Perfil

Francisco de la Torre, el alcalde omnipresente

Aunque en el año 2000 muchos lo vieron sin el carisma suficiente para el cargo, se sintió enseguida cómodo en la piel del personaje público y en el rol del alcalde conocido y reconocido. A las puertas de la Navidad de este año cumplirá los 80 y, unos meses después, volverá a optar a la reelección

Francisco de la Torre, alcalde de Málaga.

Francisco de la Torre, alcalde de Málaga. / ALEX ZEA

Cuando en el año 2000 Francisco de la Torre(Málaga, 1942) fue señalado por Celia Villalobos como su sucesor en la Alcaldía de Málaga, muchos pensaron que era un error. Si acaso una maniobra política de Villalobos para mantener la alcaldía controlada en la distancia y, si acaso, como alguien que le mantuviera el sillón hasta su vuelta de Madrid. Se equivocaron. Vieron a Francisco de la Torre como un político gris, técnico, plano y aburrido. Una ostra sin apenas interés. Una mente privilegiada, que era capaz de tener todo el urbanismo de la ciudad en su cabeza, pero no un alcalde con el carisma suficiente para mantener la alcaldía. Se equivocaron. Resultó que esa ostra, a los pocos meses de ser nombrado alcalde de Málaga cambió de gafas, renovó las corbatas y los trajes. Detalles insignificantes, pero significativos del cambio que se estaba operando en De la Torre. Empezó a ir a todos sitios donde se le invitara. Era omnipresente. Incluso llegó a acudir a tres comidas un mismo día, comiendo un plato en cada una de ellas. Su capacidad de trabajo también empezó a ser conocida. Apuntaba todo lo que los vecinos le decían, encargaba su arreglo, recordaba nombres y circunstancias. Resulta que esa ostra, aparentemente aburrida y de perfil técnico, escondía una perla. En un año, Francisco de la Torre dejó de ser Paco para pasar a ser "el alcalde". Y cuando todos le empezaron a reconocer como tal ya era demasiado tarde para sus oponentes políticos (y muchos de su partido), que lo habían subestimado. Se dice que las elecciones de 2003 las ganó con la peatonalización de la calle Larios, pero en realidad las ganó el alcalde que emergió en el año 2000 y que fue consolidándose con el tiempo. La calle Larios le dio el espaldarazo definitivo, pero por aquel momento ya era conocido y reconocido como alcalde. Se sintió cómodo en la piel del personaje público y en el rol del alcalde omnipresente.

La perla se consolidó como un rival imbatible en 2003, 2007 y 2011. Incluso en 2015, con un desgaste de las siglas del PP y un mandato menos ilusionante por los problemas económicos del Ayuntamiento y la conflictividad laboral de Limasa muy presente en las calles, llegó a obtener 13 concejales. El pacto con Juan Cassá, de Ciudadanos, le permitió mantener el gobierno. Comenzaron a surgir con fuerza voces que anunciaban su retirada. Volvieron a subestimarle. Las ostras, además de perlas, tienen una concha muy dura. Son tenaces. De la Torre volvió a demostrar su fortaleza. Aguantó otros cuatro años y se presentó a las elecciones de 2019 con las voces internas del PP acalladas. Elías Bendodo, todopoderoso presidente del PP malagueño, tuvo que reconocer la fortaleza de De la Torre y su valor electoral. Para muchos sigue siendo "el alcalde" y sabe explotar muy bien sus virtudes, como la capacidad de trabajo y su presencia en toda la ciudad. Incluso sabe jugar con la imagen de político al margen del aparato del PP, con ideas propias y cierto nivel de autonomía, lo que le ofrece un escudo mayor al desgaste de las siglas.

