Memorias de Málaga

Los estrenos del cine Echegaray

Durante más de cincuenta años, el cine Echegaray, inaugurado en 1932, estrenó cerca de tres mil películas, algunas de ellas grandes obras maestras, durante mucho tiempo a razón de medio centenar al año

El cine Echegaray en su última etapa. | CARLOS CRIADO

El cine Echegaray en su última etapa. | CARLOS CRIADO / Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Guillermo Jiménez Smerdou

Hasta 1932, fecha en la que se inauguró el cine Echegaray, el cine Goya gozó del privilegio de ser el único local acondicionado de la ciudad para ver películas con comodidad y todas las garantías.

Los cinematógrafos existentes en aquellos años tenían asientos de madera, carecían de sistema de ventilación, los servicios higiénicos dejaban bastante que desear, el personal no estaba uniformado… El único que cumplía todos los requisitos, salvando las distancias, era el Petit Palais. El Lara, el Vital Aza, el Moderno, el Victoria, el Rialto, el Plus Ultra… eran auténticos cines de barrio y algunos alejados del Centro de la ciudad, de lo que ahora denominamos Centro Histórico.

El nuevo cine, al que se le dio el nombre del primer español al que se le concedió un Premio Nobel, vino a mejorar el bajo nivel que presidía el conjunto de los locales públicos. El Cervantes, entonces, solo se centraba en lo que proclama su enunciado: Teatro. Desde su apertura, el nuevo cine, en buena lid, rivalizó con el Goya en todo: comodidad, seguridad, selección de películas…

Entre la primera película en 1932 y la última el 2 de julio de 1986, el Echegaray debió estrenar casi 3.000 películas. Es un cálculo aproximado. Durante muchos años, la media era de 50 películas anuales: en los últimos ejercicios, hasta su cierre, la media se redujo a la mitad. Como permaneció abierto 54 años, el cálculo es aproximado. Yo poseo una lista de más de mil títulos de esas películas entre las que voy a recordar algunas que fueron hitos en su época: ‘Policía Montada del Canadá’, ‘La sombra de una duda’, ‘Laura’, ‘Seis destinos’, ‘Sucedió mañana, ‘Casablanca’, ‘Náufragos’, ‘¡Qué bello es vivir!’, ‘Monsieur Verdoux’, ‘Gilda’, ‘Montecassino’, ‘Ladrón de bicicletas’, ‘El vals del emperador’, ‘Stromboli’, ‘Justicia cumplida’, ‘Arroz amargo’, ‘La guerra de los mundos’,‘Sabrina’, ‘Rebelión en la granja’, ‘Testigo de cargo’, ‘El puente sobre el río Kwa’, ‘La semilla del diablo’, ‘El graduado’,‘El guateque’…

Los empresarios

A lo largo del tiempo conocí a los propietarios o empresarios, empezando por don Juan del Río, que era ingeniero de Caminos, y a don Antonio Rey Soria, que dio un cambio radical a la programación.

Los estrenos del cine echegaray

Fachada del cine Echegaray en su última etapa. / Carlos Criado

Don Juan del Río

Era un gran aficionado al cine y dedicó gran parte de su vida a una actividad que no tenía relación alguna con su formación técnica, nada menos que la de ingeniero de Caminos, la meta de muchos jóvenes de la época. Tuve contactos con él para que facilitara la sala de pruebas del Málaga Cinema para las sesiones del Cineclub y para el Festival de Cine Español de 1953. Cobró una cantidad simbólica en las dos ocasiones.

Cuando tuve la idea de retransmitir películas por la radio y mi propuesta fue aceptada con reservas por el director de Radio Nacional porque no la veía muy clara, al primer empresario que me acerqué para que autorizara la radiación de películas desde su cine fue don Juan del Río, que accedió y corrió el riesgo del fracaso por las molestias que podía ocasionar a los espectadores la presencia en un rincón de la sala de un locutor y un técnico para narrar lo que se proyectaba en la pantalla. Otros empresarios también accedieron, salvo uno que pensó que la radiación podía restar espectadores a las sesiones del día siguiente.

