamaciones siempre tan sensatas como necesarias.

O el caso de Cristóbal Salazar, Cristóbal de Churriana, el mayor defensor y divulgador de este antiguo pueblo unido a Málaga desde 1905. O, como él mismo asegura con ironía, el del ‘becario’ de La Opinión, el locutor y crítico de cine Guillermo Jiménez Smerdou, quien a los 93 años volvió a dejar constancia de su sencillez y humildad al ensalzar los méritos de sus compañeros premiados. En suma, que vivan los viejos de Málaga a quienes tanto debemos.