Crónicas de la ciudad

Una visita de juventud a la casa de calle Marcos Zapata

En 1995 las dos hermanas dueñas del inmueble contaban a este periodista que era la antigua casa de verano de Eduardo Ocón. Si no lo fuera también merecería el indulto.

Villa Acacia, en la calle Marcos Zapata.

Villa Acacia, en la calle Marcos Zapata. / WWW.VRBO.COM

Alfonso Vázquez

Alfonso Vázquez

La economía de Málaga y pese a los loables intentos por diversificarla, puede resumirse a grandes rasgos en que aquí o ponemos mesas o ponemos ladrillos, de ahí que todo lo relacionado con el sector servicios y la construcción cuenten con el apoyo, en ocasiones exagerado y poco ecuánime, de nuestros cargos públicos.

Estos días vuelve a estar en la picota Villa Acacia, la que se conoce tradicionalmente como casa de Eduardo Ocón en El Palo. Los intereses inmobiliarios probablemente acabarán con esta preciosa vivienda que aunque en ella no hubiera vivido el compositor merecería haberse protegido hace muchos PGOU.

Hay que resaltar, en todo caso, que tras el escándalo de la demolición de Villa Maya, la Gerencia de Urbanismo pisó el freno. Fruto de ello, combinado con la presión vecinal, fue la ‘moratoria’ otorgada a Villa Acacia, en el Carril de la Pimienta, hoy calle Marcos Zapata.

En los últimos meses un grupo de personas desinteresadas ha estado escudriñando archivos. Han podido localizar la nota del Registro de la Propiedad en la que consta que la finca fue de Ocón, la heredó su mujer y pasó al familiar de los actuales propietarios.

Ahora que se cuestiona que la vivienda, sobre la que pesa la pena de demolición, sea la original del compositor el autor de estas líneas sólo puede rescatar un doble testimonio oral, fruto de una visita que realizó a Villa Acacia en 1995. Esta se explica porque la abuela materna del firmante vivía desde 1925 en el entorno y desde finales de los 60 en la misma calle, así que conocía a las dos hermanas dueñas del inmueble, Susana y Francisca

De esa visita, de la que este cronista, por entonces veinteañero, tomó algunas fotos, recuerda con claridad cómo las dos hermanas francesas, por entonces octogenarias, le informaron de que su padre había comprado la casa a la familia de Ocón y que se trataba de la antigua vivienda de verano del compositor.

Las amables Susana y Francisca -una de ellas, por cierto, estaba leyendo El Quijote en la cocina en el momento de la visita- permitieron que el autor de estas líneas tomara fotos de toda la casa y su estupendo jardín, presidido entonces por un hermoso molino de viento. Las dos hermanas francesas mostraron también, muy orgullosas, el dibujo de la lira de la entrada y señalaron que era otro recuerdo de su antiguo propietario, el músico Ocón.

¿Estaban equivocadas estas señoras? No es descartable. En todo caso, esto contaban de Villa Acacia hace 27 años; pero incluso si no fuera la vivienda del músico malagueño, esta hermosa casa centenaria merecía con creces el indulto y haber estado incluida en el catálogo de edificios protegidos hace lustros.

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