Crónicas de la ciudad

Las columnas imposibles del Parque Huelin y las grevilleas en flor

El paseante deberá obviar esta pincelada agrietada de Marina D´Or y centrarse en la zona verde, que estos días exhibe sus fastuosos árboles de fuego en pleno encendido

Una de las ‘perjudicadas’ puertas de entrada al parque, con un árbol de fuego en flor detrás.

Una de las ‘perjudicadas’ puertas de entrada al parque, con un árbol de fuego en flor detrás. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Ayer hablábamos de la vistosa Grevillea robusta o árbol de fuego, uno de cuyos ejemplares no pierde de vista la torre de la iglesia de Carranque y parece querer alcanzarla a cada primavera.

Desde hace años son muy llamativos los que acompañan el edificio de la Alameda de Colón con la Alameda Principal, en el lado más pegado al Guadalmedina, pero si quieren ver una doble hilera de árboles con las ramas encendidas de metafórico fuego, gracias a sus preciosas flores, deben darse una vuelta estos días por el paseo central del Parque Huelin, donde ya lucen como perpetuamente iluminadas por el sol.

El paseo central, con árboles de fuego en plena floración.

El paseo central, con árboles de fuego en plena floración. / A.V.

El Parque Huelin, por cierto, va eliminando poco a poco los rastros de la calima pasada, simbolizada en su faro, que ya luce con la parte inferior pintada de blanco, mientras la superior aún exhibe los chorreones de ‘desierto’.

El faro, camino del blanco perdido.

El faro, camino del blanco perdido. / A.V.

También las esculturas, en su mayoría, están en buen estado de revista, aunque alguien deberá reponer la mitad de las gafas arrancadas al busto del recordado concejal José María Martín Carpena, asesinado por una extinta y primitiva banda de mamíferos identitarios.

El busto a José María Martín Carpena, con las gafas rotas.

El busto a José María Martín Carpena, con las gafas rotas. / A.V.

Lo que también alegra la vista es la presencia de ánades reales con sus crías en el estanque del parque; no sabemos si son los mismos o al menos parientes de los que repoblaron el Guadalmedina, de la iglesia de Fátima para arriba.

El único ‘pero’ en este parque tan necesario y de tanto éxito radica en su colección de columnatas, que parecen copias de saldo de una de esas tiendas de carretera que ofrecen todo un mundo de adornos de chalé, desde enanos de jardín hasta dálmatas, fuentes con sirenas y osos ‘grizzly' a tamaño natural. Es el único toque ‘ostentóreo’ de este espacio, una pincelada tan nuestra que incluso se ha incorporado a ese concepto tan fomentado por nuestro Ayuntamiento como son las pérgolas sin plantas. Así, las exageradas columnas sostienen a su vez unas vigas que no sirven para sostener nada y quien quiera sentarse al pie de estos artefactos deberá marcharse y buscar sombra.

Columnata-pérgola sin sombra.

Columnata-pérgola sin sombra. / A.V.

En la misma línea, las gigantescas portadas neoclásicas del parque logran transportarnos a Marina D´Or y no a Corinto. Además, se encuentran en un estado de revista tan pésimo -con redes para evitar desprendimientos- que parecen restos arqueológicos recién hallados, aunque con sus hierros al aire también evocan el chapucero Dique de Levante de nuestro Puerto, obra cumbre de la picaresca española. En resumen, disfruten del precioso Parque Huelin a pesar del ‘columneo’.

Pie de una columna de una de las portadas del Parque.

Pie de una columna de una de las portadas del Parque. / A.V.

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