El mandato que viene afrontando desde 2019 tenía desde su comienzo -cuando la pandemia era algo impensable, casi de ciencia ficción- una parte fácil y otra difícil. Por un lado, se antojaba como una oportunidad única para Francisco de la Torre. Y supo aprovecharla. Tenía al PP gobernando en la Junta de Andalucía y podía gobernar sin la gran bestia negra socialista que actuaba en muchos momentos como contrapeso, cuando no directamente como oposición, a su política. Por otro lado, tenía que enfrentarse a un pleno sin mayoría absoluta, lo que le obligaba a pactar y buscar acuerdos. No lo tenía fácil. Sobre todo, desde que la crisis interna de su socio, Ciudadanos, le obligó desde bien pronto a hacer malabares con el partido liberal y con el no adscrito que abandonó sus filas, Juan Cassá, a quien ha sabido mantener en su órbita. A veces, planeó por la Casona del Parque -aunque de forma casi testimonial- el fantasma de una moción de censura. Otras ocasiones, el PP perdió votaciones bajo las discrepancias de Cs y la debilidad de la minoría lo situó en cotas de adversidad que brillaron por su ausencia en los mandatos tranquilos. Sin embargo, la travesía tampoco ha sido fácil para el resto de grupos. Enfrente tenían a De la Torre. Y es que, aunque aparentemente las ostras son aburridas, no hay que olvidar que las ostras pueden esconder muchas sorpresas.

Al envite de las próximas elecciones municipales, llega Francisco de la Torre con Málaga consolidada como una ciudad de moda y destino turístico, con retos como el de la candidatura a la Exposición Universal, proyectos polémicos que generan cierto descontento como el del rascacielos del Puerto o voces que cuestionan la limpieza de los barrios. Igualmente, podrá beneficiarse en las urnas de la debilidad de Ciudadanos y de la división de la izquierda. Y viste el abrigo que supone la mayoría absoluta obtenida por el PP en las elecciones andaluzas. De hecho, se implicó con intensidad en la reciente campaña del 19J, consciente de todo lo que se jugaba su partido y lo rentable que podría ser para él. Apoyó a Juanma Moreno en enésimas visitas pero siempre a su manera. Con ese sello que no escatimó en el primer mitin de todos, celebrado en un parque malagueño, cuando antes de la pegada de carteles alabó los logros obtenidos en Sevilla por "los malagueños del PP". Empezó esa tarde De la Torre con ese ritmo que a tanta gente le cuesta seguir. Con una cadencia que disimula la frontera octogenia de su carnet de identidad. Cumplirá los 80 a las puertas de la Navidad de este año. Se mantiene en forma y lo ha demostrado con el anuncio que ha hecho en unas jardines aledaños a la Casona del Parque que para él son ya un fetiche. Un lugar en el que proclamar su presencia en la enésima carrera electoral.

Eso sí, bajo los rumores que de una convocatoria para otra sostienen que esta vez sí dará durante la legislatura un paso a un lado. De ahí que muchas miradas estén enfocadas hacia el número 2 de la candidatura. Por si esta vez sí hay en el mar agua suficiente para que respire el delfín. Para que se produzca una operación como la que a él lo situó en el despacho de Alcaldía después de aceptar, tras hacerse rogar, su vuelta a la política para ser el número 2 de Celia Villalobos. De una alcaldesa que, hace unas semanas, cuando recibió la Medalla de la Ciudad, no dudó en relatar lo que para ella es el verdadero germen del milagro que mantiene a este ingeniero aferrado a la vara de mando: "Yo elegí a Paco de la Torre. Mejor dicho, fue mi marido (Pedro Arriola) el que me habló de Paco de la Torre, al que él conocía mucho. Era una persona con un prestigio y con una capacidad profesional importante. Y logré convencerlo para que fuera mi número 2. Paco, al principio, no se mostraba muy partidario de volver a la política activa. Pero ahí está", subrayó la política malagueña para marcar la línea de salida de un maratón en la política municipal que aún no ha encontrado su meta. De la Torre sigue, de momento, a su ritmo.