Crónicas de la ciudad

Marea de pintadas en el Puente de los Alemanes

Un año después de la última visita, el Puente de los Alemanes ha visto incrementado su acervo cultural con nuevas pintadas de mamíferos con spray

El Puente de los Alemanes, hace unos días.

El Puente de los Alemanes, hace unos días. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

En julio del año pasado, esta sección se hacía eco de la tenaz marea de pintadas que poco a poco estaba invadiendo el histórico Puente de los Alemanes.

Entre las pintadas más alucinógenas destacaba una imbecilidad en la lengua de Shakespeare que textualmente rezaba «Kopites are gobshites». Al parecer, es el piropo que los hinchas más hinchados del Everton le dedican a sus hermanos de Liverpool, muy probablemente por envidia.

Ni que decir tiene que, un año más tarde, el puente continúa luciendo este cutre improperio futbolero y ha incorporado muchísimas más sandeces, la mayoría de ellas consistentes en la firma con la que nuestros mamíferos del spray certifican los actos vandálicos.

Resulta descorazonador tanto la insensibilidad cultural de los autores como la (in) capacidad de reacción de nuestras autoridades, que en temporada alta exhiben esta pieza histórica como recién salida de una película quinqui de los 70.

La pintada futbolera y algunas más, un año después.

La pintada futbolera y algunas más, un año después. / A.V.

Porque, si añadimos las columnas acribilladas a pedradas con las que, ciertamente, se ‘remata’ esta obra de 1909, por el puente quedaría mejor El Vaquilla seguido a la carrera por las fuerzas del orden que cualquier grupo de visitantes nacionales o extranjeros. 

Si entramos de lleno en las ‘inscripciones’, que sólo pasarían a la historia si esto fuera Pompeya y tuviéramos al lado un volcán, entre las letras encontramos vanos intentos de prestigiar a los melones de turno, de nuevo por medio del inglés, como en el binomio «Heart + Snake», mientras que la firma «Erikilla» quizás nos dibuja a una adolescente que, pese a sus pocos años, enfila ya la inquietante senda de la incultura.

En resumen, el gesto de generosidad del pueblo prusiano al regalarnos este puente -para corresponder a la generosidad de los malagueños tras el naufragio de la fragata Gneisenau en 1900- y la posterior gran reforma del puente en los años 80 del siglo pasado, gracias a la generosidad de la extinta República Federal Alemana, se encuentran eclipsados por la hiperactividad de una panda de mulos y la inacción de nuestras autoridades, que en agosto tienen el querido Puente de los Alemanes hecho unos zorros.

Quizás el gesto final para rematar la faena sería hermanar este paso olvidado entre el Centro y El Perchel con el mirador de Gibralfaro, otro elemento turístico que nuestro Ayuntamiento lleva años descuidando con esmero. Otra solución, claro, sería repintar el puente o borrar las pintadas y así acabar con el bochorno. Ánimo.

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