Crónicas de la ciudad
De Málaga, los temporales y las lejanas islas Kiribati
Los temporales dejan un inquietante paisaje lacustre, con los chambaos convertidos en palafitos neolíticos. No estamos tan lejos del problema que acosa a unas islitas del Pacífico
Como ese personaje de un cuento de Cortázar que se obsesiona con una isla que, en cada vuelo transoceánico que realiza, otea justo al mediodía en mitad del océano, el autor de estas líneas recopiló en tiempos ‘preinternenses’, cuando tenía unos 12 años, toda la información posible sobre un ignoto archipiélago de la Micronesia.
Se trataba de las islas Kiribati, que formaban parte de la antigua colonia británica de las islas Gilbert y Ellice, independizadas en 1979.
La razón principal, su bandera, que lejos de evocar, como otras, el rastro sangriento y mitológico de unos dedos o abstractas nociones de libertad o poderío, representaba un atardecer con un sol poniente en mitad del mar, cruzado por un ave del país.
Además de conseguir libros y hasta la vetusta página de un diario londinense que informaba de la incorporación del archipiélago al imperio colonial -en tiempos de Cánovas y Sagasta-, el chavea de entonces logró enviar una carta al ministro de Turismo de Kiribati que, asombrosamente, se dignó contestar.
En nuestros días, las islas Kiribati, el primer trozo de tierra que recibe el año nuevo en el mundo, está en primera línea de fuego del cambio climático y su Gobierno hace serios planes para trasladar a algunos de los isleños a latitudes más seguras y menos acuosas.
En Málaga los temporales nunca faltan por estas fechas, pero sus estragos son cada vez más inquietantes. La foto de hoy, tomada en la tarde del lunes en la playa de las Acacias, puede recordar a esas viviendas en palafitos del Neolítico, aunque de lo que se trate sea del clásico chambao para los espetos.
Engancha esta foto con la espectacular de comienzos del siglo XX, desvelada en este periódico hace unos años, de ese niño en una de las grandes lagunas de agua salada, producto de los temporales que se formaban justo donde luego se levantaron los Baños del Carmen.
Ya no se trata de que el ciclo natural nos envíe, todos los años, el forzoso regalo de un paisaje lacustre en buena parte de las playas de Málaga. Hace unos días, a pesar de la lluvia, se celebró en nuestra ciudad una doble marcha contra el cambio climático, a años luz de ser una movilización folclórica y alarmista.
Los científicos alertan estos días de que no hay vuelta atrás y de que hay que tomar medidas severas a todos los niveles. O eso o quizás, a lo largo de este mismo siglo XXI, la ciudad de Málaga deberá reinventarse y potenciar su nuevo paisaje costero con la celebración de un Rally de los Mil Lagos. Las lejanas islas Kiribati son un aviso para todos.
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