Málaga, 1934

Gabriela Mistral en la Sociedad Económica

La poetisa chilena, Premio Nobel de Literatura en 1945,

fue invitada por Porfirio Smerdou para impartir dos conferencias en Málaga en abril de 1934

Gabriela Mistral en la Sociedad Económica

Gabriela Mistral en la Sociedad Económica / L. O.

Enrique Benítez

Enrique Benítez

Durante el primer tercio del siglo XX, hasta la guerra civil, la Sociedad Económica de Amigos del País se convirtió en uno de los principales focos de la actividad cultural y artística de Málaga, y casi de Andalucía. Haciendo honor al lema de su fachada -niega al perezoso, socorre al diligente-, la Económica, como es conocida popularmente incluso en nuestros días, organizaba constantes actividades para la ciudad, en contacto estrecho con las más avanzadas tendencias de la época.

El 1 de enero de 1931 sería nombrado Cónsul Honorario de México en Málaga don Porfirio Smerdou, tan conocido y querido por la población malagueña, gracias a su papel en la guerra civil. El hecho se debe, según ha desvelado Leandro Álvarez en su libro sobre Andalucía y la guerra civil, a la estancia en la ciudad del expresidente interino de México, el licenciado Emilio Portes Gil, que decidió establecer en Málaga un Consulado Honorario. Ofrecido primero a José Smerdou, éste declinó en su hijo, que de inmediato puso en marcha un ciclo de actividades para promover el conocimiento de México.

Una de ellas trajo a Málaga, a mediados de abril de 1934, a la poetisa chilena Gabriela Mistral. Nacida en 1889, sería galardonada en 1945 con el Premio Nobel de Literatura, el primero para una escritora en castellano. Por aquellas fechas, Gabriela Mistral era una escritora muy conocida por su obra poética, pero también por su activismo en favor de la educación pública. En 1922 había publicado Desolación -que acaba de ser rescatado en España por la granadina editorial Valparaíso, con estudio preliminar de Remedios Sánchez-, y en España ejercía de cónsul en la legación diplomática chilena en Madrid.

Gabriela Mistral viajó a Málaga para impartir sendas conferencias en la Económica, organizadas por Porfirio Smerdou. La primera sobre Chile, su país, el 17 de abril, y la segunda sobre México, el día siguiente, país de su anfitrión, que ella conocía bien por haber sido invitada, también en 1922, por el venerado José Vasconcelos, ministro de educación y uno de los grandes impulsores de la extensión educativa popular en aquellos años.

Las conferencias de Mistral

Lucila Godoy Alcayaga gana en 1912 los Juegos Florales de Santiago de Chile. Ha presentado los Sonetos de la muerte, que luego formarán parte de Desolación, bajo el sobrenombre de Gabriela Mistral: Gabriela por Gabriel D’Annunzio, y Mistral por el poeta provenzal Fréderic Mistral. Desde entonces será ya para siempre así.

Llega a Madrid procedente de Puerto Rico, en julio de 1933. Había sido cónsul en Nápoles, donde ni quiso ni la dejaron ejercer el consulado. No quiso por la Italia fascista, a la que se oponía, y no pudo porque le negaron la posibilidad, por ser mujer. Los medios la recibieron con expectación: fue entrevistada por ABC, El Sol y La Libertad, según ha investigado Douglas Barry. Sus años madrileños los ha estudiado con su habitual rigor y elegancia Anna Caballé: lo que no sabía la Mistral en 1934 era que tendría que abandonar también España en 1935, rumbo a Lisboa, por la filtración en Chile de una carta privada en la que no dejaba en buen lugar a los españoles. Su puesto tenía demasiados pretendientes, y la mujer mestiza que era Mistral no era bien considerada, además, en unos círculos literarios chilenos dominados por Vicente Huidobro y Pablo de Rokha.

Su presencia en Málaga es cubierta por la prensa. El Popular saca una entrevista a cargo de Diego de Alcalá, amplia e informada. Por su parte, La Unión Mercantil publica sendas reseñas de sus conferencias. La segunda conferencia, titulada Breve descripción de Chile, tendría además un cierto recorrido. Un acápite se publicaría el 18 de septiembre de 1934 en el diario chileno El Debate, con motivo de las Fiestas Patrias del país. El documento original con el texto completo se puede consultar, digitalizado, en la Biblioteca Nacional de Chile, en el archivo de la escritora. Y la conferencia completa fue publicada en 1957 en un volumen con otros escritos, de manera que es un texto muy conocido y accesible.

