Mirando atrás

Sima GESM: La gran gesta de la Espeleología española

Entre 1971 y 1978, el Grupo de Exploraciones Subterráneas de Málaga completó la hazaña de explorar una sima de la Sierra de las Nieves con 1.074 metros de profundidad, en su día el primer ‘menos mil’ de España y el cuarto del mundo. Un libro recupera la gesta.

José Enrique Sánchez (izq.), Toni Parés, Federico Ruiz y Juan Antonio G. Mayorga, en el fondo de la Sima G.E.S.M. en 1978.

José Enrique Sánchez (izq.), Toni Parés, Federico Ruiz y Juan Antonio G. Mayorga, en el fondo de la Sima G.E.S.M. en 1978. / Archivo G.E.S.M.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Igual que para un alpinista el reto mayor es ascender los ‘ocho mil’, las cumbres más altas de la Tierra, el sueño de un espeleólogo es descender hasta los ‘-1000 metros’. A comienzos de los años 70 sólo se conocían en nuestro planeta tres simas que llegaran al kilómetro de profundidad, las tres en Francia.

El panorama cambiaría gracias a los espeleólogos malagueños que, a lo largo de varias campañas entre 1971 y 1978, consiguieron descender los 1.074 metros de profundidad, de la que bautizaron como Sima G.E.S.M., en la Sierra de las Nieves, en el término municipal de Tolox. Las iniciales corresponden al Grupo de Exploraciones Subterráneas de Málaga, que protagonizó la hazaña.

Ahora, el libro ‘SIMA G.E.S.M. El primer menos mil español’, recuerda esta gesta de la espeleología deportiva en España, una obra conjunta de José Antonio Berrocal, Francisco Gutiérrez y José Enrique Sánchez. Este último malagueño, presidente de la Federación Andaluza de Espeleología -la institución que edita el volumen cuajado de fotografías-, habla con La Opinión sobre el descenso.

El malagueño José Enrique Sánchez, presidente de la Federación Andaluza de Espeleología y coautor del libro, con la obra.

El malagueño José Enrique Sánchez, presidente de la Federación Andaluza de Espeleología y coautor del libro, con la obra. / A.V.

Como recuerda, todo comenzó con una vieja historia: «En la Sierra de las Nieves había una cavidad que se tiraban piedras y no se oían caer. Contaban que una vez a un arriero se le cayó por ahí parte de la carga y que al cabo de los meses un pastor la encontró en Río Verde. De aquí surge la leyenda: la Sierra de las Nieves, atravesada por un gran río subterráneo».

A esa sima legendaria se la conocía como Sima Honda, aunque muy pocos sabían su emplazamiento. En 1971 los jóvenes espeleólogos del G.E.S.M. decidieron localizarla. Ese mismo año realizaron prospecciones pero no fue hasta la campaña siguiente cuando, gracias a un guarda de la zona, encontraron Sima Honda. 

Sin embargo, a los 40 metros, al intentar bajar con las escalerillas metálicas, se toparon «con una rampa y muchas piedras y era un peligro bajar».

Primeras prospecciones en 1971, en busca de la Sima Honda.

Primeras prospecciones en 1971, en busca de la Sima Honda. / Archivo G.E.S.M.

La campaña de 1973 fue decisiva porque descartaron Sima Honda, que además terminaba a los 132 metros y decidieron probar suerte con otra a poca distancia de la anterior y a la que habían dado el nombre del grupo: Sima G.E.S.M.

En el 73 además, destaca José Enrique Sánchez, contaron con una importante subvención de la Diputación, presidida por el joven Paco de la Torre, que respaldó con creces el proyecto.

El dinero permitió comprar un moderno torno mecánico con carrete de cables de acero de 200 metros. «Para nosotros fue un lujo, ningún club de España tenía eso», remarca el coautor, que explica que cada campaña, a medida que iban descendiendo más y más metros, se iban incorporando espeleólogos de varios puntos de España, en especial de Andalucía.

José Enrique Sánchez, al teléfono en las profundidades de la Sima G.E.S.M. en 1976.

