Crónicas de la Ciudad

El puente del CAC: una cicatriz dentro de ‘la cicatriz’

Unos hierros retorcidos es lo único que perdura del puente, que en su día concentró los candados del amor surgidos del magín del escritor Federico Moccia

El arranque del puente, por la parte de la avenida del Comandante Benítez, la semana pasada.

El arranque del puente, por la parte de la avenida del Comandante Benítez, la semana pasada. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El extinto puente del CAC pareció haber recibido las mismas dosis de mimo y sapiencia que, hace dos décadas, se emplearon para levantar esa obra para la eternidad que fue el Dique de Levante.

Como saben, la obra portuaria malaguita merece estar entre las grandes aportaciones que el sur de Europa ha dado a la ingeniería mundial. Cierto es que a algunos les evoca el retrato de Dorian Gray y que aparenta más lustros de los que, en principio, tiene pero, en cuestiones de megaproyectos, pelillos a la mar.

El puente del CAC, demolido en 2020, era moderno y colorido y en su día se convirtió en un hito ‘literario’ porque concentró la moda de los ‘candados del amor’, surgida de las novelas románticas del italiano Federico Moccia.

Ya saben, los candados colgaban del puente como ristras de ajos, cada uno de ellos con el nombre de la pareja (servidor ignora si también había candados para la modalidad de trío, que al menos abunda en ciertos programas de televisión).

El puente junto al CAC se había convertido en un expositor de candados en diferentes estados de oxidación, algo que hacía temer lo que le pasó al puente de las Artes de París, que en 2014 se desalojó después de que un tramo de valla se descuajaringara por el peso de tanto amor eterno.

Esfumada esta pasarela entre el ensanche de la Alameda y El Perchel, los amantes de los candados concentraron sus simbólicas carantoñas en el puente de los Alemanes.

En 2019 la Gerencia de Urbanismo concluyó en un informe que en el puente del CAC había funcionado mal la unión «de las aletas con el estribo» y además se coló agua. Términos náuticos o zoológicos aparte, en estos días en que Emasa ha estado quitando lodo de la desembocadura del Guadalmedina, los malagueños pueden apreciar y casi palpar perfectamente ‘la ausencia’ del puente, en forma de un gran bloque cuajado de hierros enhiestos que parecen haber sido agitados por un viento huracanado hasta retorcerlos.

Los restos del puente ausente se vuelven así ‘una cicatriz dentro de la cicatriz de la ciudad’, la expresión más manida con la que se conoce al río.

Por cierto que hemos hablado del retrato de Dorian Gray y del puente más literario; por eso mismo, llama la atención que en el cartel municipal que en la avenida del Comandante Benítez informa al usuario del extinto puente de un itinerario alternativo, un tarugo de proporciones interplanetarias ha escrito dos veces que «Leer es de maricas», con perdón.

Si los tontos volaran, su autor ya debe de estar cerca de Orión.