Patrimonio

Convento del Carmen: devolver la vida al símbolo del Perchel

Los arquitectos Demófilo Peláez Postigo, José Ramón Cruz del Campo y Gloria Cruz Bautista, Mención especial de los Premios Andalucía de Arquitectura 2022, cuentan cómo ha sido el reto de rehabilitar el Convento de San Andrés de los carmelitas descalzos

José Ramón Cruz del Campo, Gloria Cruz Bautista y Demófilo Peláez Postigo, en una de las dependencias rehabilitadas del edificio principal.

José Ramón Cruz del Campo, Gloria Cruz Bautista y Demófilo Peláez Postigo, en una de las dependencias rehabilitadas del edificio principal. / La Opinión

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

«Alguna vez he arreglado aquí mi seiscientos», recuerda José Ramón Cruz del Campo, un malagueño nacido en Madrid hace 73 años. Se refiere al convento de San Andrés, en El Perchel, durante muchos años un cúmulo de negocios y talleres en el que fuera el hogar de los carmelitas descalzos desde finales del siglo XVI (1584) hasta que fue desamortizado en 1836.

En cuanto al malagueño Demófilo Peláez Postigo, nacido en El Palo hace 61 años, pudo conocer a fondo el estado del convento en 1988 a raíz de un artículo conjunto para la revista Jábega, en el que con otros autores publicó planos del monumento y alertó de su preocupante situación.

Un rincón del antiguo claustro carmelita, en 1988.

Un rincón del antiguo claustro carmelita, en 1988. / Archivo Demófilo Peláez Postigo

Los dos arquitectos, junto con la arquitecta malagueña Gloria Cruz Bautista, de 37 años, hija del primero, acaban de recibir la Mención especial en los Premios Andalucía de Arquitectura 2022, por la rehabilitación del convento carmelita de San Andrés, en El Perchel, obra promovida por el Instituto Municipal de la Vivienda del Ayuntamiento de Málaga.

Para Demófilo Peláez, autor del proyecto básico y de ejecución de la segunda fase y con una larga carrera a sus espaldas, supone una «revitalización profesional», además de la satisfacción de participar en la recuperación de una parte del Patrimonio de Málaga por el que ya se interesó a fondo hace casi 35 años.

Imagen aérea del edificio principal del convento en 1999.

Imagen aérea del edificio principal del convento en 1999. / Carlos Criado.

José Ramón Cruz, a cargo de la primera fase y autor del proyecto modificado y de la dirección de obras de la segunda, confiesa que cuando le dio «al ‘enter’» para presentar la documentación pertinente «me quedé un ratito pensando porque tenía 70 años pero luego dije: pues mira, me retiro con esto». Y eso acaba de hacer este arquitecto especializado en la recuperación del Patrimonio que ha rehabilitado monumentos como la Plaza Ochavada de Archidona, la iglesia de Macharaviaya o las cubiertas del Santuario de la Victoria.

Un detalle del claustro conventual, con el brocal del pozo con el escudo carmelita en una de las esquinas.

Un detalle del claustro conventual, con el brocal del pozo con el escudo carmelita en una de las esquinas. / Evelyn Herrera.

Por su parte a Gloria Cruz este trabajo le ha supuesto «un comienzo de mi vida profesional y un aprendizaje a nivel profesional, por el hecho de aprender a intervenir en el patrimonio y eso de disfrutar cada día con cada centímetro que se levanta, con cada cata y pintura mural que aparece y también a nivel personal», al trabajar junto a su padre.

José Ramón Cruz del Campo, Gloria Cruz Bautista y Demófilo Peláez Postigo, la semana pasada delante del antiguo convento perchelero.

José Ramón Cruz del Campo, Gloria Cruz Bautista y Demófilo Peláez Postigo, la semana pasada delante del antiguo convento perchelero. / A.V.

El convento de 1836

Como explica José Ramón Cruz, el criterio de la rehabilitación ha pretendido «recuperar el convento que se desamortizó» en 1836, teniendo en cuenta que el edificio conventual no se hizo de una vez sino que no dejó de crecer y transformarse durante toda la vida de la comunidad carmelita. Prueba de ello, detalla, es que «cada vez que había añadidos se levantaba el nivel del suelo», de tal forma que en la parte más antigua «había como tres o cuatro niveles». Esto se explica porque no se cargaba y transportaba lo demolido a un vertedero como en la actualidad sino que «en su lugar todos los escombros se reutilizaban, por eso las elevaciones de altura son de escombros».

Imagen de las obras de recuperación del convento.

Imagen de las obras de recuperación del convento. / Archivo José Ramón Cruz del Campo

Pese a la pobreza intrínseca de los carmelitas descalzos, la intervención de los arqueólogos ha permitido localizar pinturas murales que estaban ocultas y una de las dependencias recuperadas ha sido identificada como el hospital del convento, por los restos de pintura de un posible retablo, cuenta José Ramón Cruz.

Detalle de una pintura mural con versos en latín del profeta Isaías.

Detalle de una pintura mural con versos en latín del profeta Isaías. / EVELYN HERRERA

Las obras permitieron además que regresara al convento el brocal de un pozo con el escudo carmelita que llegó a estar en calle Zegrí. «Se le planteó en su momento a las monjas del Carmen si el pozo era de ellas pero nos dijeron que no, que eran de los padres», explica. Por otro lado, también se ha podido localizar un aljibe, evidencia del dominio hidráulico de los monjes, que contaban con extensas huertas así como el sitio exacto en el que estuvo la escalera principal del convento, para recuperarla adaptada a la normativa actual. Como curiosidad, había sido eliminada «porque se encontraba donde estaba el acceso de vehículos». Como paradoja, José Antonio Cruz cree que los usos comerciales e industriales tras la desamortización fueron los que hicieron posible que este complejo sobreviviera.

El aljibe localizado durante las catas arqueológicas.

El aljibe localizado durante las catas arqueológicas. / Evely Herrera

El Convento de San Andrés, pese a su azarosa existencia, ha renacido gracias en buena parte al trabajo de estos profesionales, ahora reconocidos. 

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