Crónicas de la ciudad

Recuperación paisajística en el arroyo Quintana

El decrépito matorral con ratas que lindaba con el instituto Martín de Aldehuela es hoy un espacio ajardinado con miradores y toboganes junto al puente de los Once Ojos

Vista de la zona recuperada, con el puente de los Once Ojos al fondo. | A.V.

Vista de la zona recuperada, con el puente de los Once Ojos al fondo. | A.V. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Se habla mucho estos días del plan Guadalmedina (ayer mismo, el firmante). Diferencias de criterio aparte entre los partidos, lo importante es que el río de Málaga vuelve a protagonizar un ambicioso proyecto. Ojalá que no se quede en el vacuo terreno de las promesas electorales, como el jaleado 22 años atrás.

De cualquier forma, no hay que rebuscar en el cauce para encontrarnos esperanzadores ejemplos de ‘renaturalización’ en el casco urbano. Uno de los más exitosos ha sido el que el Ayuntamiento de Málaga ha llevado a cabo en los últimos tiempos en un rincón que estaba absolutamente degradado y olvidado.

Recuerda esta actuación a los constantes programas sobre reformas de casas, tan en boga en la televisión, entre los más famosos el que protagonizan dos hermanos canadienses, largos como espingardas e idénticos -en Málaga habrían sido apodados ‘los repetíos’-, que dejan viviendas de medio pelo como la mansión de la Preysler.

Algo parecido ha hecho nuestro Consistorio en un rincón de Ciudad Jardín y en concreto en la confluencia del arroyo de Quintana con el puente de los Once Ojos, el más lustroso del Acueducto de San Telmo.

En 2010, este periódico se hacía eco del lamentable estado de revista del entorno del instituto Martín de Aldehuela, junto al último tramo del arroyo, antes de su embovedamiento. Los alumnos, nada más salir de las instalaciones, lindaban con un descampado lleno de hierbas secas y ratas, un terrizo con matojos sólo apto para rodar escenas de ‘cine quinqui’ patrio’.

Además, la lluvia no ponía fácil las cosas porque transformaba este campo en declive en un barrizal y tampoco era muy tranquilizadora la vecindad del arroyo.

Para más inri, los estudiantes y vecinos que querían ir a Cortijillo Bazán debían subir una cuesta por una trocha tercermundista.

Otro detalle de la zona recuperada.

Otro detalle de la zona recuperada. / A.V.

Pues bien, todo esto ya es pasado y en su lugar nos encontramos con un precioso ajardinamiento, que además ha sustituido la inestable trocha por una escalera y miradores y hasta ha incorporado un par de chorraeras para salvar el desnivel con diversión. Se ha adaptado muy bien este entorno de apariencia ya ‘periurbana’ a la vecindad de un pequeño pinar y la profusión de plantas hacen olvidar el sucio erial de hace tan solo unos años. Una recuperación medioambiental y paisajística de la que el plan Guadalmedina debería tomar nota, sobre todo en el decrépito tramo final.

Del maltratado puente de los Once Ojos hablaremos mañana.