Crónicas de la ciudad

Del hotel de Moneo y los mamotretos griegos

El hotelón de Moneo entronca con el origen griego de la palabra ‘mamotreto’ que hacía referencia a las abuelas que sobrealimentaban a sus nietos, con insanas consecuencias

El hotel de Hoyo de Esparteros, desde El Perchel.

El hotel de Hoyo de Esparteros, desde El Perchel. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Contemplado desde El Perchel, el hotel de Rafael Moneo encaja a la perfección con el curiosísimo origen de la palabra ‘mamotreto’, que en griego antiguo significaba ‘criado por su abuela’ y hacía referencia a esos niños sobrealimentados, gigantones y rollizos, nietos de abuelas que les consentían todos los caprichos, para indignación de las madres, partidarias de una educación más estricta con el fin de que sus hijos tuvieran una dieta más sana y equilibrada.

En esta historia del siempre sorprendente Urbanismo malaguita, los permisivos han sido nuestros cargos públicos del PSOE y el PP, que hace unos años unieron sus respectivos complejos de inferioridad, su irrefrenable amor de abuelas entregadas, para plantar en el borde del Centro Histórico de Málaga a un niño sobrealimentado que linda con la obesidad mórbida.

La gruesa criatura fue publicitada por nuestros nunca bien ponderados cargos públicos con las palabras con las que realzan todo chirimbolo que atenta contra las normas urbanísticas establecidas: Sería «un hito, un edificio icónico, un referente para Málaga».

Palabras tan vacías de contenido, por mil veces repetidas, en nuestra acomplejada y provinciana ciudad mueven montañas, así que cambiar el criterio en los despachos fue coser y cantar. Lo proyectado era una barbaridad contraria a la salud que se saltaba todas las dietas, de acuerdo, pero el nombre y apellidos del padre de la criatura y el amor de abuela pudieron más que la sensatez.

Como consecuencia, el niño fofo y gigantón, demasiado encorsetado en el solar donde iba a plantar sus carnes, desplomó sus kilos de más por un tramo del Pasillo de Atocha, derribó un palacete con protección arquitectónica de la familia Heredia Loring, antiguo Gobierno Civil y taponó el único reducto de la linde del río por el que se podía atisbar, desde el otro lado del Guadalmedina, la iglesia de San Juan y los edificios del Centro.

No en vano, nuestros trashumantes cargos públicos habían logrado introducir al chiquillo -bien que con calzador normativo- en una parcela que había permanecido con casi idéntica disposición desde finales del XVIII, cuando el Hoyo de Esparteros tenía enfrente el Castillo de San Lorenzo.

Cerca de 230 años manteniendo la línea fueron respondidos por populares y socialistas con este mamotreto icónico, hito referencial del Urbanismo que se estila en Málaga: acomplejado, pueblerino y permisivo con el ‘superior’. Que ustedes disfruten de este niño bien hermoso y que viva el colesterol.