Crónicas de la ciudad
Otro polémico edificio en plena Alameda Principal
La nueva edificación logra integrarse, no con la arquitectura de calidad de la Alameda sino con la que tiene al lado y que degradó este espacio en los años 60 y 70
Como hemos comentado hace unos días, en esta primavera es noticia en los medios de comunicación el libro ‘España fea’ de Andrés Rubio, un ensayo que expone los horrores urbanísticos que ayuntamientos y administraciones de todos los signos políticos han permitido y a veces fomentado en nuestro país desde la Transición, gracias a una normativa bastante laxa y a veces, casi inexistente, con la que han evidenciado una palpable falta de sensibilidad por el paisaje y la ciudad histórica.
Quienes pensaban que tras la muerte de Franco se frenarían los abusos y se adoptaría una política urbanística a escala nacional seria y sensible, especialmente en el litoral, como ocurre desde hace 40 años en la vecina Francia, estaban muy equivocados. Los planeamientos urbanísticos, y el del 83 en Málaga fue digno de elogio, encauzaron la marea pero no aplacaron del todo el oleaje porque no era su cometido.
El libro, por el que desfilan agresiones paisajísticas como la insulsa Torre Pelli de Sevilla o el nada grácil Hotel Vela de Barcelona, incluye una aterradora vista aérea de Benalmádena, versión ‘apartamentera’ del barrio más poblado de Hong Kong.
En ‘España Fea’, cuya lectura el firmante disfruta estos días, debería estar incluido el edificio que, gracias a nuestro Ayuntamiento, escolta y escoltará los próximos siglos la capilla de calle Agua sin olvidar la sobreexplotación constructiva con la que, de forma asombrosa sigue perjudicando a los barrios de siempre, los de más vecinos.
Pero como Málaga está en la cresta de la ola, los candidatos a engrosar el libro no cesan. Estos días también se habla del rompedor edificio que acaba de aterrizar en la Alameda Principal, en la esquina con la calle Torregorda y con el mercado de Atarazanas al fondo. El reto era complicado, pues detrás tenía el precioso edificio del reloj, con las pinturas murales dieciochescas de un posible indiano y a la derecha, un edificio de comienzos del XX.
La solución adoptada, con el visto bueno de nuestro insensible Consistorio, ha sido integrar el edificio, no con la arquitectura de calidad del entorno, sino con la que tiene al lado, producto de la anarquía urbanística de los años 60 y 70 que tanto degradó este antiguo salón de la ciudad.
De esta forma, un edificio que no desentonaría en absoluto en el paseo marítimo de Torre del Mar o en la expansión de Teatinos se autoriza en el corazón del casco histórico de Málaga y la Alameda vuelve a perder enteros.
En suma, una vez más se vuelve a hacer realidad el principio general del atrasado urbanismo español: «Para gustos, los colores».
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