Crónicas de la ciudad

El desagüe olvidado de la calle Juan de Ortega

Un modesto cauce para aguas pluviales en la barriada de Los Ramos luce como si sobre él hubiera caído una plaga bíblica. No le vendría mal un poco de limpieza

Vista del aliviadero de aguas pluviales, un campo de cardos desde hace mucho tiempo, lamentan los vecinos.

Vista del aliviadero de aguas pluviales, un campo de cardos desde hace mucho tiempo, lamentan los vecinos. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Asegura el sabio refranero español que las mejores esencias se guardan en los tarros más pequeños. Sin embargo, extrapolar esta observación popular a todos los niveles podría depararnos alguna sorpresa.

En el plano hidrológico, por ejemplo, basta examinar el cauce del Guadalmedina para constatar que, pese a su aspecto muy mejorable, sobre todo de la iglesia de Fátima para abajo en la que se nos revela como un desangelado y reseco abrevadero, a partir de ahí y hasta su nacimiento se transforma en una amplia pradera verde, todavía con alguna modesta corriente de agua -por el Limonero más que por la Naturaleza-, un paisaje de especial belleza desde el puente de la Palmilla, como pudo comprobar el pasado domingo el firmante.

El Guadalmedina desde el puente de La Palmilla.

El Guadalmedina desde el puente de La Palmilla. / A.V.

Y sin embargo, un cauce mucho más pequeño y reconcentrado no siempre encaja en el refranero ni por tanto nos ofrecerá esencia alguna.

La cruda realidad de esta afirmación podemos localizarla en una calle que frente al Atabal, en el barrio de Los Ramos, homenajea al poeta malagueño del XVIII Juan de Ortega

Allí nos toparemos con un modestísimo cauce de hormigón que desagua, rumbo al alcantarillado municipal, las aguas que de higos a brevas culebrean por los cerros más próximos, para que las casas más inmediatas no se aneguen con unas correntías dignas de la práctica del ‘rafting’.

Sin embargo, esta humilde obra de los años 90 explican los vecinos que no recibe el mantenimiento que se merece. Y lo cierto es que en el momento de visitarlo este periódico, la semana pasada, presentaba un estado de revista desastroso.

El aliviadero, desde el otro lado, con la barca y la caseta de electricidad al fondo.

El aliviadero, desde el otro lado, con la barca y la caseta de electricidad al fondo. / A.V.

La impresión general es que, pese a que pinta poco en las infraestructuras hidráulicas de Málaga, parecía que sobre ella hubiera caído una plaga bíblica reservada para zonas de más relevancia. De hecho, en el centro del cauce florecía un bosque ennegrecido de cardos de gran porte y detritus , así como un par de viejos capazos; elementos que sin duda no ayudan mucho a que el agua corra con fluidez en caso de avenida.

Y como remate de este espacio dejado a su suerte, habrá que cruzar los dedos para que el agua nunca rebose porque, tras una rejilla atiborrada de matojos, ya en la civilización, aguarda una caseta de electricidad, informan los vecinos (menudo sitio para colocar algo así) y, justo antes, y quién sabe si como medida previsora de escape, un vecino tiene una descolorida barca tostándose al sol.

Óscar, un vecino de la calle, se muestra taxativo ante este paisaje de desolación: «Esto no lo han tocado en 30 años». Sea cierto o no, hora es de actuar.

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