Crónicas de la ciudad

Los aires sin acondicionar del Hospital Noble

Eliminados los cables sueltos del anexo, persisten en la fachada de este edificio de uso municipal con protección arquitectónica I unos nueve espantosos aparatos

El enjambre de aparatos de aire acondicionado, en la fachada de este antiguo hospital del XIX.

El enjambre de aparatos de aire acondicionado, en la fachada de este antiguo hospital del XIX. / Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Durante muchos años, los edificios institucionales y de recreo de la extinta Caja de Ahorros de Ronda sobresalieron gracias una decoración exterior e interior que habría aterrorizado a Bela Lugosi y que, paradójicamente, habría encandilado a la Reina madre de Inglaterra.

En cualquier rincón podía saltar la sorpresa en forma de abigarrado espejo, botijo de cerámica en forma de piña o una inesperada verja que, pese a haberse forjado en los años 60 del siglo XX, superaba en suntuosidad a cualquiera de las de Versalles pues era un puro galimatías de hierro.

La excentricidad de sus elementos y la fusión fallida de casi todos ellos convirtieron muchos de los edificios de la Caja en una oda al feísmo o, cuando menos, al movimiento kistch’.

Hace décadas que la Caja de Ahorros de Ronda desapareció de nuestras vidas pero su influencia arquitectónica sigue en pie. Uno de los ejemplos en los que el feísmo institucional alcanza unas cotas que rozan la maestría de la caja es sin duda el del anexo del Hospital Noble, en la calle Manuel Martín Estévez.

El añadido, con la estimulante apariencia de un sanatorio de la era soviética o el edificio administrativo de una colonia penal australiana, logra que muchos visitantes se olviden de lo que tienen a los lados -a la izquierda, la plaza de toros de La Malagueta y a la derecha, el mencionado Hospital Noble- por la inquietante presencia del tétrico anexo.

No todo son malas noticias pues el Ayuntamiento, felizmente, se ha molestado en retirar toda la patulea de cables sueltos que, a modo de tétricas guirnaldas, daban un aspecto todavía más gris y patibulario al edificio. A fin de cuentas, si pedía decoro en las fachadas de los demás, primero había que dar ejemplo.

Al menos, con la retirada de cables sueltos se han rebajado algunas dosis de decrepitud.

Es verdad que este añadido tiene poco arreglo, salvo que lo ‘transformen’, como de manera tan acertada hicieron hace una década con un deprimente almacén de 1961 los arquitectos José Antonio Mota e Isidro Gallego, que lo convirtieron en el lustroso edificio Vértice de calle Hilera. En cierta manera, eso ha hecho, en el tramo final, la cofradía del Descendimiento.

Lo que sigue siendo un toque absolutamente ‘kistch’, además de poco ejemplar, es la persistencia en la fachada del Hospital Noble, con protección arquitectónica de primer grado, de unos nueve aparatos de aire acondicionado.

Dado que el uso del equipamiento es municipal, qué menos que colocar algo que ‘acondicionara’ o tapara el cutre aparataje. Quizás estén en camino. Ánimo.

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