Memorias de Málaga

Estampillados de Málaga

Con el nombre de ‘estampillados’ se conocían a los militares que en la Guerra Civil fueron habilitados provisionalmente a un empleo superior. De ahí surgió la figura de los conocidos alféreces provisionales

Barriada de Nuestra Señora de la Victoria o de Haza Cuevas, con las calles dedicadas a alféreces.

Barriada de Nuestra Señora de la Victoria o de Haza Cuevas, con las calles dedicadas a alféreces. / Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Mi pregunta puede obtener respuesta por parte de algún malagueño o residente en Málaga que supere los cien años de edad y que fuera un estampillado. Quizás algunos de mis lectores habituales conozcan el doble sentido de esta palabra. Si recurre a un diccionario moderno de la RAE encontrará una definición clara: acción y efecto de ‘estampillar’. Y estampillar es, huelga la aclaración, marcar con estampilla, y la estampilla es un sello que contiene en facsímil la firma y rúbrica de una persona, o bien un letrero para estampar en ciertos documentos.

Pero si recurre a una edición más antigua de nuestro diccionario –la edición de 1992, por ejemplo- la definición es otra: «Decíase, durante la Guerra Civil (1936-1939) y en la zona nacional, del jefe u oficial habilitado para el empleo superior. También de los civiles designados para funciones militares».

Por eso me pregunto si en Málaga hay algún superviviente que en el periodo 1936-1939 fue un estampillado.

En la España nacional hubo muchos estampillados. Ante la falta de militares y la necesidad de formar jóvenes capaces de asumir responsabilidades en los frentes de guerra, el mando optó por darle un empleo superior a soldados, cabos, sargentos, brigadas… a los que se les denominó, para diferenciarlos de los que eran titulares de esos grados, como provisionales. Sargentos provisionales, alféreces provisionales… Pero en el lenguaje coloquial se les conocía por ‘estampillados’.

Al finalizar la contienda civil, muchos provisionales o estampillados permanecieron en la milicia porque sus vidas habían sido truncadas. Miles de jóvenes, después de dos o tres años en la milicia, se encontraron desplazados; unos, con enormes esfuerzos, reanudaron sus estudios, como finalización del bachillerato, carrera de comercio, magisterio…

De los que siguieron en la milicia poco a poco volvieron a la vida civil accediendo a los puestos de trabajo de los nuevos organismos creados, como la Junta de Abastos, Servicio Nacional del Trigo, Servicio de la Madera, Fiscalía de Tasas, Auxilio Social, Sindicatos Verticales, delegados de Distrito dependiente de la Jefatura Provincial del Movimiento

Cómo accedieron a esos puestos lo ignoro; supongo que se someterían a unos exámenes no muy rigurosos porque sus estudios o trabajos se truncaron por la guerra.

No hay que olvidar que, por obligación, los que habían llegado a los dieciocho años, estaban en edad militar y no tenían otra opción. O sea, que fueron incorporados a filas y casi sin preparación a los frentes de la guerra.

Los afectados malagueños por esta movilización de urgencia fueron destinados a la zona costera oriental, no sé si dentro de la provincia malagueña o en la granadina. Yo oí siempre que iban al frente de Almería.

Sí recuerdo que durante varios años se reservaban en las oposiciones a funcionarios del Estado plazas a desmilitarizados. Esta discriminación provocó malestar en la nueva generación que comprobaba cómo unos tenían más derechos que otros porque los exmilitares no tenían que examinarse. Bastaba su condición de militar.

estampillados de Málaga

Tertulia en El Pimpi, en 2014, sobre el diario ‘Sol de España’. / ÁLEX ZEA

Provisional

Fue alférez provisional un escritor malagueño que precisamente se estrenó con una novela en la que relataba su experiencia durante la guerra civil. Me refiero a Juan Cepas.

El título de su primera obra lo decía todo: ‘Provisional’. Fue editada en 1959. Su segunda novela, ‘La hora de las anclas’, fue distinguida con el Premio Nacional Virgen del Carmen en 1965. Otra de sus obras fue ‘Los hermanos carlistas’. También Publicaciones El Guadalhorce editó dos trabajos de Cepas dedicados a la obra de su tío, el novelista Salvador González Anaya, titulados ‘Dos anécdotas de González Anaya’ y ‘Breve biografía apasionada de Salvador González Anaya’.