José Enrique Sánchez, al teléfono en las profundidades de la Sima G.E.S.M. en 1976. / Archivo G.E.S.M.

En cuanto a las comunicaciones con el exterior, contaban con un teléfono con sendos mangos tradicionales a cada extremo, que funcionaba con pilas de petaca y con el que iban transmitiendo las vicisitudes del descenso.

Como recuerda, este ‘parte’ llegaba a sus familias, aprovechando los puestos de vigilancia que el director de Icona, Miguel Álvarez Calvente, había puesto a disposición de los espeleólogos. «En los puestos había pastores contratados que llevaban un ‘portófono’ e iban transmitiendo todo lo que ocurría hasta la base de Icona en Málaga».

Tuvieron que hacer uso de esta comunicación en la campaña del 76, cuando todos los deportistas sufrieron una intoxicación alimenticia leve, aunque dentro de la cavidad se vivió de otra manera: «A un compañero nuestro le dio un síncope y tuvimos que darle masajes cardiacos. Al final acudió la Cruz Roja, nos hicieron reconocimientos a todos y tuvimos que suspender la exploración», explica.

Un momento del descenso, en una de las campañas.

Un momento del descenso, en una de las campañas. / Archivo G.E.S.M.

«Sin miedo ni fobia»

De las dificultades de moverse en el interior de la tierra, en ocasiones en lugares muy estrechos, como un tramo inicial de la Sima G.E.S.M., que por su estrechez bautizaron con ironía como ‘la gatera puta’, cuenta que «caída de piedras puede haber en algún momento, porque están inestables, pero en ningún momento teníamos miedo ni fobia».

En la campaña de 1977 los malagueños estrenaron otro relevante avance técnico: un sistema para subir y bajar por la misma cuerda, gracias a unos bloqueadores, lo que aligeraba de forma considerable los kilos de material, al prescindir de las pesadas escalerillas metálicas.

Por cierto que en esa campaña dejaron atrás un pozo de gran profundidad (161 metros) al que, en agradecimiento por su respaldo, llamaron ‘Pozo Paco de la Torre’ y con ese nombre continúa.

«Cuando estás en un pozo de cien metros colgado de una cuerda, miras la cuerdecita y piensa que es susceptible de fallar pues dices, soy una miniatura frente a la Naturaleza, pero ahí está el reto: poner la técnica y los conocimientos para superarlo», comenta José Enrique Sánchez.

Vertido de fluoresceína en un lago, empleada como foto de portada del libro.

Vertido de fluoresceína en un lago, empleada para la portada del libro. / José Enrique Sánchez

Y como este reportaje no pretende restar lectores al libro sino lo contrario, de la última campaña, la de 1978, sólo hay resaltar que fue la más emocionante, la de la llegada a la meta, a la vez que el panorama de la espeleología en todo el mundo se sorprendía por el hallazgo del cuarto ‘menos mil’ en nuestro planeta.

«Cuando me carteo con los franceses estaban escépticos, sobre todo porque decían que no podía ser, que la Sierra de las Nieves estaba a 30 kilómetros del Mar Mediterráneo en línea recta», recuerda. Tuvo que certificar el hallazgo una expedición franco-belga y para calibrar la importancia de la gesta, la revista francesa de espeleología más importante del mundo, «con una lista de espera para publicar de dos o tres años», hizo una excepción para que los españoles publicaran la noticia, «saltándose la lista de espera».

En cuanto a la ‘legendaria’ comunicación con Río Verde, comprobaron algo igual de interesante y que los autores desvelan al final del libro.

Este inolvidable volumen, a un precio de 20 euros, se puede solicitar en el correo de la Federación Andaluza de Espeleología: fae@espeleo.com.

Perfil topográfico de los 1.074 metros de la Sima G.E.S.M., en comparación con la torre de la catedral y la Torre Eiffel.

Perfil topográfico de los 1.074 metros de la Sima G.E.S.M., en comparación con la torre de la catedral y la Torre Eiffel. / Archivo F.A.E.