Crónicas de la ciudad
Un respiro para la calle Marqués de Valdecañas
Uno de los edificios más bonitos de esta histórica calle ha sido liberado de truculentas pintadas de homúnculos
La calle Marqués de Valdecañas es frutos de los vaivenes urbanísticos del siglo XIX, pues hasta la desamortización esta vía en realidad lindaba en su mayor parte con la huerta de San Francisco del monasterio franciscano de San Luis el Real, que además ocupaba la parte final de esta calle.
Con la desamortización entró en acción el espabilado de Antonio María Álvarez, un hacha de los acuerdos turbios que llegó a gobernador político y militar y que hizo pingües negocios con un par de antiguos conventos de Málaga, entre ellos el franciscano.
Don Antonio María urbanizó parte de los terrenos y, como muchos saben, hasta construyó en parte de ellos una plaza de toros y junto a ella, los famosos Baños de Las Delicias o de Álvarez, cuyo templete central se conserva milagrosamente, encasquetado en un mundanal garaje.
Por tanto, la calle Marqués de Valdecañas era digna de mostrarse en cualquier paseo turístico por Málaga, gracias a toda esta carga histórica que se conserva, sin olvidar que está a dos pasos de los restos del antiguo convento, el que fuera Conservatorio María Cristina, y de la preciosa plaza de San Francisco.
El problema estribaba en que una horda de homúnculos del grafiti, seres metafóricamente simiescos y con gran habilidad para desgraciar paredes, se había ensañado hasta límites difíciles de soportar con la mayoría de las casas de esta calle.
La propia pared del garaje Las Delicias había sido mancillada con pintadas de garrulos bien conocidos por la Policía Local, y la Policía Nacional, porque los principales monumentos y rincones dignos de nuestra ciudad habían sido ensuciados con sus zarpas de colorines.
Y así, el retroceso de la Humanidad quedaba simbolizado por medio de cazurros siderales como Tuertoking, Mouse, Foker, Koof y un sinfín de iletrados del spray.
En ocasiones, los homínidos empleaban una pintura chorreante que ensuciaba todavía más las viviendas. Una de las más dañadas, por cierto, es una de las más bonitas. Se trata de una vivienda de aires decimonónicos de tres planta que hace esquina con la calle Gigantes y de hecho tiene entrada por las dos vías.
Suponemos que con mucho esfuerzo y dinero, el esplendor de esta hermosa casa ha sido restituido y las pintadas se han ido a hacer gárgaras. Es un primer paso para recuperar la dignidad de esta calle. Ojalá que más inmuebles sigan su ejemplo y que, con la ayuda de los agentes del orden, los bárbaros más brutos de la tribu guarden sus sprays y regresen a la civilización.
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