Mirando Atrás

Rafael Gómez Brayley, un torero sin fronteras

Salvador Valverde rescata en un libro la fulgurante vida del torero Rafael Gómez Brayley, un ingeniero de sangre neoyorquina y malagueña que se convirtió en el novillero de moda en España con grandes triunfos en sólo cuatro años de trayectoria, al morir en 1913 con 29 años

El familiar del torero, José Luis Rodríguez Palomo, con Salvador Valverde y su libro, en La Malagueta.

El familiar del torero, José Luis Rodríguez Palomo, con Salvador Valverde y su libro, en La Malagueta. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La prensa de la época calcula que cuando murió, acompañaron el cortijo fúnebre desde su cortijo de Vistafranca hasta el Cementerio de San Miguel unas 25.000 personas. «Calle Larios parecía un Jueves Santo, fue tanto el gentío que tuvieron que cerrar las puertas de San Miguel y a pesar de todo la gente saltaba las tapias», describe el escritor e investigador Salvador Valverde Gálvez.

Se refiere al protagonista de su último libro de investigación, ‘Rafael Gómez Brayley. Más allá de la pasión’, que acaba de publicar la editorial malagueña Jákara.

Como explica, fue un artículo publicado en La Opinión sobre el barrio de Vistafranca en 2012 y sus posteriores investigaciones-que dieron lugar a un documental y un libro sobre la muerte de Manuel Báez, Litri, en La Malagueta- los que le descubrieron al torero Rafael Gómez Brayley, nacido en Málaga en 1884 y fallecido a los 29 años, en 1913, tras sólo cuatro años como novillero, aunque dejó un gran poso entre los aficionados de la época.

Fotografía coloreada del novillero malagueño, tomada en un estudio de Sevilla.

Fotografía coloreada del novillero malagueño, tomada en un estudio de Sevilla. / Archivo José Luis Rodríguez Palomo

«Al conocer su figura me dije: este hombre como mínimo merece la pena investigarlo», confiesa.

En la confección de lo que ha terminado siendo un completo libro, repleto de datos novedosos y documentación, le ha sido de gran ayuda José Luis Luis Rodríguez Palomo, que además de nieto de una prima del torero resultó ser su antiguo profesor de Ciencias Naturales en el IES Pablo Picasso, donde estudió.

«Éramos el profesor y el alumno y hemos acabado siendo amigos», cuenta el autor con una sonrisa. Para su antiguo maestro, el libro sobre su antepasado, propietario de la finca que luego dio lugar al barrio de Vistafranca, en la Carretera de Cádiz, «es un sueño cumplido».

El futuro novillero posa a caballo delante de su casa de Vistafranca, en el Camino de Churriana, en 1905.

El futuro novillero posa a caballo delante de su casa de Vistafranca, en el Camino de Churriana, en 1905. / Archivo José Luis Rodríguez Palomo

Rafael Gómez Brayley, de nacionalidad estadounidense, era nieto de un malagueño que emigró a Nueva York. Su padre, nacido ya en la ciudad de los rascacielos, contrajo matrimonio con Mary Brayley, de Búfalo (Estado de Nueva York), proveniente de una familia acaudalada.

Precisamente, entre Búfalo y Málaga pasó su infancia este joven, que estudió ingeniería y que por tanto, «por sus circunstancias personales nada le hacía indicar que se dedicaría tan apasionadamente al mundo del toreo», comenta el autor.

Rafael Gómez Brayley (con el perro), junto a su familia.

Rafael Gómez Brayley (con el perro), junto a su familia. / Archivo José Luis Rodríguez Palomo

De hecho, los toros empezaron para él como una afición que fue creciendo: «Antes de construirse una plaza de toros en Vistafranca toreaba en fincas de amigos, empezó con tentaderos y festivales benéficos y se le dio tan bien que al inicio de su carrera profesional arrolló como un tsunami», subraya Salvador Valverde.

Se estrenó como novillero en la plaza de La Malagueta el 22 de mayo de 1910, en un mano a mano con Gallito chico. «Su debut constituyó un triunfo inmenso, legítimo y colosal», concluyó la prensa ante lo que calificó de «el debut del aristocrático torero».

El estreno en La Maestranza de Sevilla, en agosto de ese año, dejó tan buena impresión entre los aficionados, que como recalca el autor de libro «modificaron el cartel de la Corrida de la Prensa para incluirlo».

En marzo del año siguiente, 1911, se presentó en la antigua plaza de toros de Madrid. Los periódicos hablan de una faena «suave, sosegada, artística e inteligente» y en otro momento de la tarde: «La concurrencia, puesta en pie, aclama al diestro. Sigue dando pases de maestro».

Como pasó en Sevilla, tan memorable fue su debut que la empresa decidió modificar el cartel de la importantísima Corrida de la Asociación de la Prensa de la capital para que apareciera el malagueño.

Recorte de prensa de su debut como novillero en la plaza de toros de Madrid, en 1911, anunciado como «un señorito malagueño que torea».

Recorte de prensa de su debut como novillero en la plaza de toros de Madrid, en 1911, anunciado como «un señorito malagueño que torea». / Archivo José Luis Rodríguez Palomo

A hombros en Madrid

Lo de que arrollara como un ‘tsunami’ no es exageración del investigador, pues salió a hombros en Málaga, Sevilla y Madrid. De hecho, en 1911 se convirtió en el ‘torero de moda’. «Estuvo en boca de todos los aficionados taurinos de España», comenta.

Sin embargo, justo en ese año triunfal empezaron los problemas de salud, un ataque agudo de neurastenia que le llevaría a pasar seis meses en Estados Unidos, donde vivían sus hermanos, para trata de recuperarse.

Los problemas de salud impidieron que tomara la alternativa, fijada para el 20 de agosto de ese año. Reapareció al año siguiente pero en 1913 su estado volvió a agravarse. Le dio tiempo a torear en La Malagueta con un joven Juan Belmonte, en otra tarde triunfal, pero en su última corrida, que tuvo lugar en septiembre del 13 en Almería, «hasta le costaba ponerse la taleguilla porque tenía las piernas inflamadas», recuerda José Luis Rodríguez. El novillero tenía una seria afección cardiaca, sumada a ataques reumáticos. 

Le dieron la extremaunción en la finca de Vistafranca. Allí acudió su hermano Carlos, recién llegado de Búfalo y ante quien se cortó simbólicamente la coleta, como deseaba su familia de América. Falleció el 22 de noviembre de 1913.

En su testamento dejó miles de pesetas para obras de caridad. Matías Lara Larita, compañero de muchas tardes de toros, suspendió una corrida contratada para poder portar su féretro por las calles de Málaga.

Recorte del entierro del torero en Málaga.

Recorte del entierro del torero en Málaga. / B.N.E.

Falleció «a consecuencia de lesión orgánica del corazón», reza su partida de defunción, que se reproduce en el libro. Con este documento se destierra definitivamente un bulo de la época que aseguraba que murió de tuberculosis.

La obra, con gran profusión de carteles y fotos antiguas restauradas por el editor de Jákara, Paco Olalla, incluye un anexo sobre ‘Félix Assiego y los toreros señoritos’ de la época, y un epílogo del matador de toros Pepe Luis Martín. «El libro tiene momentos muy divertidos, dramáticos, emotivos, anécdotas... creo que gustará tanto a los aficionados como a los amantes de la Historia de Málaga», cuenta Salvador Valverde. Faena cumplida.