Crónicas de la Ciudad

Un árbol digno de 'El bosque animado’, en El Limonar

En el paseo de Miramar un plátano de sombra está engullendo dos señales y un espejo en una digestión de lustros

El plátano, con las señales a punto de caramelo.

El plátano, con las señales a punto de caramelo.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Una de las novelas más hermosas del siglo XX, precursora del realismo mágico, la escribió un periodista galaico de nariz inquisitiva, que en su vejez se dejó caer por Málaga para ser jurado del premio Costa del Sol de Novela.

El escritor se llamaba Wenceslao Fernández Flórez y como ocurrió con ‘El gatopardo’, la adaptación al cine de su libro fue una grata noticia, porque tanto ‘El bosque animado’, la novela de la que hablamos, como su versión para la gran pantalla son sendas obras de arte.

La fraga de Cecebre, el hogar del bosque animado, arriba a esta sección porque allí cobran vida las moscas, las truchas, las luciérnagas, gatos y raposas y también los árboles se dejan sentir a la par con los humanos y los aparecidos.

Y parece un invento del buen Wenceslao, trasplantado desde la umbría coruñesa a estos lares, un prodigio vegetal al que sólo le falta hablar, porque abrir parece que abre bien la boca.

Lo podemos encontrar en el paseo de Miramar y es uno de esos plátanos de sombra que crecieron a la par con el barrio. Tuvo que plantarse bien entrado ya el siglo XX, porque primero se urbanizó El Limonar y con posterioridad el lado derecho del arroyo de La Caleta. Quizás ya se encontrara entre nosotros hacia 1910, pues tampoco hay gran diferencia de tamaño entre los plátanos del paseo del Limonar, plantados unos pocos años antes, y los de Miramar.

El ejemplar protagonista de hoy es el cuarto por la izquierda si vamos subiendo la calle desde la avenida del Pintor Sorolla.

Se trata de un plátano prodigioso porque, como si de un papamoscas que atrajera el metal se tratara, retiene en sus fauces, a punto de deglutirlo del todo, un manojo de señales de tráfico, hasta el punto de que el arranque del poste ya ha sido engullido por el tronco del árbol.

Todavía sin haberse mimetizado por completo con la platanera, subsisten dos señales de tráfico y un espejo para ayudar a la incorporación al paseo de un aparcamiento subterráneo que hay enfrente. Una de las dos señales se distingue a medias, pues ya ha recibido una certera dentellada arbórea.

Recuerda este proceso a los templos de Camboya en los que no se sabe ya muy bien dónde comienza la piedra y dónde la raíz que en realidad sustenta toda la estructura.

Este plátano oriental malagueño parece una criatura más del bosque animado, un prodigio de la Naturaleza: el ‘árbol fakir’ que traga señales en vez sables. Si alguna vez pasamos junto a él en noche cerrada, seguramente le escuchemos hablar.