El 18 de abril aparece la primera reseña en La Unión Mercantil. Ocupaban la presidencia don Emilio Baeza Medina (presidente de la Económica), don Alberto Insúa (gobernador civil de la provincia), don Carlos Gao (en representación de la Sociedad Malagueña de Ciencias), don Salvador González Anaya (presidente de la Academia de Bellas Artes), el director del Conservatorio Oficial de Música (don Luis López) y una nutrida representación social, además de los cónsules de México, Chile y otras repúblicas americanas. En su segunda conferencia, dedicada a México, la escritora utilizó proyecciones de monumentos, plantas y tipos mexicanos, además de audiciones gramofónicas de canciones populares. Un verdadero ejercicio de pedagogía para dar a conocer el que había sido su país adoptivo.

La conferencia sobre Chile, se ha dicho, fue más académica, y ha llegado hasta nuestros días. Habla en ella del nacimiento de la patria, de los seculares conflictos con el Perú -poco se sabe, y ella no lo dijo, que Lima estuvo ocupada por tropas chilenas entre 1881 y 1883-, del Desierto de la Sal, del Llano central, de Santiago, la de Valdivia, y del trópico frío.

«Nuestra historia puede sintetizarse así: Nació hacia el extremo sudoeste de la América una nación obscura, que su propio descubridor, don Diego de Almagro, abandonó apenas ojeada, por lejana de los centros coloniales y por recia de domar, tanto como por pobre. El segundo explorador, don Pedro de Valdivia, el extremeño, llevó allá la voluntad de fundar, y murió en la terrible empresa. La poblaba una raza india que veía en su territorio según debe mirarse siempre: como nuestro primer cuerpo que el segundo no puede enajenar sin perderse en su totalidad. Esta raza india fue dominada a medias, pero permitió la creación de un pueblo nuevo en el que debía insuflar su terquedad con el destino y su tentativa contra lo imposible. Nacida la nación bajo el signo de la pobreza, supo que debía ser sobria, super laboriosa y civilmente tranquila, por economía de recursos y de una población escasa».

La Unión Mercantil escribe una crónica entusiasta, en la que dice que la conferencia ha sido «un perfecto estudio geográfico, histórico, étnico, industrial y moral de Chile», y que la descripción magnífica de la Patagonia es «una reivindicación de aquel territorio, tan mal estudiado y conocido por todo el mundo». Tras las reseñas, el día 20 de abril llega la completa entrevista en El Popular, en la que se abordan otros temas de gran interés. Gabriela Mistral había sido nombrada en 1925 para el puesto de secretaria de la representación chilena ante el Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra, antecedente de la Unesco. Y entre sus temas de interés estaba la lucha contra las ediciones clandestinas, o la «rapacidad de los editores».

Diego de Alcalá es el periodista que firma en El Popular. Aparece en portada en una foto con la escritora, el 20 de abril. Se titula su texto Perfil y tránsito de Gabriela Mistral. Hablan de las ediciones sin permiso: la autora declara que su libro Desolación fue publicado en Barcelona con otro título, Nubes blancas, y que en Chile se había puesto en marcha un «registro mediante el cual se ponía un dique a las ediciones clandestinas». La idea cristalizó en ley doce años atrás -comenta- y desde entonces «cualquier autor que inscriba sus obras en dicho registro tiene garantizado el respeto a la propiedad en toda la República chilena».

Una imagen de Gabriela Mistral.  | L.O.

Una imagen de Gabriela Mistral. | L.O. / Enrique Benítez

Interpelada sobre novelistas y poetas modernos españoles, responde Gabriela Mistral que «en Chile, un estudiante de Liceo conoce mejor la literatura clásica española que cualquier otro de tercer año de España», y menciona la predilección por autores ya menospreciados en nuestro país, como Gracián o Ángel Ganivet. Desvela el buen conocimiento de la Generación del 98 -Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Gabriel Miró-, mientras que de la nueva generación cita a Jarnés, Marichalar y Ramón de la Serna. Mención aparte merece la poesía: «el Romancero Gitano de Federico y algunos otros de sus versos son, no sólo muy leídos, sino imitados por nuestros poetas». También la Revista de Occidente es importante, y califica su labor como «formidable».

