Memorias de Málaga

El callejero y sus sorpresas

El callejero municipal es lo suficientemente ‘atractivo’ como para que un señor decidiera marcharse a vivir a Málaga en cuanto llegara la jubilación sólo por el nombre de calles como Cinco Bolas, el Carril de los Niños o calle Duende

Celebración del Potaje Perchelero en la calle Ancha del Carmen, en 2016, con la iglesia del Carmen al fondo.

Celebración del Potaje Perchelero en la calle Ancha del Carmen, en 2016, con la iglesia del Carmen al fondo. / Arciniega

Guillermo Jiménez Smerdou

El otro día, buscando en mi biblioteca una novela policiaca porque el cuerpo o la mente me lo pedía, y no hallar ninguna que me interesara releer, me acordé no sé si de un chiste o suceso acaecido. Me inclino más por el chiste.

Un abuelo un poco ido por razones de edad le pidió a su nieto que le diera una novela policiaca porque le apetecía leer. Como el abuelete no andaba muy bien de la mollera, y en la casa no había ninguna novela policiaca ni de otro género, resolvió el encargo largándole la guía telefónica porque entonces la Telefónica regalaba a sus abonados cada año la guía en la que se reseñaban los nombres, domicilios y números de los abonados. Hoy las guías han desaparecido porque la privacidad manda: no se pueden publicar ni los nombres, ni los domicilios, ni los números de teléfono… aunque a mí cada dos o tres días me llaman para que cambie de compañía de seguros, de empresa suministradora de energía eléctrica, de móvil, que compre anchoas de no cito qué marca, vino de Rioja… Cómo conocen mi número de teléfono si yo no se lo he facilitado a ninguna persona ni a ninguna empresa -y que me llaman a la hora de la comida o la cena- lo ignoro. Mi privacidad está en manos de muchas empresas. Un amigo al que le pasa otro tanto de lo mismo, cuando lo llaman a horas intempestivas empresas o personas desconocidas, responde con una frase contundente: «Ha llamado al depósito de cadáveres. ¿En qué puedo servirle?».

El callejero y sus sorpresas

Las bolas que dan nombre a la calle Cinco Bolas, en una foto de archivo. / Guillermo Jiménez Smerdou

Volviendo a la guía telefónica que el nieto le dio a su abuelo que le pidió una novela policiaca, al rato de habérsela dado en lugar de la novela, el abuelo lo llamó y le devolvió el libraco con estas palabras: «Esta novela tiene muchos nombres. Me aburre».

Como yo no tenía una novela a mano opté por coger de la biblioteca el callejero de Málaga, precisamente el que editó La Opinión hace varios años, documento de gran utilidad y que de vez en cuando consulto para localizar una calle o una plaza. Y me entregué a su lectura en sustitución de la novela policiaca que me apetecía leer. El callejero de Málaga es muy variado y curioso.

Por ejemplo, una calle lleva el nombre de Ancha del Carmen cuando la calle ha dejado de ser ancha; en compensación, en el mismo sector, está la calle Angosta del Carmen. Hay un Paseo del Limonar donde no hay ni un solo limonero en su arboleda, y una calle amplia con construcciones modernas, conserva su origen: Callejones del Perchel.

El nombre de las calles

En estas mismas páginas de La Opinión publiqué hace unos años la curiosa historia de un señor que por razones de trabajo se desplazaba a Málaga dos o tres veces al año. Lo conocí no recuerdo cómo, pero sí lo que me confesó. Me dijo que cuando se jubilara se vendría a vivir a Málaga. Yo pensé que ese deseo o ilusión era por el clima de la ciudad, por el ambiente que se respira, los bares y restaurantes (entonces no había museos)… La respuesta fue tan sorprendente como original. Me dijo que en una ciudad en la que hay calles con nombres como Valle de los Galanes, Ancla, Duende, Carril de los Niños, Cinco Bolas, Arroyo de los Pilones… se tenía que vivir muy bien. Han pasado muchos años y no sé si llegó a cumplir su deseo.

Repasando el callejero, efectivamente la denominación elegida para muchas calles, plazas, rincones, pasajes… que están en el callejero invitan a fantasear, soñar, disfrutar…

Si uno transita por las calles Ollerías, Calderería, Panaderos, Carretería, Cerrojo, Esparteros, Cenacheros, Canasteros, de las Aceitunas… evoca el pasado de la ciudad, cuando en esas calles estaban establecidos los fabricantes de ollas, las panaderías, los caldereros…, calles gremiales que el tiempo fue borrando y de las que quedan solo los nombres.

Hoy, el que necesita una olla no va a la calle Ollerías sino a una gran superficie. Pero las denominaciones se conservan porque forman parte de la historia de la ciudad.

El origen de otros nombres también son conocidos (hay libros que cuentan las historias de cada una de las calles de la ciudad) pero otros obedecerán a circunstancias quizá desconocidas o de historias o leyendas ciudadanas, como la calle Duende, Pito, Comisario, Agua

Los accidentes geográficos o la configuración del terreno posiblemente dieron lugar a otros nombres, como calle Alta, Postigos, Postigo de los Abades, Cobertizo del Conde, Ciprés de la Sultana, Banda del Mar… o la calle Arenal, que responde al lugar donde se le construyeron varios edificios: un arenal de la playa de la Malagueta. Parece ser que los técnicos de uno de los edificios no tuvieron en cuenta lo de ‘arenal’ y hubo que demoler parte de la edificación porque el suelo era eso, un arenal, y los cimientos tenían que ahondar más.

