Crónicas de la ciudad

El Día de los Inocentes y su reflejo en el majarón local

Para un día como hoy recopilamos algunas bromas ejecutadas por recordados majaras autóctonos a lo largo de generaciones y que gestaron inocentadas todo el año

El majarón malagueño, al lado del malafollá granaíno, este último, libro pionero de la ‘antropología humorística andaluza’.

El majarón malagueño, al lado del malafollá granaíno, este último, libro pionero de la ‘antropología humorística andaluza’. / A. V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Para la realización del ensayo humorístico ‘Teoría del majarón malagueño’, publicado en 2007 y que proseguía la senda trazada por el recordado José García Ladrón de Guevara en su obra magna ‘La malafollá granaína’, el autor de estas líneas estuvo un año previo como la hormiga del cuento, con las antenas bien puestas mientras iba recopilando, de testigos diversos, gestas majaras, muchas de ellas protagonizadas por majarones insignes que contaban con calles, avenidas y monumentos a su nombre en Málaga, pues el majarón y su ejemplar supino, el ‘majarón perdío’, no entienden de barreras socioeconómicas, profesionales, cargos ni de sexo.

Hoy, Día de los Inocentes, evocaremos algunas bromas majaras, con la particularidad de que algunas de ellas -no todas-fueron realizadas por recordados hermanos mayores de cofradías señeras, nueva evidencia de la ‘transversalidad’ de la majaronez malaguita.

A esta categoría cofrade perteneció un malagueño que en los años 60 se ofreció a recoger la maleta de un amigo que, tras la boda y el bodorrio, debía partir raudo en viaje de novios. El atento hermano mayor vació la maleta y en su lugar recopiló los objetos más inútiles, entre ellos unas babuchas de la suegra. Inexplicablemente, cuando el novio abrió la maleta en la ciudad de destino dejó de hablar al amigo.

No rompió relaciones un canónigo de la Catedral, con calle en su castellano pueblo natal, que acompañó a otro hermano mayor malagueño en una partida de salvamento, en barca, durante unas inundaciones en los años 50. En un momento de la larga noche la embarcación arribó a una tienda de ultramarinos y mientras el religioso asistía a los damnificados, el cofrade aprovechó para meterle un queso de bola en la sotana y afearle el supuesto hurto.

Otra hazaña, esta vez con un doctor nacido en Málaga como hacedor, tuvo como escenario un congreso médico en Madrid: el galeno aprovechó un receso del somnoliento cónclave para untar con queso de Cabrales las manillas de los coches de sus colegas, que al subir a sus vehículos palparon la pestilente evidencia.

Para terminar, una broma del XIX que protagonizó por la ‘nueva’ calle Larios un grupo de jóvenes de buena familia, famoso por no dar un palo al agua, que organizó un pomposo entierro. El paso de la comitiva acalló a los bullangueros peatones. A más de uno le dio el corazón un doble mortal cuando del ataúd salió de repente un mozuelo saludando con su sombrero de copa.

Feliz Día de los Inocentes.