Entrevista | Alfonso Mateo-Sagasta Historiador y escritor

«En 1837 es cuando se define España como ha llegado a nuestros días»

En ‘Nación’ (Reino de Cordelia), el autor madrileño despliega, a modo de microepisodios nacionales, la Historia de España y sus posesiones desde 1808 a 1837 y convierte en Literatura la documentación histórica para sostener que España, como nación, surgió a raíz de la Constitución de 1837

Alfonso Mateo-Sagasta, escritor y autor de 'Nación'

Alfonso Mateo-Sagasta, escritor y autor de 'Nación' / La Opinión

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Aunque su rama familiar desciende de un primo de Práxedes Mateo-Sagasta el historiador madrileño Alfonso Mateo-Sagasta remarca que el lejano parentesco no guarda relación con esta ambiciosa recreación histórico-literaria del arranque del XIX en España y la América española. Se trata un proyecto de cuatro años de trabajo, dos de ellos de escritura, plasmados ahora en un libro de más de 400 páginas: ‘Nación’ (Reino de Cordelia).

Su obra se despliega en escenas históricas, como microepisodios nacionales. ¿Ha sido difícil entrelazar Historia y Literatura?

En primer lugar ha sido un proceso muy lento de documentación porque todas las escenas están muy documentadas y luego, un proceso de convertir esa documentación en Literatura. Para mí era importante que cada escena funcionara como un pequeño relato y en eso hay mucha variedad de formatos literarios (diálogos, pensamientos de personajes, descripciones de lugares o situaciones, escenas teatrales, alguna carta... ) para intentar transmitir la documentación que tiene el texto.

Galdos, supongo, le habrá influido en este enfoque.

Sin duda, de hecho las tres primeras series de los ‘Episodios Nacionales’ están muy presentes en muchísimos de los fragmentos. Y no sólo Galdós, también Baroja:el ciclo de las ‘Memorias de un hombre de acción’ es fundamental para conocer el periodo y abordarlo de forma literaria. Estas dos obras cuentan ademas con una tremenda documentación y un brillante análisis de los hechos. Curiosamente, las dos coinciden bastante con la situación y el desarrollo que yo planteo del nacimiento de la nación.

¿El XIX español es un siglo tan laberíntico?

No es excesivamente complejo si lo comparamos con los países que nos rodean: el francés es igual de tumultuoso, el italiano no te quiero ni contar y el alemán, tremendo. Esa es una de las partes fundamentales del libro: no somos nada excepcionales respecto a lo que está pasando en Europa. Lo que equiparo, precisamente, es que el proceso de creación nacional en la Península Ibérica va en paralelo con el alemán, el italiano y el griego.

¿Cuál es la clave de toda esa efervescencia política?

El principio de soberanía nacional, cómo surge este concepto y cómo se va imponiendo. Y en ese proceso, por ejemplo, de 1820 a 1823 España es la cabeza de todo lo que va a pasar en Europa. Estamos muy por delante de Europa; hay un experimento de establecer una sociedad democrática que Europa no está dispuesta a tolerar y es aplastado. Y sin embargo, los movimientos sociales en Francia o en Italia se hacen en gran parte con la Constitución de 1812 en la mano.

Cuestiona en el libro la clásica idea de la España imperial.

España no fue el imperio que creemos porque formaba parte de uno y su corazón era Castilla. Se trataba del poder supranacional de la Monarquía Católica, un ‘macropoder’ equiparable al Imperio Austrohúngaro, al Otomano o al Ruso. España, con un pequeño imperio colonial, nacerá más tarde.

¿Por qué a su juicio surge como nación en 1837 y no en otros momentos anteriores de la Historia?

Hasta 1808, y a pesar de los intentos previos de unificación protagonizados por Habsburgos y Borbones, los distintos reinos de España formaban parte de una extensa monarquía patrimonial cuyas posesiones se extendían por los cuatro continentes. Pero tras la invasión francesa de la Península Ibérica, entró en juego la idea de la soberanía nacional que cristalizó en la promulgación de la Constitución de 1812. No es esta una constitución española, sino el intento de convertir en una nación ese complejo entramado territorial, algo que resultó inviable. Desde el principio se puso en evidencia que en el seno de la Monarquía Católica no había un pueblo, sino muchos que deseaban la emancipación y reclamaban su derecho a decidir sobre su propio futuro. España siguió también su camino emancipador que culminó en la Constitución de 1837, que circunscribe su territorio a la Península Ibérica menos Portugal y a las islas adyacentes de Baleares y Canarias. Quedan fuera de su protección los territorios que aún conservaba la Corona en ultramar -Cuba, Filipinas, islas Marianas, islas Carolinas, Fernando Poo y Río Muni- que por primera vez son denominados colonias y que dicen que se regirán por leyes especiales. Es decir, en 1837 es cuando se define España tal y como ha llegado hasta nuestros días y lo hará a cargo de un pequeño imperio colonial que se perderá a finales de siglo.

¿Las naciones nacen o se hacen?

Se hacen. Lo que sí hay son identidades, afinidades culturales y lingüisticas pero en la creación de naciones ni siquiera la lengua o la religión son definitorias. Hay una voluntad política de crear un espacio común de poder.

Llama la atención que cuando casi toda la América española se independiza, en España no surge ninguna crisis de identidad como la de 1898.

 A partir de 1824, cuando se emancipa América, los españoles no sienten ninguna pérdida porque no tienen sensación de propiedad, era propiedad de la Monarquía. Debería haber sido dramático pero no lo fue ni generó ninguna crisis nacional como la pérdida de Cuba y Filipinas, porque estas sí pertenecían a España, sí era nuestro imperio.

En el libro castiga a Fernando VII poniéndolo a los pies de Lucifer ¿Ha sido el peor rey de España?

Creo que sí. Lo que también es cierto es que no estaba solo, había una gran parte de la población que lo apoyaba y la Iglesia, con un poder descomunal, está de acuerdo también.

La imagen romántica del liberal José María Torrijos y sus hombres, fusilados en las playas de Málaga en 1831, ¿coincide con la realidad?

Pienso que sí. Lo que he leído de Torrijos es emocionante, era un hombre además muy culto y generoso, entregado a la causa. Lo que el famoso cuadro de Gisbert no recoge es que a Torrijos y a sus hombres los fusilan de rodillas y por la espalda, como se fusilaba a los traidores y a él lo consideran traidor.

Nación

  • Alfonso Mateo-Sagasta
  • Editorial: Reino de Cordelia
  • Precio: 24,95 €

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