Mirando atrás

Adalberto Martínez Solaesa: La música como proyecto de vida

El académico de San Telmo Adalberto Martínez Solaesa (Gómara, Soria, 1937), catedrático emérito de la UMA y organista titular de la Catedral, recibió el jueves en el Templo Mayor un homenaje a su brillante trayectoria, volcada en la enseñanza musical y la interpretación

Adalberto Martínez Solaesa, esta semana en su barrio de La Malagueta.

Adalberto Martínez Solaesa, esta semana en su barrio de La Malagueta. / Evelyn Herrera

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Cuando me hablan de homenajes, yo es que he disfrutado tanto con esto.... ¡si el homenaje se lo tengo que dar yo a todo el mundo!», argumenta Adalberto Martínez Solaesa con una amplia sonrisa. Este afable y extrovertido soriano de 85 años, malagueño de adopción desde 1978, habló con La Opinión días antes del homenaje que le tributaron este pasado jueves en la Catedral de Málaga, cuando concluyó el XXX Ciclo de Conciertos de Órgano, un evento anual del que ha sido su organizador hasta el año pasado.

Académico de San Telmo desde 2021, catedrático emérito jubilado, organista titular de la Catedral de Málaga, Premio Nacional de Música Fin de Carrera, Premio de Honor del Real Conservatorio de Madrid... En realidad todo comenzó en una antigua iglesia de piedra, la de San Juan Bautista en Gómara, su pueblo natal.

Iglesia de San Juan Bautista en Gómara, Soria, pueblo natal de Adalberto Martínez.

Iglesia de San Juan Bautista en Gómara, Soria, pueblo natal de Adalberto Martínez. / Ayuntamiento de Gómara

«Mi padre, que se llamaba Adalberto, era el sacristán y el organista de la iglesia. De pequeño escuchaba a mi padre e incluso tocaba furtivamente, porque me enseñó piano y solfeo, así que evidentemente, se mete el gusanillo», cuenta.

El siguiente paso para el único varón de una familia con tres hermanas fue marcharse a estudiar al Conservatorio de Madrid, mientras toda su familia, hermanas incluidas, hacían un importante sacrificio económico. «Trabajaron los indecible para que yo pudiera salir adelante».

Allí estudió primero piano y luego órgano, «porque sin una buena base pianística es difícil ser buen organista». Además, aprovechó para obtener la licenciatura de Filosofía y Letras.

Precisamente estudiaba en Madrid cuando un compañero de estudios, el director de la Escolanía del Valle de los Caídos, le propuso acompañar a la formación, como pianista y organista, en un viaje de dos meses a Japón, costeado por un potentado japonés.

En 1966, en el órgano del Valle de los Caídos.

En 1966, en el órgano del Valle de los Caídos. / Archivo personal

«Fue mi primer viaje en avión, 23 horas y nos desviamos por el Polo Norte porque entonces no se podía sobrevolar la Unión Soviética», cuenta. A partir de esa inolvidable salida al extranjero, trató de formarse fuera aprovechando las becas de intercambio cultural del Ministerio de Exteriores.

De una de esas estancias, en Praga, aún tras el ‘telón de acero’, destaca: «Me trataron selectivamente, como un privilegiado, pero aún así, recuerdo que estuve un mes comiendo hígado todos los días de la semana», ríe.

Y pronto vio que el mejor camino, con el que además conseguía la estabilidad económica, era el de la enseñanza. En la capital de España fue profesor tanto del Conservatorio como de la Escuela de Magisterio y tras fallecer el anterior organista, opositó y consiguió la plaza de organista titular de la Catedral de Madrid, que por entonces no era la inconclusa Almudena sino que desde 1885 y hasta 1992, la Colegiata de San Isidro.

Los órganos

Adalberto Martínez hace un inciso para señalar que la de órgano «es la enseñanza más profunda que se da en la música», al tratarse de un instrumento sin un repertorio limitado por el tiempo: «Un pianista va con su violín de toda la vida bajo el brazo o un pianista siempre tendrá un piano Steinway o de cualquier otra marca pero como organista me puedo encontrar con un órgano del siglo XVI y tengo que conocer la teoría de ese siglo; uno del XVII, cuando no existía la afinación temperada o uno monumental de cinco teclados...».

En Passau, en 2007, a los teclados del órgano más grande de Europa.

En Passau, en 2007, a los teclados del órgano más grande de Europa. / Archivo personal

Llegada a Málaga

«Una vez había tocado en la Catedral de Málaga pero ni pensaba que terminaría aquí», confiesa, y sin embargo, el destino lo convirtió en malagueño de adopción: «Salió una cátedra en toda España para los conservatorios estatales y me presenté. La plaza se la quité a un señor que llevaba seis años de interino en Málaga, sin embargo, me recibieron de maravilla y se trató de un hombre fantástico», recalca.

Era el año 1978, acababa de casarse con Estrella, su mujer y recién aterrizados en Málaga salieron oposiciones a Magisterio que los dos sacaron, así que en el caso del organista fue catedrático por partida doble durante un tiempo. La pareja se fue a vivir a un piso en alquiler para estudiantes cerca de El Ejido, «al lado del Conservatorio y Magisterio». En este barrio, por cierto, nacería su hija Estrella, aunque la familia terminó viviendo en el Paseo de la Farola.

En el Conservatorio Superior de Málaga impartió, además de órgano, canto gregoriano y pedagogía musical, pero finalmente, por incompatibilidad administrativa, se quedó sólo como catedrático en la que luego sería la Facultad de Ciencias de la Educación, al igual que su mujer.

En la facultad dio Historia de la Música, Lenguaje Musical; también a alumnos de Historia del Arte en Filosofía y Letras... «he disfrutado lo indecible y creo que mis alumnos también», subraya, por eso explica que una vez nombrado catedrático emérito, siguió dando clase «hasta el último día y porque a los 73 años lo tenía que dejar, era el límite».

En 2003, el año en que fue designado organista titular de la Catedral de Málaga.

En 2003, el año en que fue designado organista titular de la Catedral de Málaga. / Carlos Criado

En 2003, por cierto, fue designado organista de la Catedral, tras suceder a Victoriano Planas. Los dos órganos gemelos del Templo Mayor de Málaga no tiene duda en calificarlos como «los más significativos y mejores de toda la organería española del siglo XVIII, contando con que el XVIII es la edad de oro del órgano español». El intérprete resalta la paradoja de que en el XIX, a causa de las desamortizaciones, los órganos españoles dejan de renovarse con nuevos adelantos y los antiguos no quedaron «orillados». Se interrumpió la renovación «y los órganos del XVIII han quedado como reliquias y de ellas, las más logradas, las que llegaron al culmen de su siglo son los dos órganos de Málaga».

Con el obispo de Málaga, el alcalde y el deán en la Catedral, durante el homenaje del pasado jueves.

Con el obispo de Málaga, el alcalde y el deán en la Catedral, durante el homenaje del pasado jueves. / Ayuntamiento de Málaga

Mucho se queda en el tintero de la intensa vida de un músico que ha tocado en medio mundo y que en 1985, tricentenario del nacimiento de Bach, logró que la integral para órgano del compositor se interpretara en Málaga. Adalberto Martínez no deja de dar gracias a la vida por lo mucho que ha disfrutado con la música. Y miles de personas gracias a él.

Suscríbete para seguir leyendo