Más adelante, escribe Diego de Alcalá que «la eminente poetisa lamenta el desconocimiento casi absoluto que se observa en España de los escritores y poetas de Hispanoamérica. Próximamente, en junio, llegará a España, como adjunto al consulado en Barcelona, uno de sus valores más representativos, Pablo Neruda, de quien Ricardo Baeza ha hecho encendidos elogios».

Termina la pieza con un colofón: «Gabriela Mistral ha penetrado el sentimiento adormecido de España, llegando a ella como a tierra de promisión predispuesta para recoger las palpitaciones de la inquietud poética y literaria de Hispanoamérica. Bienvenidas sean sus carabelas y su fructífera misión en este occidente irredento».

Esta larga entrevista permite reflexionar sobre la asimetría de relaciones entre España y sus antiguas colonias, ya países independientes. Pocos años después de la gran Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929, y más allá de un puñado de nombres, la circulación de obras y lecturas mostraba una cierta condescendencia, cuando no apatía y desinterés. Las dos orillas, unidas por la lengua, separadas por el orgullo.

Mistral y Victoria Kent

Se sabe, gracias al trabajo de Elizabeth Horan, Carmen Urioste y Cynthia Tompkins, y a la fantástica labor de la editorial Renacimiento, que Gabriela Mistral y Victoria Kent se conocieron en Madrid en el año 1934. La publicación de la correspondencia entre Mistral, la Kent y Victoria Ocampo (Preciadas cartas, 1932-1979) es una obra singular que permite conocer en su más íntima dimensión la complicidad que se estableció, pese a sus escasos encuentros físicos -apenas siete a lo largo de sus vidas- entre la escritora chilena y la política española. En el archivo digitalizado de la escritora se pueden consular algunos ejemplares de esta maravillosa correspondencia, una forma de comunicación muy querida para Mistral. Sus cartas a Doris Dana, secretaria, compañera y a la postre albacea de sus obras, fueron asimismo recogidas por Pedro Pablo Zegers en un volumen de título hermoso y evocador: Niña errante (Lumen). También la profesora Francisca Montiel ha reunido y editado otra parte de su correspondencia (De mujer a mujer, Fundación Banco de Santander), esta vez con notables mujeres españolas como Zenobia Camprubí, María Zambrano o Maruja Mallo.

Hay al menos tres cosas que deben destacarse de la relación entre Gabriela Mistral y Victoria Kent. La primera es la sensible y admirativa semblanza que escribe Mistral para la revista Atenea, poco antes de las elecciones de febrero y marzo de 1936, que darían la victoria al Frente Popular, y publicada en mayo. «Victoria Kent hace visible en su vida un estilo; y éste es el de la escuela hispana del futuro: una eficacia aliada a la fineza; una profundidad antigua vetada de una modernidad expurgada». Continúa luego: «Victoria Kent resistió la embriaguez del vino generoso o de café negro que es la demagogia sufragista sajona o latina; sabe que no se trata solamente de que las mujeres votemos, sino de que no lleguemos hasta ese campo tremendo del sufragio universal a duplicar el horror del voto masculino analfabeto».

La segunda cuestión a resaltar es el apoyo que da Gabriela Mistral a Victoria Kent tras la guerra civil, comprometida como estaba desde siempre con la causa de la República española, y con la causa de sus mujeres. Como ha destacado una de sus mayores investigadoras, Elizabeth Horan, «Gabriela Mistral cumplió su promesa de donar las ganancias de Tala [su tercer poemario, publicado en 1938] a instituciones de ayuda a los niños refugiados de España. Los fondos que Mistral enviaba a Victoria Kent, que equivalían a un tercio del sueldo anual de la cónsul chilena en 1939, se destinaban no sólo a los huérfanos vascos o catalanes, sino a centros de atención a los niños refugiados españoles en París. Victoria Kent fue escrupulosa, enviando recibos. No se podía encontrar una republicana más ardiente: Kent también devolvió el pasaporte que le envió el cónsul chileno, que le daba permiso para entrar en México como exiliada política. Kent rechazó el término ‘exilio’. ‘¿Por qué se tiene miedo a la palabra ‘emigrante’?’, preguntó a Mistral. ‘Emigrante político es el título más honorable que podría lucir’».

Y, finalmente, en su último poemario, titulado Lagar (1954), aparece Mujer de prisionero, intenso cúmulo de versos dedicado, precisamente, a Victoria Kent.

En la tumba de Gabriela Mistral, en Montegrande, la tierra de su infancia, se puede leer su epitafio: «lo que el alma hace por el cuerpo / es lo que el artista hace por su pueblo».