Crónicas de la ciudad

La primavera se deja notar en el solar del Astoria

La reverdecida parcela del Astoria, con la Alcazaba al fondo, lanza el mensaje de que en Málaga la ley no obliga a colocar en todo solar una ‘primera piedra’

El cinéfilo solar, esta semana.

El cinéfilo solar, esta semana. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

A finales de los 90 el gran fotógrafo Pepe Ponce publicó un impactante libro, ‘Málaga solar del Paraíso’, que se convirtió en una crítica con imágenes a la miríada de solares en barbecho o semiderribo espurreados por toda la ciudad, con especial presencia en el Centro, La Trinidad y El Perchel.

El siempre activo registro municipal del ramo, un ‘Gotha’ de los solares, sólo incluye los de más solera, aquellos que atesoran muchos años al sol que más calienta porque sus propietarios muestran un vago interés en urbanizarlos... si es que sus dueños se encuentran localizados, que no siempre sucede.

Y sin embargo, pese a que transmiten una imagen decrépita de escenario de ‘cine quinqui’, el autor de estas líneas quisiera que algunos de ellos se incluyeran como ‘miembros de honor’ en el registro, pero con la intención de que todos pudiéramos recapacitar sobre su uso durante un tiempo.

Más de una vez hemos hablado del involucionista proyecto de las torres de Repsol, quizás, el más llamativo retroceso de zona verde que ha vivido un PGOU en Málaga, debido a una mentalidad urbanística que se estilaba hacía medio siglo.

Pero también merecería quedar en barbecho unos años, en el Gotha de los solares y con el único fin de que nuestros próceres reconsideraran qué hacer con él, el solar del cine Astoria.

La tanda de lluvias de última hora y la calima, parece que con nutrientes pese a sus espantosos efectos, han reverdecido este solar como esa aventura de Astérix (‘La residencia de los dioses’) en la que gracias a la magia los bosques crecían de la noche a la mañana. En esta parcela daría la impresión -‘por Tutatis’- de que si se dejara un poco más a la Naturaleza, pronto tendríamos un parque natural aderezado con restos arqueológicos.

Precisamente, una hilera de altivas jacarandas cierra de forma natural la plaza de la Merced, que por eso mismo no pierde su forma original ni tiene imperiosa necesidad de que le planten un edificio al lado.

Al fondo asoma la Alcazaba, una vista inédita desde hacía muchas lunas. Antes de taparla de nuevo con el enésimo edificio que supondrá «un hito, un icono y un referente para Málaga» (es imprescindible recitar este trillado mantra urbanístico para optar a un buen cargo público en Málaga) harían bien nuestros anticuados politicos en pensar qué necesita realmente este frecuentado rincón de Centro.

¿Y por qué no más espacio cívico sin necesidad de poner ninguna ‘primera piedra’?

Suscríbete para seguir leyendo