Crónicas de la Ciudad
El histórico y degradado Lagar del Cañaveral
La alicaída hacienda, ligada a los dominicos durante siglos, bien podría suponer para el Puerto de la Torre lo que el convento de La Trinidad cuando se rehabilite
Alfonso Vázquez
En mayo del año pasado, en pleno confinamiento, la sección Mirando Atrás volvió a darse una vuelta por el Cañaveral de los Frailes, el cortijo del Puerto de la Torre ligado durante siglos al Convento de Santo Domingo, hasta que en 1836, con la desamortización, se puso a la venta. Entre sus siguientes propietarios estuvieron el arquitecto municipal Rafael Mitjana y en la mayor parte del siglo XX la familia Torres, hasta que en 2000 lo compró una empresa.
La finca, surgida a raíz de los Repartimientos de los Reyes Católicos, que la cedieron a los dominicos, era originalmente inmensa: en el siglo XIX iba desde la actual Colonia de Santa Inés a la Venta de San Cayetano, así que está en el origen de muchos barrios de Málaga.
Lo que antes eran tierras de labor junto al arroyo de las Cañas, hoy es una zona de Málaga en completa expansión, llena de bloques nuevos blancos (el color de moda en la construcción) y grúas.
Subsiste, eso sí, en idéntico estado que a finales del XIX -cuando el entonces Lagar del Cañaveral reinaba solitario junto a una docena de casas pasado el Puerto de la Torre- un camino de tierra que, como contraste, sale de la moderna avenida Rocío Jurado.
El camino polvoriento conduce en menos de un minuto a este antiguo lagar cargado de historia y que el actual PGOU ha tenido a bien incluirlo en el catálogo de edificios protegidos y además con la máxima protección.
Pese al amparo normativo, la cortijada se asemeja hoy a un cascajo lleno de achaques y desperfectos. Y desde el punto de vista arquitectónico, una cebolla con capas de los diferentes siglos de su construcción: muros de mampostería y ladrillo de los siglos XVI o XVII; restos de decoraciones murales del XVIII y la fachada del XIX, con la reja de la puerta principal con la fecha de la reforma: 1874, el año del final de la I República y el regreso de la Monarquía con Alfonso XII.
El Lagar del Cañaveral -nunca fue convento, quizás sí finca de retiro de los dominicos, aunque no hay documentación- será, cuando el PGOU se haga efectivo, un edificio protegido que servirá de equipamiento, siempre que el estado de ruina no obligue a quedarnos sin él.
Eso sería una auténtica tragedia para el barrio, porque con toda la historia que albergan sus muros, bien podría ser lo que el Convento de la Trinidad a su barrio, un gran edificio histórico y equipamiento.
Como recuerda el profesor Francisco Rodríguez Marín, se podría recuperar para tenencia de alcaldía o instalaciones sociales. Todo menos perderlo.
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