Dos años del confinamiento en Málaga

¿Cómo nos ha cambiado el Covid?

El 14 de marzo de 2020 quedará para siempre marcado en el calendario como el día en el que cambió todo. Desde entonces, la pandemia de coronavirus ha derivado en consecuencias sociales, emocionales y sobre la salud mental, advierten los expertos. Han cambiado muchos hábitos diarios; ha afectado directamente al empleo, la economía o las relaciones sociales y ha derivado en un aumento de trastornos como la ansiedad. Sin embargo, durante estos dos años también se ha asistido a la aceleración de la digitalización o al fortalecimiento de las relaciones sociales. Los expertos señalan una tendencia hacia la socialización de la pandemia, un fenómeno que ocurre cuando se adquiere una conducta o defensa social a través de la cual se normaliza la situación y se aprende a convivir con ella

Dos años han pasado ya desde que un virus desconocido, procedente de la ciudad china de Wuhan, irrumpiese en nuestras vidas trastocando hasta el aspecto más cotidiano. Tras la declaración del estado de alarma y los 42 días de encierro, el plan gradual de desconfinamiento nos introdujo el término nueva normalidad. Desde entonces, nada es como lo era antes del 14 de marzo de 2020. Los dos años de pandemia han alterado hábitos y rutinas que no han vuelto a ser las mismas, ni sabemos si lo volverán a ser algún día.

La pregunta sobre si se volverá a la antigua normalidad, o por el contrario esta nueva realidad postcovid se acabará instaurando, es inevitable. Aún es pronto para atreverse a responderla, más cuando todavía siguen azotando oleadas de coronavirus. No obstante, el comportamiento de la sociedad durante estos dos últimos años sí deja claro que algunos cambios vinieron para quedarse.

Nuestra vida cotidiana cambió de la noche a la mañana -no sin previo aviso, que ya nos lo venían advirtiendo desde China e Italia-. A este frío golpe lo siguieron dos meses de confinamiento, durante los cuales se observaron diversas e interesantes tendencias. Aumentó el interés por la cocina o el deporte. Hasta el vecino de al lado se convirtió en un experto repostero. La levadura se convirtió en el bien más preciado en los supermercados, junto a las garrafas de agua y aceite, que hicieron de pesas durante esas clases de entrenamiento en streaming por internet. Fueron muchos los gimnasios y entrenadores personales que siguieron estos pasos y ofrecieron clases de entrenamiento online.

La imposición del teletrabajo contribuyó también al aumento del uso de tecnologías, a la vez que para muchas personas supuso la ruptura absoluta de las relaciones sociales

Quién no necesitaba material para hacer ejercicio, necesitaba un molde para sus recetas. El aburrimiento también ayudó mucho y las ventas online se duplicaron, incrementando el comercio electrónico. La digitalización se aceleró así a un ritmo vertiginoso. En buena medida debido a las videollamadas, a través de las cuales se celebraron cumpleaños e, incluso, bodas.

El contacto social se limitó entonces a vernos a través de una pantalla, y hasta el menos acostumbrado al uso de estos aparatos aprendió el mecanismo de los mismos -ya lo de enfocarse bien las caras lo dejamos para otro capítulo-. La imposición del teletrabajo contribuyó también al aumento del uso de tecnologías, a la vez que para muchas personas supuso la ruptura absoluta de las relaciones sociales.

La disminución de estos lazos aumentó la compra y la adopción de mascotas, en su mayoría perros y gatos. Eso, y que con ellos podías salir un par de veces al día a pasear. Esta práctica se incrementó en torno a un 30% y un 50% respecto a 2019, según el Colegio Oficial de Veterinarios. Algo menos fiel, pero igual de cotizada fue la búsqueda de parejas. Las aplicaciones destinadas a esta práctica notificaron un fuerte repunte durante los meses de confinamiento -alrededor de un 5% y un 10% más, señala un estudio de la Universidad Europea-.

En contraposición, la pandemia incrementó casi un 10% el número de separaciones y divorcios. Y eso que durante los meses de confinamiento estos se redujeron considerablemente respecto al año anterior. Del mismo modo, cayó la natalidad. Los nacimientos registrados en diciembre y enero -meses en los que nacieron los niños concebidos durante el encierro- disminuyeron más de un 20%, según el INE.

De cualquier modo, el confinamiento no fue para todos igual. En muchos casos, derivó en un aumento de cuadros de ansiedad, estrés o depresión. La pandemia de Covid-19 mermó entonces la salud mental de un gran grupo de población, aumentando en un 25% este tipo de trastornos. De este modo, se incrementó el uso de fármacos como ansiolíticos y antidepresivos, destinados a paliar estas patologías.

El estado de alarma decretado el 14 de marzo de 2020 vació las calles de Málaga.

El estado de alarma decretado el 14 de marzo de 2020 vació las calles de Málaga. / Álex Zea

¿Qué se ha instaurado?

