Crónicas de la ciudad

Del Patrimonio Industrial y las clases de refuerzo

La demolición de los dos depósitos de agua del Puerto evidencia, una vez más, que los representantes públicos de Málaga necesitan clases de Patrimonio Industrial

Uno de los dos depósitos demolidos, en una foto de 2013, cuando Apidma solicitó al Puerto el traslado.

Uno de los dos depósitos demolidos, en una foto de 2013, cuando Apidma solicitó al Puerto el traslado. / Gregorio Torres

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Rafael Puertas, el añorado arqueólogo y director del Museo de Málaga, que no se casaba con nadie, contestó en una ocasión a un político malagueño que desdeñó la chimenea de La Térmica -porque aseguraba que estaba hecha con materiales modernos- que era «un inculto de la época de la autarquía».

Por cierto que este político fue el mismo dirigente que minusvaloró el convento carmelita de San Andrés, en El Perchel, al alegar su pobreza artística. Lástima que no supiera que los carmelitas ‘descalzos’ no se caracterizaban por lucir unos Martinelli ni vivir en lujosas estancias. Ahí está San Juan de la Cruz para dar fe de ello, nunca mejor dicho.

La anécdota de la chimenea de la Térmica -felizmente salvada, al igual que el convento, pues no se tuvo en cuenta el criterio de este poco cultivado representante público- evidencia algo que hemos repetido bastante en esta sección y que puede resumirse en esta frase: en cuestiones de Patrimonio Industrial, los políticos de Málaga, salvo honrosas excepciones, son, parafraseando el programa televisivo, unos ‘ilustres ignorantes’.

Lo hemos vuelto a comprobar con la reciente demolición de los depósitos de agua de hormigón armado del puerto, de los años 50. El material de construcción y el año de su ejecución fueron suficientes para que nuestra Autoridad Portuaria, con el ímpetu de un adolescente, se los quitara de en medio y a otra cosa. Hacía ocho años que la Asociación en Defensa de las Chimeneas y el Patrimonio Industrial de Málaga (Apidma) había solicitado al Puerto trasladar uno de ellos para preservarlo, pero lo que se ahorra uno de tiempo, dinero y papeles demoliendo algo sin valor.

Y aquí radica la ilustre ignorancia portuaria, en la línea de otros negociados de Málaga que no están puestos muy al día en las leyes patrimoniales españolas de los últimos 36 años. Estas dejaron de limitar la consideración de bienes patrimoniales a los objetos artísticos o históricos, como recordaba Apidma en un reciente escrito, tras la demolición.

Como pone de ejemplo el presidente de Apidma, el profesor de Historia del Arte de la UMA Francisco Rodríguez Marín, «las chimeneas industriales de Málaga, objetivamente, no son mejores que las de otras localidades. Pero estas están protegidas por ser consideradas testimonio material de una época de esplendor de la historia de la ciudad». Este es el criterio que se sigue en España desde los años 80. El día que el informe Pisa incluya a nuestros ilustres cargos públicos preparémonos para lo peor. Clases de refuerzo, ya.