Crónicas de la ciudad

El parque de Santa Ana y las torres de alta tensión

El Ayuntamiento rescató de la indigencia este parque de la Finca La Palma pero falta por soterrar un par de inexplicables torres alta tensión

Torres de alta tensión en el parque.

Torres de alta tensión en el parque. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

El parque de Santa Ana, junto a la Finca La Palma, debe su nombre al desaparecido Cortijo de Santa Ana, cerca ya de Navarro Ledesma.

De hecho, del entorno del cortijo esta zona verde municipal todavía conserva una doble hilera de pinos que en su día fueron el paseo de entrada al cortijo.

Gracias a Francisco Jiménez, antiguo presidente de la Asociación de Vecinos de Finca La Palma, conocemos que este barrio de casas mata se empezó a construir a finales de los años 50. Sin embargo, no tomó el nombre del vecino cortijo de Santa Ana, que por entonces seguía en pie, sino de la mencionada Finca La Palma, un poco más abajo, donde hoy se encuentra el Colegio de El Romeral, nos informa.

Entre el arroyo de las Cañas y el de Teatinos también pasaba el de Roldán que se unía al de Teatinos un poco más abajo, destaca. Y entre los cortijos próximos al barrio, el de Los Remates, que se derribó hace pocos años para construir una residencia de la tercera edad.

Los ‘remates’ hacían alusión a los adornos de cerámica que remataban la casa, procedentes de la vecina Colonia de Santa Inés, aunque también se le conocía como el Cortijo del Inglés, porque su primer propietario, en 1933, fue el británico Cecil Harrison.

Como curiosidad, en el entorno también se encontraba la Hacienda de Rascacielos que, suponemos, evocaba la proximidad del inmenso azul en pleno campo y no a ningún lobby catarí.

El camino original de pinos al Cortijo de Santa Ana.

El camino original de pinos al Cortijo de Santa Ana. / A.V.

El parque de Santa Ana, por cierto, ha experimentado una de las mejoras más espectaculares que ha podido tener una zona verde en Málaga. Hace 20 años era un purgatorio de matojos kilométricos y un barullo de ramas de los que en cualquier momento podía salir un tigre o, cuando menos, el Tigre de Mompracem.

Hace unos 15 años el Ayuntamiento se apiadó de los vecinos y transformó este parque del terror en una zona verde digna que conserva algunos de los árboles originales de la finca.

Lo que sigue desgraciando todo el conjunto son dos inexplicables y tercermundistas torres de alta tensión en mitad de la vegetación. 

Si complicado siempre estuvo soterrarlas, con la subestación de Los Ramos en lontananza, qué menos que, como mínimo, haber mandado al subsuelo o desviar estas dos peligrosas y antiestéticas torres, cuyas bases están pintarrajeadas por el personal.

Por lo demás, eucaliptos, prunus, pinos y acebuches conforman el paisaje de este parque rescatado de la indigencia, a falta de que las torres hagan, algún año, mutis por el foro.

Suscríbete para seguir leyendo