Crónicas de la ciudad

De la playa de las Acacias y tres perros sin ley

Hace unos días, un sujeto incívico se desentendió de sus mascotas para que hicieran lo que les viniera en gana. El resultado lo prohiben las ordenanzas y la higiene

Excremento canino en la playa de las Acacias, con los protagonistas al fondo, hace unos días.

Excremento canino en la playa de las Acacias, con los protagonistas al fondo, hace unos días. / A.V.

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

Los ciudadanos, como la mujer del César, también debemos parecerlo y eso implica contar con unas mínimas nociones de urbanidad, para que vivir en este rincón de España no sea idéntica experiencia a adentrarse en la inhóspita selva de Borneo o a que salgamos de Málaga para meternos en Magaluf.

Las nociones mínimas de urbanidad, que implican el no hacer en un espacio público lo que nunca harías en tu covachuela, faltaron de su domicilio hace unos días, a primera hora de la mañana, en la playa de las Acacias. Es esta una playa que originalmente se extendía desde el arroyo de los Pilones hasta el arroyo Jaboneros, pero que la llegada de las calitas y espigones a Pedregalejo, en la primera mitad de los 80 del siglo pasado, la redujo ‘nominalmente’ a la playa más pegada a este último arroyo, que además por esa misma vecindad es la más pedregosa.

Quizás la abundancia de ‘ñoscos’ empujó a cierto sujeto anónimo a pensar que todo el monte era orégano y a que la playa de las Acacias era el lugar ideal para que sus perros, tres hermosos ejemplares, hicieran lo que les viniera en gana.

El sujeto, que peinaba canas, para empezar prescindió de toda etiqueta y se pasó por el arco del triunfo toda la normativa municipal sobre la presencia de perros en las playas. Que se sepa, la única playa canina que ahora mismo existe en Málaga es la que hay junto al arroyo de Totalán.

En el resto rige el artículo 15 de la ordenanza municipal de uso y disfrute de las playas de Málaga que prohíbe «el acceso de animales domésticos a las aguas y zonas de baño», salvo excepciones autorizadas por la autoridad sanitaria.

Y de acuerdo, es un artículo que no siempre se cumple. Tampoco se cae el mundo si hay perros sueltos refrescándose a primera hora de la mañana, antes de que lleguen los bañistas. Pero nuestro canoso incívico además de soltarlos se desentendió de ellos por completo, como si con él no fuera la fiesta. El resultado fue que las tres mascotas parecieron competir entre ellas para ver quién ‘jiñaba’ lo más grande, con perdón.

La competición se escenificó con la suelta en la arena de varios peñones de Gibraltar que nuestro asilvestrado personaje dejó despreocupadamente atrás en su paseo mañanero. Ni siquiera en la playa canina se permiten estos modales: El Ayuntamiento establece que los dueños «deberán ir preparados con bolsitas para recoger los excrementos de sus mascotas».

Al protagonista de hoy le deseamos una pronta mejoría cívica. La imagen y la higiene de Málaga saldrán ganando.

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