Rey Soria

Las relaciones de los aficionados al cine con Rey Soria, que gestionó el Echegaray y el Málaga Cinema durante varios años, fueron abiertas y divertidas. Él y su hermano Gabriel entraron en el mundo del cine en México. No sé si eran mexicanos de nacimiento. Supongo que sí. Fundaron una productora y distribuidora con sus apellidos: Rey Soria Films. Gabriel dirigió películas en México, pero Antonio creo que no. En Madrid se hicieron cargo del cine Rex y lograron un gran éxito económico con la reposición de todas las películas protagonizadas por el agente 007, James Bond. También acertaron desde el punto económico con la reposición de películas de éxito que ya no estaban en el mercado.

Antonio de vez en cuando viajaba a México DF y un día nos contó la visita a un amigo en uno de sus desplazamientos. Lo recibió en una mansión rodeada de un espectacular jardín. Nada más llegar a la casa, su amigo le dijo que le iba a enseñar algo único. Y le mostró una ametralladora Thompson que había adquirido en Suecia. A la pregunta de su uso, muy ufano le respondió que cuando oía algo extraño en los terrenos de su propiedad, salía a la puerta y disparaba ráfagas dirigidas hacia toda el área de su propiedad para ahuyentar a los posibles visitantes no deseados.

Rey Soria fue un avispado empresario que mejoró la programación y contrató lo mejor de cada momento; como el Málaga Cinema formaba parte de la misma empresa, la programación del segundo local se basó en la elección de las películas teóricamente más taquilleras. Durante su estancia en nuestra provincia se instaló en un chalet cercano al Hotel Riviera de Benalmádena, donde una noche sí y otra también organizaba fiestas con flamencos y mariachis.

Los estrenos del cine echegaray

Rita Hayworth. / L. O.

Dos sucesos

En uno de los capítulos de las Memorias de Málaga, publicado en La Opinión el 31 de marzo de 2013, conté el fallido estreno de la película ‘Gilda’ en el Echegaray. El día del estreno, 9 de abril de 1947, un grupo de personas lanzó tinteros con sus tintas azules y negras contra las taquillas en señal de protesta por la proyección de una película considera escandalosa, inmoral y todos los epítomes imaginables.

Rita Hayworth fue censurada, vilipendiada… y la película no se estrenó porque la prohibió el gobernador civil. Varios meses después, el 9 de septiembre, se estrenó sin problemas. Si comparamos ‘Gilda’ con las películas que hoy se exhiben en las televisiones «para todos los públicos», casi podríamos calificarla de «recomendadas para menores».

Un hecho insólito se produjo en el año 1933 con el estreno de ‘El Danubio azul’, cuando ya las películas eran sonoras. Me lo contó el propio don Juan del Río. La secuencia final de la cinta, interpretada por Brigitte Helm y Joseph Schildkraut, era la ejecución del famoso vals por una gran orquesta con parejas bailando, secuencia que duraba más de diez minutos.

Al aparecer en la pantalla la palabra ‘fin’, los espectadores que llenaban el Echegaray prorrumpieron en un largo aplauso. En vista del éxito, se comunicó al público que se repetiría la secuencia final. Se rebobinó la película en unos minutos, y se volvió a proyectar la secuencia con el famoso final del vals de Johann Strauss.

Un espectador enfadado

Durante la proyección de una película en el Echegaray (yo estaba en la sala) un espectador empezó a expresar su disgusto por la mala calidad del filme. No le gustaba y se sentía estafado. En la oscuridad del local su voz era clara y contundente: «¡Esto es una mierda!, ¡Me han estafado!, ¡Menudo rollo!»

Uno de los acomodadores, linterna en ristre, localizó al individuo para que cesara en sus protestas, porque estaba molestando al resto de los espectadores, pidiéndole por favor que se callara…

Como el protestón insistía en sus comentarios adversos a viva voz, le amenazó con la expulsión de la sala (es un timo, esto no hay quien lo aguante…). Y exclamó: «No me tiene que expulsar. Me voy». Se levantó del asiento y se dirigió a la puerta.

Durante el trayecto siguió gritando: «¡Vaya mierda de película!, ¡Que me devuelvan el dinero!...». Hasta que abandonó la sala. Con gran sorpresa por mi parte, al verlo salir lo reconocí: era un antiguo compañero de estudios. Coincidimos en el 5º de bachillerato. Se llamaba Gonzalo… y oculto su apellido. Si vive, tendrá mi edad, y me gustaría recordar con él la anécdota.

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