Desapareció del callejero al producirse la unión del Parque y la Alameda una curiosa denominación: Boquete del Muelle, que hoy es Molina Lario. Pero para que el símil no se pierda, se conserva una calle que responderá a algún motivo que lo justifique: Agujero. Algunos pasillos -Atocha, Cárcel, Natera…- fueron objeto de cambio convirtiéndose en avenidas, como La Rosaleda, Fátima… aunque permanecen el de Santa Isabel y Guimbarda.

La existencia de dos calles en el centro de la ciudad - Fresca y Beatas - inspiró a alguien a una dudosa interpretación. Decía que en la calle Fresca, por su proximidad con la Catedral, vivían las beatas, y en la calle Beatas, las frescas o mujeres de vida licenciosa.

En el callejero hay una calle capicúa: Calle Nicasio Calle. No se trata de un error. Es que se le dio el nombre de un señor que se llamaba Nicasio Calle. Pero en el rotulado se insertó la preposición «de» y no ha lugar a comentario alguno; Calle de Nicasio Calle. El señor Calle fue un prócer de la vida malacitana del siglo XIX.

Uno de los nombres más curiosos de nuestro callejero es Compás de la Victoria; no se relaciona ni con la música ni con la geometría. Compás es, aparte de los compases o ritmo de la música y el utensilio para trazar circunferencias, el atrio o entrada a una iglesia o un convento, en este caso, la parroquia o santuario de la patrona de Málaga.

Carriles, condes, marquesas

En Málaga hay muchas calles dedicadas a gente de la nobleza o con títulos nobiliarios. Los condes son los más numerosos. Hay calles dedicadas a los condes de Cheste, Godino, Ureña, Lemos, de Las Navas, Guadalhorce, Conde Duque de Olivares… y a un innominado conde que debió tener mucho poderío porque existen dos vías que le recuerdan, como Carril del Conde y Cobertizo del Conde.

En la lista figuran marqueses, duques, marquesas, condesas… y un marqués a secas. Se conservan las denominaciones antiguas del Carril de la Chupa, Carril de los Niños… y la calle Carril.

Los periodistas

Los periodistas hemos sido muy favorecidos en el callejero de la ciudad. En lugar de ser todos apelotonados como los vinos (en Mangas Verdes), los músicos (barriada de La Paz y Centro de Transportes), las advocaciones de la Virgen (Carranque)… los responsables de la elección de calles a rotular, optaron por repartirlos por todo el término municipal. En la Malagueta está la dedicada a Leovigildo Caballero; Benito Marín tiene la suya en Capuchinos; en Olletas está la de Juanito Cortés; a Juan Antonio Rando le dieron su calle en San Julián; en Puerto de la Torre tiene su calle Victoriano Lomeña; Andrés Mellado es recordado por El Candado… y Miguel Rosado, Juan Nicolás Pérez, Francisco Fadón, Julián Sesmero, Rafael de Loma, Joaquín Marín, Andrés García Maldonado… en diversos sectores de la ciudad. Que no quede ni un barrio o sector sin un periodista, aunque sigamos quejándonos de las deficiencias del acerado, de la iluminación y de la tardanza en la recogida de basuras.

A los que han sido alcaldes de Málaga en distintas épocas, al igual que los periodistas, se les aplicó el mismo sistema: repartirlos de forma que ninguno resulte favorecido. En casi todos los casos, sus nombres van precedidos del cargo que desempeñaron: Alcalde Enrique Gómez Rodríguez, Alcalde Díaz Zafra, Alcalde Narciso Briales…

Con los obispos pasa lo mismo: primero Obispo, y después su nombre… salvo uno que quedó solo en calle del Obispo. Con su nombre aparecen cuarenta y tantos. Nuestros munícipes fueron generosos con los prelados de la sede malacitana. Hay nombres tan respetados como don Ángel Herrera Oria, Molina Lario, Alonso de Santo Tomás, Spínola, Muñoz Herrera… que a la par de cumplir su misión como tal se distinguieron en obras de gran repercusión social.

Pensadores, filósofos…

En el entorno de la Universidad privan nombres de filósofos, pensadores, oradores… Al recorrer las calles con nombres tan retumbantes como Plutarco, Píndaro, Sócrates, Cicerón, Demóstenes, Platón, Eurípides… uno se siente apabullado entre tanto saber que nos legaron, que estudiamos en la época del bachillerato y que hoy no nos acordamos de ellos ni de sus enseñanzas. Nuestro callejero hace justicia a toreros, actores y actrices de teatro, médicos, pintores, corregidores, arquitectos, ingenieros, abogados, concejales, emprendedores, militares… y no olvida a las ciudades y pueblos de la provincia desde Antequera (Camino de Antequera), Frigiliana, Cómpeta, Atajate, Vélez-Málaga, Ronda… También se ha acordado a la hora de elegir nombres para calles y plazas de los ríos de la provincia, de los arroyos, de las capitales de provincias, de naciones… En mayor o menor número, todos los estamentos están representados en el callejero.

En el afán de darle lustre a algunas denominaciones a veces nos pasamos convirtiendo calles en avenidas, porque para darle la categoría de avenida la calle o vía debe ser ancha y con árboles a ambos lados. Pero eso es peccata minuta, como seguir utilizando plaza para dos puntos que dejaron de ser plaza, como Arriola y Teatro.