MÁLAGA DE UN VISTAZO

Estadios veraniegos

Jordi Cánovas

Jordi Cánovas

El verano es el andén de las estaciones, un andén seco, cruel y árido, pero por el que tarde o temprano pasa el tren que nos lleva a otra parte a escapar del calor o a vivirlo bajo otro idioma o acento y eso, aunque no le baja ningún grado, algo refresca.

El verano es la temporada de los aeropuertos y los aviones y se nos pasa volando, ya termina julio y agosto -que todavía ni empieza- en nada estará agonizando, pasando todo el calor que le sobre a un septiembre cada año más asfixiante.

El verano es tiempo de aventuras y desventuras, de borrar fronteras, de salirse del guion y hacer un spin-off, de saltar a la comba con lo que nos ata, de olvidarse de todo y crear nuevos recuerdos, de apagar la tele, el móvil y tantos fuegos.

El verano es época de viajes y la gente se nos va o nos visita, o vamos nosotros o nos vamos lejos para no ser visitados, viajes de ida y de vuelta, a veces cortos y a veces largos, a veces viajamos juntos y volvemos por separado, otras veces es al revés y a cientos de kilómetro recuperamos la cercanía que se perdió en alguna de las vueltas a la rueda de la rutina, viajamos para conocer al mundo y lo que ocurre es que nos encontramos con nosotros mismos, fuera de los railes del día a día, exploramos como niños la vida y otra vez recemos un poco más desaprendiendo algo viejo.

El verano es también el periodo de los amoríos, si la primavera la sangre altera, el verano nos la hierve y se acaban y empiezan relaciones por igual, amores a primera vista que se miran como si desde siempre, amores de toda la vida que se mueren.

El amor en verano es un turista más en todas las ciudades haciéndose ‘selfies’ efervescentes.

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