Mirando atrás
Churriana: 90 años de pasión por el fútbol
Desde los años 30 se juega al fútbol en este antiguo pueblo de Málaga en el que en la década de los 40, cuando nace el C.D. Churriana, las porterías había que desmontarlas por el paso de los aviones. Varios veteranos de distintas generaciones del club cuentan su experiencia
«Antes de la Guerra ya se juntaba la gente para jugar partidillos en la feria y fiestas con otros pueblos», cuenta Maximiliano Viñolo, antiguo portero del C.D. Churriana y al frente de la Asociación Cultural de Amigos y Veteranos del Churriana, reflejo de una pasión por el fútbol que en este antiguo pueblo tiene nueve décadas de historia.
Por cierto que hasta lograr un campo más o menos fijo, en Churriana se jugaba al fútbol donde se podía. Al principio, en la zona del aeropuerto, en el llamado Campo de Aviación, en muchas ocasiones con los soldados de la Base Aérea, que jugaban en el Loreto, nombre en honor a la patrona de Aviación.
«Jugábamos al lado del hangar de la Base Aérea. Los soldados llevaban unas botillas de esparto y telas y cuando las desechaban, las cogíamos para hacernos unas botas para jugar», cuenta Juan Calderón, de 81 años, que detalla que los balones eran de costuras recias, muy bien atirantados, «para que el golpe no te produjera heridas».
Con la ampliación del aeropuerto, hacia el año 47 hubo que mudarse al llamado Campo de las Carmelitas, pero todavía cerca de los aparatos porque como recuerda Maximiliano Viñolo, «cuando venían los aviones había que quitar la cuerda y los palos de la portería y echarla abajo».
Hacia la temporada 59/60 nace el C.D. Churriana con sus estatutos y poco después estrenan campo en La Noria, que tras un pequeño cambio de sitio en la misma zona, terminó siendo el actual Campo Alfredo Viñolo, en recuerdo del presidente que potenció el club y lo dotó de juveniles, fallecido en 1969.
Su sobrino es Maximiliano Viñolo, hijo de otro histórico del club, jugador y míster que se llamaba como él. Maximiliano Viñolo dejó huella como entrenador y falleció al año de su hermano Alfredo, en 1970.
Con el nacimiento del club llegaron las competiciones locales. «Jugábamos con la industria textil que había en Huelin, con el Tamese, el gas o la basura o a veces, llegaban las fiestas de Pizarra o Alhaurín de la Torre y jugábamos allí», recuerda Juan Calderón, que cuenta que jugó de defensa «y muchísimo de medio».
En cuanto al fútbol que entonces se practicaba destaca que «antes la técnica no era usual, se consideraba clasista, antes era la fuerza». Prueba de ello, recuerda, eran la sesiones de entrenamiento con Maximiliano Viñolo, padre, que incluía las tardes de verano, la subida y bajada a los Pinos del Coto «y después nos metíamos en el arroyo de Ciriana».
Al lado de Juan está el siguiente en edad, Pedro Gómez, que mañana cumplirá 73. Este antiguo guardameta comenzó a jugar en el San Juan Bosco con sólo 12 años, cuando un ojeador le vio en Churriana. Luego estuvo en la Olímpica Victoriana. En el 65 se incorporó como portero al equipo de su barrio.
En su opinión, la cualidad más obvia de un portero es «que no te metan goles». Pero también explica, entre risas, que influye mucho el público, porque Pedro Gómez admite que «le contestaba mucho», de ahí que, aunque presume de que nunca fue expulsado de un encuentro, en una ocasión, jugando en Alhaurín de la Torre y tras unas palabras con el ‘respetable’, «me dieron un ladrillazo y a Carlos Haya».
El tren, a rebosar
De la pasión de esos partidos deja constancia también Juan Calderón, que explica que «el fútbol era lo único que había porque, ¿quién tenía dinero para ir al cine?». Eso explicaba escenas como ese partido en la Olímpica Victoriana del Churriana contra el Sindicato de Pesca, un encuentro que hizo que se llenaran cinco vagones de tren. «El suburbano paró a la entrada del Puerto y ahí hasta la Victoria, todos los catetos en orden», sonríe Juan Calderón.
Manuel Plaza, de 67 años, lo ha sido todo en el Churriana, pues además de haber jugado en el equipo, donde empezó de infantil, ha sido presidente «y entrenador cuatro partidos», sonríe. «Empecé de extremo izquierdo y luego fui perdiendo velocidad y empecé de medio y sobre todo lateral izquierdo en la época más larga». De esos inicios recuerda que, con 18 años, coincidía en el equipo con veteranos que le llevaban dos décadas: «Había jugadores de 37 o 38 años».
Por cierto que a Manuel Plaza no se le olvidará un partido entre el equipo titular y el veterano, entre ellos con Manolo ‘el Saleo’, «que era muy musculitos». «Salté, me hizo la cama y me partí el brazo por segunda vez. Era agosto y la directiva fue rápida en llevarme a Málaga». Como medida preventiva, cuenta que le colocaron un cartón en el brazo y lo condujeron en coche hasta el hospital, «sacando el pañuelo, que era lo que se llevaba antes».
Maximiliano Viñolo, hijo, de 65 años, tuvo una larga carrera como portero, primero en el Churriana, donde se pudo enganchar cuando incorporó los juveniles, pero luego en equipos de Tercera División como el Torremolinos y el Benamiel.
A su lado está otro conocedor de la Tercera División, Antonio Gil, Toni, de 59 años, que jugó de delantero centro y tras una corta etapa como cadete en el Churriana, pasó al Atlético Malagueño, donde todos los jueves jugaba con el Málaga de Antonio Benítez. Terminó en el Torremolinos y colgó las botas en el 89.
Como recuerda, en esos años los traspasos, «como no había dinero», se traducían en material deportivo, así que por su marcha al Atlético Malagueño, «el Churriana recibió cinco o seis balones». En ese último año como cadete en su barrio, por cierto, en un lance se dobló el meñique, «me fui para la banda y el míster me pegó un tirón y me dijo: ‘para dentro’ y jugué así todo el partido».
Gracias al C.D. Churriana, la asociación de amigos y veteranos del equipo cuenta con su propio local social al lado del Campo Alfredo Viñolo, lleno de recuerdos y con el patio cubierto de césped artificial, donde hay un rincón dedicado a Pedro Gómez. De esos años en el Churriana Maximiliano Viñolo, como si hablara en nombre de todos, confiesa: «El hecho de estar jugando ya era lo mejor. Lo disfruté muchos años».
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