Crónicas de la ciudad

Un comerciante de garum, en el patio del Rectorado

Junto a las piletas para el garum de la antigua sede de Correos los paneles explicativos recuerdan a un paisano que hizo carrera en Roma con las salsas de pescado

Piletas para los salazones de pescado en el Rectorado.

Piletas para los salazones de pescado en el Rectorado. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En la fascinante novela ‘Dudo Errante’ de Russell Hoban, incluida en el famoso canon occidental de Harold Bloom, una gran catástrofe ha dejado el mundo hecho un despojo, arrinconado en una nueva Edad del Hierro. La catástrofe sólo permite atisbar retazos de las tradiciones y de toda la herencia anterior, incluido el Cristianismo, de ahí que también el lenguaje humano esté en construcción.

Está por ver si la acción presente o futura de delincuentes internacionales no terminará dejando nuestro planeta como la novela. Lo que será dudoso es que, con las bombas que tiren los fanfarrones, se mantenga, sin evaporarse, la nube digital. Quizás entonces, como ahora, a la hora de mirar al pasado las mejores certezas documentales se encontrarán en las piedras.

Esta tosca pero perdurable circunstancia ha permitido, por ejemplo, que perviva la memoria de un habitante de la Malaca romana que hizo fortuna en la capital imperial. Se le recuerda en los paneles explicativos del Rectorado, al pie de las piletas para la salsa de garum descubiertas en el patio, algo muy acorde con su profesión, como veremos.

De él se conserva una inscripción en Roma, cuando decidió ser previsor y construirse, en un lugar indeterminado de la Ciudad Eterna, quién sabe si en la Vía Apia, una sepultura para él, su esposa Scantia Sucessa, sus antiguos esclavos, ya libertos y los herederos de estos.

Se trata de Publio Clodio Athenio y en esta inscripción consta como el representante en Roma -en un cargo que duraba cinco años- de los empresarios de Malaca, además de centrarse en la exportación de las salsas de pescado, entre ellas, suponemos, el famoso garum.

A este poderoso comerciante también le seguimos la pista en su ciudad, porque en Málaga se localizó una inscripción, por la que el propio Athenio pagaba de su bolsillo una estatua a Valeria Lucilla, esposa de un eminente malacitano. Se trataba de Lucio Valerio Proculo, del siglo II d.C, que llegó a ser prefecto de Egipto, es decir, el gobernador de esta importante provincia y con anterioridad, como recuerda en un trabajo para ‘Baetica María José Berlanga Palomo, el prefecto encargado de conseguir el crucial grano de Siria y Egipto, el 'granero ucraniano' de la época.

Los historiadores apuntan una posible relación de intereses entre estos dos paisanos, que ocuparon puestos muy importantes relacionados con el sencillo pero vital acto de comer.

 La memoria de este lejanísimo comerciante de Malaca, preservada en la piedra durante casi dos mil años, está presente en el patio de nuestro Rectorado.

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