El 20,6% de la población malagueña ha visto muy alterada su forma de vivir durante esta crisis sanitarias, mientras que el 28,8% asegura que la pandemia de Covid ha cambiado bastante su vida. De igual forma, el 31,8% asegura que sus hábitos sociales y de comportamiento social han variado bastante, y el 21,2% informa de que estos han cambiado mucho. Los datos de la Encuesta Social Malagueña (ESMA) ponen sobre la mesa las alteraciones observadas por la crisis sanitaria del coronavirus. Pero, ¿qué cambios se han instaurado realmente en la sociedad?

«La pandemia ha derivado en consecuencias sociales, emocionales o sobre la salud mental. Además de una aceleración del cambio social, como la transición a una sociedad más digitalizada», explica Luis Ayuso, profesor de Sociología en la Universidad de Málaga y responsable de la ESMA.

Ha crecido la demanda de casas a las afueras con terrenos exteriores y amplios espacios en el interior en los que poder, por ejemplo, teletrabajar

La crisis de la Covid-19 ha traído consigo cambios a todos los niveles. Algunos de ellos fueron pasajeros, mientras que otros entraron a formar parte de la nueva normalidad que se extiende hasta día de hoy. Quizá la repostería no prosperó como debiera pero el entrenamiento online sí ha experimentado un fuerte crecimiento en los meses posteriores al confinamiento. En esta línea, la demanda de entrenadores personales ha aumentado un 50%, según Urban Sport Club.

Las ventas online continúan su auge, mientras la digitalización evoluciona más allá del boom de las videollamadas. En los códigos QR, por ejemplo. Y es que raro es el establecimiento hostelero que no ofrece ya su carta de productos a través del escaneo de un dibujo pegado en la mesa. Además, se ha observado un abandono progresivo del dinero físico en favor de las tarjetas de crédito, que llevamos en el móvil en una gran mayoría de casos.

También abandonadas, las mascotas. La irresponsabilidad del ser humano no conoce límites y los animales que compraron o adoptaron durante el confinamiento les suponen ahora una carga y una obligación. Las protectoras denuncian que esta práctica se ha incrementado en torno a un 10%.

Otro de los hábitos que ha cambiado notablemente a raíz del encierro ha sido la búsqueda de vivienda. Entre los requisitos de la casa ideal se encuentran ahora las zonas al aire libre, como jardines o terrazas. En detrimento de los pisos, ha crecido la demanda de casas a las afueras con terrenos exteriores y amplios espacios en el interior en los que poder, por ejemplo, teletrabajar. Y es que esta práctica también se ha instaurado en una gran mayoría de empresas para llevar a cabo todo o parte del trabajo. En la línea de lo laboral, el paro -que había sufrido la mayor subida desde 2012 durante los primeros meses de pandemia- cerró 2021 con una bajada global de las personas desempleadas. Málaga se sitúa así como la tercera provincia, a nivel nacional, donde más ha descendido el desempleo.

Cambios sociales

No tan tangibles han sido los cambios sociales. La faceta de nuestras vidas que más afectada se ha visto durante estos dos años ha sido la de las relaciones sociales. Y no necesariamente de manera negativa. Luis Ayuso asegura que durante estos meses las redes de apoyo se han fortificado y «las relaciones con los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo y, por encima de todo, la familia han servido para darnos cuenta de la importancia de la sociabilidad».

Crece, no obstante, la incertidumbre. Y los que más la sufren son los jóvenes, advierte el sociólogo: «Estaban en una edad en la que es fundamental el cara a cara y este parón les ha perjudicado en dos grandes aspectos, en el laboral y el sentimental». Durante el confinamiento y los meses posteriores, la juventud tuvo cerradas las puertas a las prácticas de empresa, lo que ahora les está dificultando su inserción en el mundo laboral. Del mismo modo, acusa Luis Ayuso, el distanciamiento social les ha impedido el emparejamiento cara a cara: «Les estamos truncando el proyecto vital a un grupo de población especialmente vulnerable».

El de las personas mayores es otro de los grupos de población más perjudicados por la pandemia. No solo porque durante el primer año el número de mayores de 65 años que vivían solos se incrementase un 6,1%. Sino porque esta realidad parece haberse instaurado debido al miedo al contagio. «No nos sorprende cuando encontramos datos como que el 65% de las personas mayores han aprendido a utilizar las videollamadas para paliar el contacto cara a cara».

Asimismo, la pandemia ha deteriorado de manera alarmante la salud mental. El incremento de trastornos observado durante los primeros meses se constata ahora con el aumento de consultas psicológicas, que se ha incrementado un 30% según el Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Oriental. Los expertos temen que esta tendencia se instaure o continúe aumentando debido a la cronificación de la pandemia.

Por el momento, no sabemos si todos estos cambios serán transitorios o perdurarán en el tiempo. Lo que sí podemos destacar es el fenómeno de la socialización de la pandemia. Luis Ayuso defiende que este proceso llega cuando nos acostumbrados a convivir con ella: «Hace un año, el riesgo era muy preocupante y al año siguiente ya lo habíamos normalizado. Como conducta o defensa social hemos desarrollado ese proceso de normalización, porque no podemos vivir siempre asustados».

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