Pero lo que perdura de su carrera de escritor es el famoso ‘Vocabulario Popular Malagueño’, del que se hicieron tres ediciones, supongo que agotadas, y que yo releo con frecuencia al escribir algunos capítulos de Memorias de Málaga, porque es una fuente de inspiración e información.

Juan Cepas dedicó varios años a recoger palabras y expresiones de Málaga capital y de algunos pueblos de la provincia, y gracias a este trabajo, malagueños y no malagueños, conocemos el rico bagaje de nuestro lenguaje popular, que no ha muerto porque se sigue utilizando en todos los estamentos de la sociedad. En cualquier charla de malagueños se barajan expresiones y palabras como ninaninaná, rachón, cachifollao, trincalina, acurrucao, jaquetona, «mentira podría» y «tiene un majao».

Sargento provisional

Varios años después, en 1968, apareció en el mercado otro libro que anteponía a Provisional el grado que tuvo en la misma guerra civil Domingo Álvarez Aristu: Sargento. ‘Sargento provisional’, fue el título elegido. Álvarez Aristu creo que era de origen navarro. Ignoro cuándo y por qué vino a Málaga.

Quizá fuera porque el semanario ‘El Caso’, en el que escribía habitualmente, le propusiera ser su corresponsal en Málaga. No estoy seguro. Lo que sí sé es que colaboraba en aquel semanario dedicado a contar los sucesos más sangrientos y sonados. Durante algún tiempo ‘El Caso’ era una de las publicaciones de más tirada de España. Despectivamente se le conocía como la revista de las criadas y porteras. Bueno, ahora, a una de las televisiones privadas, concretamente en el informativo de la noche, se le compara con ‘El Caso’ porque su fuerte son los sucesos.

A Álvarez Aristu, utilizando el léxico del deporte, lo fichó ‘Sol de España’, un periódico fundado en 1967 y que durante quince o veinte años tuvo gran difusión en Málaga.

Fue una etapa muy dura para una publicación valiente que cambió hábitos y costumbres muy arraigados en la sociedad malagueña. El cuadro de redactores, compuesto por periodistas malagueños y procedentes de otras provincias, se ganó el favor de muchos malagueños. Pero esta historia es otra.

En la sección de Sucesos de ‘Sol de España’, Álvarez Aristu se encontró a gusto y pudo desarrollar su habilidad para localizar casos de robos, extorsiones, suicidios… Sus compañeros de redacción le endilgaron el sobrenombre de ‘El Buitre’. porque olía los sucesos antes de producirse.

Los periodistas que hacían ‘sucesos’ en los demás periódicos y radios de Málaga le apreciaban porque no se reservaba las exclusivas y compartía la información con los restantes colegas. Puedo dar fe de ello porque en alguna ocasión me facilitó datos de casos sonados por su difusión.

Volviendo al libro ‘Sargento Provisional’, en la que Aristu contó su historia como sargento provisional o estampillado, me permito destacar la impactante dedicatoria que aparecía en la portada del libro: «A todos aquellos que hicieron esta guerra, donde estén vivos o muertos, larga paz».

Los Reyes Católicos

De la reincorporación de los estampillados a la vida civil voy a recordar una curiosa historia de uno de aquellos que al terminar la guerra, tras varios años en distintos frentes y vinculado a la milicia durante algún tiempo, decidió reanudar sus estudios de magisterio en la Escuela Normal de nuestra ciudad. Se presentó a un examen oral vestido, creo recordar, de sargento. La pregunta que le formuló el tribunal examinador fue sobre los Reyes Católicos, facilita para un joven que había estado más de tres años sin abrir un libro.

Tras unos segundos de dudas, el examinando inició la respuesta, más o menos como me lo contaron hace setenta años: «Los Reyes Católicos fueron muy buenos e hicieron mucho por la unidad de España. Después las cosas se fueron estropeando porque ni sus hijos, nietos y demás valían para nada. Las cosas se pusieron cada vez peor hasta que vino Franco y lo arregló. ¡Arriba España!».

Se puso en pie y firme empezó a cantar «Cara al Sol con la camisa nueva, que tú bordaste en rojo ayer…» terminando «Arriba escuadras a vencer que en España empieza a amanecer».

Lo que no me contaron fue si lo aprobaron o no.